Parrell me entrega el dinero, y la lista de pedidos. Salgo del bar y camino bajo el sol castigador de las tres de la tarde. El verano era un infierno cuando se trata de Bronx y sus calles de cemento.
Pierdo la cuenta de todas las cuadras que recorrí, pero al fin había llegado a la tienda mayorista de Luca. Le entrego la lista y espero en la entrada. Luego cruzo a la calle de enfrente, donde hay un pequeño mercado y compro un jugo de naranja en cartón. Me siento en la sombra a esperar que Luca me dé el recibo de compra. Vengo haciendo esto unas diez veces en el mes.Me acerco al tacho de basura para tirar el jugo, y un auto negro de puta madre me llamó la atención. Estaciona en una esquina. ¿Qué hace una joya así en Bronx?
Un tipo baja de éste junto a un rubio de cabello largo. Visten extraño, porque el que manejaba llevaba traje, y el rubio todo lo contrario.
Se acercan a un sucio vendedor de hamburguesas y le enseñan una foto. El viejo niega reiteradas veces. El rubio desaliñado saca un arma de su cintura y lo apunta. Enseguida, siento como la palidez me invade el cuerpo entero y rápidamente me escabullo en el mercadito. El pobre hombre la estaba pasando mal, pero entre insultos, ruegos y un casi llanto inaudible, señala la calle por donde yo había venido. Los tipos le desarman el puesto de venta, se suben al auto y se marchan.
Después de unos minutos, me acerco al viejo que estaba juntando sus cosas.-Se hechó todo a perder.-se queja mientras junta el pan del suelo. Solo me limito a juntar las servilletas y los pocos billetes de la caja. El viejo levanta la mirada del suelo, y me observa.
-Gracias. Te ofrecería una hambu...- el viejo quedó con el rostro fijo en mí, pálido.
-Señor... ¿Está bien?Ni que fuera el mismísimo diablo.... pensé.
-¿Por qué lo asustaron de esa manera?-me atrevo a preguntar. El viejo seguía con la mirada puesta en mí. Estaba sorprendido.
Su mirada me llegó a incomodar, y luego de unos segundos, responde:
-Andan buscando a una niña. Nada.... nada que pueda interesarte, gracias por tu ayuda.-agradece algo nervioso. El viejo me corta la charla y levanta el puesto. Cruzo la calle, y Luca me estaba esperando con cara de pocos amigos.-Es la última vez que te espero.-advierte mientras me tiende el recibo.-Dile a Parrell que el camión llega en la mañana con la mercadería.
-Gracias, perdón por hacerte esperar...
-Tiene un hermano líder en la prostitución, por eso lo apuntaron.-confiesa.
-¿Por lo de la niña?
-No la conozco, pero sí. Ahora vete porque esta zona es jodida.Me vuelvo por la calles de donde había venido. Con el sol en la frente, y algo acalorada. Veinte minutos después, llego al Parrell's Bar.
-Dijo que mañana llega el camión.-digo fuerte mientras cierro la puerta. Acostumbrada a que Parrell siempre esté sentado en la barra, me topé con lo contrario. Le estaba hablando a la nada.
-¿Jules?-llamo.-Ya llegué.
Pero no había nadie. Entonces se me ocurre que pudo haber salido, porque el bar es pequeño y solo tiene una habitación: la mía.
-¿Jules?-golpeo la puerta del baño.
Me acerco a mi cuarto dudosa de que pueda estar allí, ya que él cuida mucho de mi intimidad.
Y me encuentro con ello.
Jules Parrell está sentado en el medio de mi cama con la cabeza agacha. Una sombra se pasea por la pared y una voz gruesa retumba en las cuatro paredes.-¿Tu empleada, Parrell? ¿Enserio?¡¿Dónde está la niña?!-grita.- Enseguida reconozco esa voz. Era la del tipo con traje, el del auto de lujo.
- ¡Te estoy diciendo que tiene veintiún años!-grita Jules. Se toca el tajo sangriento de la cabeza y se cubre con una parte de mi cubrecamas. Entonces, sigo espiando por la puerta entreabierta y me quedo aún más helada. La foto que le refriega el tipo a Jules, soy yo.
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Nadie Nunca Nada - TERMINADA
Novela JuvenilLuego de pasar dieciséis años en un orfanato, Leva Expósito decide escapar en busca de respuestas. Lo que no esperaba, era caer en las manos de un hombre con oscuros secretos.