Capítulo 2: La Prueba

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-¡Identifícate!-ordenó un soldado mientras apuntaba su katana hacia el santo.

-¡Ya se los dije!-respondió, casi al borde de la desesperación-¡Soy Subaru de caballo menor!

-¿Cómo podemos estar seguros de que no eres uno de esos malditos saturnianos?-Meirong exigió una prueba.

-¡No tengo tiempo para esto! Mi amiga está agonizando y necesita ayuda, por favor.

-¡Hermana!-Dandan se abrió paso entre la multitud y llegó hasta su hermana-¿Cuál es la situación?

-Este mocoso llegó pidiendo ayuda. Dice que es un santo de Athena, pero no trae armadura. ¿No te parece sospechoso?

-Seguramente debe haber una explicación.-dijo la druida con serenidad-Quizás, Seiya pueda reconocerlo. Después de todo ambos son caballeros ¿no?

La respuesta de Dandan no tranquilizó del todo a Haku, pero decidió no cuestionar a su hermana. En el fondo, sabía que tenía razón. Su hermana jamás se atrevería a mentirle. Ella era la única persona en la que realmente podía confiar.

-Caminas demasiado rápido, Dandan-expresó Seiya tras atravesar el grupo de soldados.

-Lo siento mucho. Tenía prisa por llegar.-se excusó-Dime, ¿lo reconoces?

El santo se giró y en el instante en que sus ojos vieron al santo de caballo menor sintió una serie de emociones tratando de tomar el control de su cuerpo. Confusión, alegría, alivio, temor... Aquella mezcla de sentimientos podía notarse con facilidad en su rostro.

-Imposible...

-¡Seiya!-gritó Subaru tras ver un rostro familiar entre tantos desconocidos.

-Lo reconoces, ¿sí o no?-reiteró Meirong.

-Sí, él... Es un caballero de bronce, Subaru de caballo menor. Saturno lo creó para acercarse a los humanos, pero desapareció cuando reveló su identidad como dios...-Seiya tragó en seco-Se supone que Saturno borró todos sus recuerdo de cuando fue un caballero de Athena. ¿Cómo es posible que aún siga con vida?

-Si alguna vez fue parte de Saturno, entonces tengo más motivos para acabar con él-Meirong apuntó su báculo hacia Subaru.

-¡No lo hagas!-una mujer se interpuso entre la Haku y el santo. Llevaba un vestido blanco corto y tenía un pequeño broche en forma de flor de cerezo sobre su cabello. Aunque su apariencia era la de una delicada joven, en sus ojos se podía apreciar un ardiente espíritu de lucha que Seiya reconoció de inmediato.

-¿Sayaka?-el santo titubeó cuando la llamó por su nombre. La última vez que se encontraron ella estaba encerrada en el espejo de la niebla. ¿Cómo había escapado? Y lo más importante, ¿cómo había logrado recuperar su cuerpo después de tantos años?

-Es bueno saber que te encuentras bien, Seiya-dijo la santa con una sonrisa.

-¿Cómo es que...?

-Es una larga historia-dijo. Miró a su alrededor y pudo reconocer de entre la multitud a Meirong y su hermana. Ellas habían estado con Kyoto la última vez que la vio, así que lo más seguro era que sabían dónde estaba. Tras romperse el espejo se vio obligada a huir y desde entonces perdió su rastro. Era vital para ella hablar con la santa lo mas rápido posible o de lo contrario no podría enseñarle a controlar el poder que llevaba en su interior-. Tú eres Han Meirong, ¿no es así?

-Así es.

-Necesito preguntarte algo-Sayaka intentó acercarse, pero Meirong la detuvo con su báculo.

-¿Vienes con él?-preguntó la Haku señalando con su cabeza al santo de caballo menor.

-Sí.

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