A/N: Realmente nunca pensé que esto llegaría a ver la luz del día. Es viejo, tiene fallos y puede no representar todo lo que quise que representara. Pero confío en que aquellos que juzguen mi escritura lo hagan con benevolencia. Resucitado por un amabilísimo comentario dejado en el prólogo y la insistencia de una amiga con una ligera obsesión por el señorito Black. Regocíjense aquellos que lean esto antes de que me de otro ataque y decida borrarlo; hoy, por fin, hay acción romántica. Dicho esto, dentro fanfic.
***
Todo se había congelado.
Que pudiera seguir moviéndome sigue siendo inexplicable hasta la fecha; el simple hecho de que mis piernas respondieran a los torpes impulsos de mi cerebro que las exhortaban a correr no podía ser menos que un milagro divino.
Aquel frío, aquel horrible frío, la esencia del hielo más puro, eterno y opaco que lo invadía todo y detenía el tiempo a mi alrededor, trepando por los troncos de los árboles y sobrepasando cada obstáculo. Aquel miedo infinito e inexplicable que hilaba redes invisibles, finas, ligeras y pegajosas a mi alrededor como una gigantesca araña fantasma; que atravesaba mi cuerpo y paralizaba cada átomo de mi ser.
Por supuesto, aquella no era la primera vez que el pútrido aliento de una hipotermia acariciaba mi cuello, a segundos de alcanzarme, sin llegar a tocarme nunca. De hecho, combatir esta clase de problema había sido casi una costumbre en varias etapas de mi vida, y parte de ello no me abandonaría nunca.
Todos a mi alrededor definían mi habilidad para comunicarme con los dementores como un regalo. Un "don", que el destino había sorteado entre las millones de almas que nacían cada día, y que había terminado por caer sobre mí. Se había entretejido con mi esencia, atado a un poste clavado tan profundamente en mí que ya era parte de mi alma. Es tan yo como lo soy yo, si se entiende lo que digo.
En general, era visto por otros como una cualidad positiva. Esos otros se equivocaban.
Si bien no era lo suficientemente aterrador (confía en mí cuando te digo que lo es) contemplar sus lánguidas figuras embutidas en harapos negros, desgreñadas hasta lo grotesco; sus pálidas manos pustulosas abriéndose dolorosamente como las garras de una bestia de ultratumba; o sus gañidos interminables, resonando en tu cabeza como una sentencia de muerte. Yo, además, percibía su sed insaciable, el vacío eterno de sus almas corruptas.
Conocía sus deseos; antojos tan retorcidos que ninguna palabra de nuestro limitado vocabulario humano podría definir con exactitud. Mi habilidad no podía alejarse de una maldición, considerando el factor principal que me mantenía en un estado de constante alerta, tensa como una goma a punto de romperse las veinticuatro horas del día.
Atraigo a los dementores.
Mi presencia constituía una llamada irresistible para ellos, mayor aún que un trágico pasado o un oscuro miedo desatándose en su radio de alcance. Y lo odio.
Esta es la causa de todos mis problemas y la explicación a mi personalidad, cerrada con llave, quizá excesivamente agresiva, rabiosa cual perro guardián acurrucado frente a la puerta. Advocado a defenderla eternamente sin saber siquiera lo que hay dentro.
Me era difícil mostrar amabilidad a aquellos que trataban mi maldición como una cualidad. Aun así, los entendía. Lo intentaba, con todas mis fuerzas. Y solía conseguirlo.
Un jadeo ahogado en los susurros del busque escapó de mis labios. Como decía, no era la primera vez que toda una bandada de espectros me acechaba; se me había entrenado desde mi más tierna infancia para convocar un patronus completo con rapidez y precisión (lo que solía convertirme en el tesoro del profesor de encantamientos de turno; exhibiendo mi duro esfuerzo como excusa para fardar frente al claustro).
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Frío y discreto. (Sirius Black x OC)
Fiksi Penggemar"Cuando una persona te dice que tiene muchos secretos, los tiene para todos. Así que no importa lo que te diga, cómo te llame o el tiempo que pases a su lado; cuando dice que hay algo que no le ha contado a nadie, vives o mueres en la duda. Podría s...