Cap. 1: La familia Øddegard

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14 de junio de 1992
Leicester, Inglaterra

Un día caluroso hacia en Leicester, temperatura récord de 23°, Leicester una ciudad promedio de no más de cien mil personas, ciudad tranquila con pocos delitos.

Al norte de la pequeña ciudad, una calle pequeña donde vivía gente humilde, desde obreros y albañiles hasta zapateros y repartidores de periódicos, al final de la calle se encontraba una casita aún más humilde, hecha de madera y techo de lamina, era pequeña y de un solo piso; en las ventanas habían cortinas pero no tenían vidrio, en el patio había muchas flores y plantas hermosas, y a un lado un viejo automóvil como del año 1960. En ella vivía los  Øddegard; una familia de refugiados de Finlandia. La Familia Øddegard conformada por el Sr. Arthur Øddegard, un hombre pelirrojo, alto, rechoncho con porte algo campesino, vestía camisa de cuadros con un pantalón café con varios parches negros, era muy buena persona, odiaba los problemas y amaba ayudar a los demás. También estaba su esposa; Margaret Øddegard, amante de las flores y los animales, es algo pequeña un poco más de 1.50 de estatura, igual de rechoncha que el Sr. Øddegard, cabellos rojos con algunos mechones blancos que caen sobre su frente ya algo arrugada.

La Sra. Øddegard se encontraba preparando algo para desayunar, el olor a pan tostado y algo de mantequilla era algo inusual en la casa, el olor inundó toda la casa en cuestión de segundos; para después llegar al cuarto de los niños. Los hijos del matrimonio Øddegard; compuestos por tres niños y una niña. El mayor de los hermanos, Credence Øddegard de once años, extrovertido y travieso; un líder nato, el delicioso olor a pan tostado le llegó; haciendo que se despertara de inmediato dando un gran salto de su cama despertando a su hermano Clark quien dormía en la misma cama

-¡Despierta!-gritaba Credence- ¡hay pan tostado para desayunar! ¡además hoy es el día!

Clark estaba despertando apenas cuando escuchó los gritos de Credence, se puso en pie y con su mano izquierda movió sus cabellos castaños hacia los lados ya que no lo dejaban ver nada

-¡Pan tostado!- gritó emocionado Clark de diez años- hace como un mes que no lo comíamos… espera dijiste que ¿hoy es el día?

-Oh si, si que lo es- afirmaba Credence- hemos estado esperando este día por un largo, largo tiempo

Al otro lado del cuartito, en la segunda cama que se encontraba en una esquina, había una gran bola de cobertores; que se empezaron a revolotear como si de una pelea se tratara, de las cobijas se asomó una pequeña cabeza con el cabello rubio enmarañado, intentó abrir sus pequeños ojos pero aún tenía algo de lagañas; cuando al fin los abrió miró con sus ojos verdes claro a sus hermanos

-Buenos días- decía bostezando y estirando los brazos- ¿porqué tienen tanto escándalo?-preguntó sollozando

Credence y Clark miraron a la pequeña para luego gritarle en la cara

-¡ALICE!-gritaron al unísono- perdón pequeña, no queríamos despertarte pero estamos demasiado emocionados- hablaba rápidamente Credence

-¡Porque hoy es el día!- volvió a gritar Clark- después de tanto tiempo el día ha llegado

Alice se quedaba mirando confusa con un dedo en el mentón, se preguntaba qué podría ser “eso" de lo que hablan sus hermanos, en su mente pasaba ir a Disneylandia o algún castillo de un príncipe encantador o incluso un viaje al Taj Mahal para conocer al sultán, la mente de Alice estaba llena de cosas fantasiosas

-¿Iremos a Disneylandia?-preguntó Alice- ¡no! ¡ya sé! ¡iremos al palacio de la Cenicienta o de Blanca Nieves o al país de las maravillas!- gritaba muy emocionada

Los hermanos mayores no sabían como decirle que no irían a ningún sitio de esos que mencionó sin romperle el corazón, pero de la misma cama de Alice, una cabellera pelirroja se movió, el menor de los Øddegard se levantó, frotó las manos en sus ojos azules; dio un gran bostezo y caminó hacia la puerta

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