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   Unas miradas fugaces se presentaban en el ascensor, todo se había mantenido en silencio desde que se habían presentado. Este mismo ya iba cursando el piso dos, en cierto punto, ambos no querían que el destino llegara, deseaban conocer al alma que tenían a su lado.

     Sus ojos estaban fijos en un punto, el letrero donde mostraba como subía el ascensor, estaban llegando al piso tres. Pero un estruendo los hizo desequilibrarse.

— ¿Qué ocurre? — averiguó Melissa, sujetándose de los barrotes que rodeaban el ascensor.

— Se detuvo — informó él, sus pupilas se habían dilatado ante el acontecimiento, sujetándose fuertemente a los barrotes.

— ¡¿Hay alguien ahí?! — golpeaba la chica las puertas del ascensor.

— No te escuchara nadie, quedamos barados a mitad del piso dos y tres — explicaba, desabrochandose los dos primeros botones de su camisa.

— Se supone que debería de tener un botón para este tipo de emergencias — miraba Melissa el tablero de botones en una esquina.

— Vamos a relajarnos y esperar un poco, quizás ahora vuelva a comenzar a funcionar — se decía más a sí mismo que otra cosa.

— ¿Te sientes bien? — Preguntó la rubia, acercándose a él — Estás sudando.

— Si, estoy bien. Es que...solo.. — intentaba decir, pero sentía que el aire se le escapaba de sus pulmones.

   Melissa lo tomó por los hombros haciendo que se sentará un momento, y estirando sus piernas, ella se sentó a su lado, mientras lo observaba con preocupación.

— Creo que tengo un poco de agua en mi cartera — supuso, revisando su cartera, logrando su objetivo y encontrando una pequeña botella de agua. — Ten — se la dio.

— Muchas gracias — le sonrió, aceptandola con gusto.

— Voy a intentar llamar a alguien — le informó, tomando su celular. — Hay poca señal — reveló, parándose en puntitas de pie — Tengo dos rayas — dijo, con su cara de concentración, que consistía apretar parte de su lengua contra su labio inferior y superior, algo que enterneció al sujeto en el suelo.

   Al conseguir las líneas suficientes, Melissa realizó una llamada, informándole que en una hora estarían sacándolos. Eso hizo que el aire retenido saliera libremente.

— ¿Oíste, Chris? Saldremos de aquí en una hora — lo miro ella. — ¡¿Chris?!

Sin DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora