Capítulo 8: Zumo de zanahoria y pastelillos al Styles Style

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Sin embargo, a la mañana siguiente, despierto sola en mi habitación. La fantástica idea de que todo  había sido un sueño me llena de felicidad y, a la vez,  desilusión por dentro. Felicidad porque significa que no estoy empeorando, que los fantasmas no existen. Y desilusión porque la esperanza que me había provocado ese tal muchacho, no era mas que un producto de mi imaginación. No sé nada de mi hermano, probablemente ese supuesto amigo suyo ni existe.

Suelto un largo y pesado suspiro intentando olvidar mi extraño sueño. Me duele la cabeza. Y el trozo de papel que hay encima de mi mesilla de noche no ayuda mucho.

Es una nota. Está escrita en tinta verde, como la de la carta. El papel, de un tono azúl claro, está algo arrugado por los bordes. No reconozco la letra. Redondeada y bien definida, sin tachones ni marcas. Muy raro todo.

Buenos días, Dana,

espero que hayas mejorado un poco. Para serte sincero, ayer no hacías muy buena cara cuándo estubimos hablando. Siento mucho no haber podido acabar de cumplir mi promesa, ya que he tenido que irme al amanecer por asuntos urgentes relacionados con tu hermano. No quiero alarmarte, no le pasa nada. Sólo que necesitaba mi ayuda en algo. Me gustaría haber podido esperarme a que te levantaras, pero ya sabes... era importante. No te enfades conmigo, por favor. 

Aún así, no tardaremos en reencontrarnos. Volveré a por ti con algunas respuestas que sé que necesitas. No pienses demasiado en el tema o acabarás loca. Y más en tu estado, recuerda que estás enferma. Debes descansar. Puedes decirle a tu madre que no te encuentras bien, hoy no deberías ir a clase. Espero que mejores y no te alarmes esta tarde con el psicólogo. No te preocupes por nosotros, estamos bien.

Recupérate pronto,

Liam xxx

Adiós a la buena vida. Liam existe. Estoy enferma. Tengo una cita con el psicólogo. G. E. N. I. A. L.

Mi madre entra en mi habitación por lo que me apuro en esconder la carta. Ella me mira triste. Se sienta en el borde de la cama a mi lado y me toma la mano.

- ¿Cómo amaneciste, cielo?

Sólo recibe una mueca por mi parte. Haré caso a Liam, tampoco me apetece ir al instituto. Debo tener un aspecto horrible, porque me mira con aire preocupado. Me pone la mano en la frente tomándome así la temperatura. Aparta la mano rápidamente agitándola violentamente.

- ¡Estás ardiendo! Hija déjame que te de algo de comer para que te tomes  un calmante.

Y sin esperar respuesta, se dirige a  la cocina rápidamente. Realmente no me siento bien. Me da vueltas la cabeza y noto escalofríos contínuamente. Me llevo la mano helada a la cara y voy tocádomela por todas partes intentando bajar mi temperatura corporal. Me desago del edredón que me cubre, quedándo tapada sólo por una fina sábana color turquesa. Amo el azúl. Saco la carta de Liam de bajo la almohada y la guardo en el cajón de mi mesilla de noche.

Al cabo de un rato, entra mi madre con mi desayuno en una zafata verde. Aunque no me encuentro nada bien, debo reconozer que tengo mucho ambre. Me incorporo y me siento en el borde de la cama mientres ella deja mi comida sobre la mesa.

Lleva un delantal de flores amarillas y naranjas muy bonito. Recuerdo que se lo regalamos Louis y yo en navidad. Aunque me duele el recuerdo, sonrío al vérselo puesto. Al fin y al cabo sigue queriéndonos. Al verme sonreír, se le disparan todas las alarmas.

- ¿Dana te encuentras bien? ¿Notas algun dolor?¿ Sabes quien soy?

- Mamá, el delantal...- digo con un hilo de voz pero aún sonriendo.

Un sueño hecho realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora