Narra Anne:
Siento como si las paredes se cernieran sobre mi.
—No... No... ¡No es cierto! —grito sin poder calmar los rápidos de ira que fluyen en mi interior. Y es que simplemente mi cuerpo no puede contra este golpe de adrenalina que ha recibido y solo queda algo a que aferrarme. Así que grito:—¡Madre, estas mintiendo!— las lágrimas se acumulan en el borde de mis ojos y atoran las palabras que salen con dificultad de mi garganta.
—Hija, tranquila...
—¡Mentirosa! ¡Riker está bien!
Los odiosos aparatos a los que aún hoy estoy conectada, se quejan pitando, llamando la atención de una enfermera que entra en tropel a la pequeña habitación. Aunque yo no puedo calmarme.
—Señorita, por favor, deje de gritar— me indica la enfermera, pero ¿es que acaso no se de cuenta? Me es imposible hacer lo que me pide.
Veo con ira a mi madre, cuyos ojos consternados no hacen más que alimentar mi rabia con la vida.
Sujeto la almohada cercana a mi y comienzo a golpearla como si mi vida dependiera de ello, lo que podría ser cierto.
—¡No! ¡Riker no!
—Señorita...
—¡No no no!
—Tal vez sea mejor que salga— indica la enfermera a mi madre, quien se levanta y se marcha, no sin antes dirigirme una sufrida mirada, impregnada con lágrimas.
Yo por mi parte, no puedo hacer que mi cuerpo pare, aunque siento el efecto del suero que empieza a correr por mis venas, por tercera vez.
—¡No! ¡No! ¡Quiero ir a verlo!— fue lo último que grite, aunque en mi interior sabía que hacer eso sería aún más doloroso. El verlo postrado en una cama, sin sus sonrisas, sin sus miradas traviesas, ni sus estúpidas bromas, ni sus caricias juguetonas.
Ver esos labios, inertes y sin movimiento, aquellos que saboree tantas veces, que daba por hecho que sus besos nunca se acabarían.
Sabía que si iba a verlo en aquel estado, yo moriría. Moriría junto con todo lo que él era y ya no puede ser.
Al despertar, todo esta en silencio y a través de la ventana solo hay oscuridad. Siento mi cabeza dar vueltas cuando intento levantarme, así que vuelvo a recostarme sobre la mullida almohada.
No tengo la más mínima idea de cuantos días han pasado desde la última vez que estuve despierta, pero eso no es lo que más me importa.
Observo el anillo que aún conservo en mi dedo anular y en mi mente, surge la sensación de que Riker no esta del todo bien, pero no estoy segura de sí se trata de un sueño o de otra alucinación provocada por el sedante, o si es algo mas.
Entonces, recuerdo con claridad las lágrimas en los ojos de mi madre y me doy por enterada.
Todo ha sido cierto.
Noto como el latido de mi corazón se acelera, en la pantalla junto a la cama, pero hago lo que más puedo por regularizarlo. Lo último que necesito es que vuelvan a sedarme.
Como había pensado antes, no tengo idea de cuanto tiempo llevo aquí, así que tal vez Riker haya despertado ya, tal vez todo haya sido un malentendido... Tal vez las cosas vuelvan a ser como eran antes... Tal vez solo haya que tener fe.
Pase la noche entera sin poder dormir, solo mirando a través de la ventana a aquel mundo exterior. Autos, luces, sonidos que se distorsionaban en la distancia... Todo parece algo tan lejano para mi, que me da la impresión de haber llegado de algún sitio lejano, donde nada es como aquí.
Para la hora en que el alba aparece en el horizonte, atrayendo consigo al sol, estoy casi segura de que no perezco a este lugar, de que estoy en la vida equivocada, en el cuerpo incorrecto, en el momento erróneo. Al menos eso me mantiene con la esperanza de volver al camino del que tanto me he alejado.
Hasta que una enfermera me avisa de una visita y entra mi madre.
—Hola, cielo— dice con una voz serena. La voz que usaba al entrar en mi habitación durante las noches de tormenta, en las que me refugiaba bajo las mantas hasta que ella llegaba y me contaba una hermosa historia con un final feliz. La idea me hace querer llorar.
—Mamá...— digo casi sin voz, quisiera poder disculparme, acerca de todas las cosas que le grité el otro día, sin embargo no encuentro las palabras.
—¿Cómo te sientes?
—Estoy bien— digo con una voz casi inaudible —escucha, mamá, respecto a lo del otro día... Lo que te dije...— empiezo a decir con lágrimas surcando mis ojos y volviendo todo algo borroso.
—Esta bien, no tienes que disculparte. No debí de decírtelo tan repentinamente.
—¿Él sigue igual?— pregunto, evitando mirarla a los ojos, y volteando hacia la ventana una vez más en las últimas veinticuatro horas.
—Si, nena—responde ella, con sigilo, esperando que yo vuelva a enloquecer. Sin embargo, no lo hago. No puedo seguir con ello.
—Bien... Igual, yo pronto moriré, ¿no?— digo con tono sombrío, jugando con las mantas que me cubren.
—Anne, ¿pero que estas diciendo?
—¿Por qué sigo aquí, madre? Si es que no tengo nada, ¿por qué sigo aquí?
—Hija, tu accidente fue muy grave. Han estado haciéndote análisis. No quieren que vayas a tener un tumor o algo que después no se pueda controlar... Eso es todo.
—¿Y cómo han salido? Los resultados de los análisis, me refiero— pregunto aún con amargura.
—Bien... Estas perfectamente bien.
—Mamá, hace cuanto que estoy aquí —pregunto, levantado la vista hacia ella.
—Hoy se cumplen dos semanas.
—Dos semanas— repito de modo meditativo, analizando con la mirada el anillo dorado que aún se ajusta a mi dedo. Mi anillo de compromiso—Parece haber pasado una eternidad.
Digo al descubrir que el universo confabula en contra mío y que esta intentando arrancar a Riker, el unico hombre al que he amado, de mi lado.
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I can't forget about you
Romance"La noche estaba preciosa cuando miré al cielo antes de entrar en el elegante restaurante, de la mano de mi novio Riker. Y tras una velada impresionante, todo parecía perfecto, sin embargo, en un par de segundos, el destino cambió y me arrebató lo q...