22:30 PM

404 21 2
                                    

Cuando escampa la pequeña tormenta, el cielo se despeja totalmente. Está tan claro y limpio ahora, las estrellas asomándose en la inmensidad del universo, que no parece el mismo de hace un momento.

Aunque notamos una extraña y nueva sensación de tensión entre nosotros, estamos felices, pero ninguno se atreve a romper el silencio.

En el cruce de siempre, nos despedimos.

Antes de separarnos, como si alguna fuerza mayor hubiera pulsado un interruptor, todos rompemos a reír. Es un extraño momento -personas tan distintas, pero unidas por un equipo olvidado de voleybol de instituto-, aunque esos sentimientos tan nuevos que florecen en nosotros harán que no olvidemos esta noche jamás.

Como siempre, acompaño a Yachi-san a su casa. "No quiero separarme de ti. Hoy no."

El camino se pasa volando y, como un espejismo, distingo el bloque de apartamentos en el que vive.

- Bue-bueno... Parece que ya hemos llegado... ¡Buenas noches, Hinata!

"Qué rápido. ¿Por qué todo pasa tan rápido? Y yo no hago nada. Soy un idiota, qué idiota eres, Hinata Shôyô".

Me acerco unos pasos hacia ella, como movido por un resorte, y le cojo la mano derecha. Sus deditos tiemblan entre los míos, suaves y débiles como las gotas que hace un momento nos empaparon.

- Lo siento. Sé que todo el día te he estado evitando. Yo... no puedo más.

Me estoy descomponiendo, no sé qué es lo que quiero decir, ni lo que quiero que ella entienda.

- ¡No te preocupes, no me has hecho nada!- ella sigue de espaldas a mí, y nos unen nuestras manos.

"¿Se está riendo?"

- Yachi-san, yo... no sé, sigo sin saber muy bien qué es lo que quiero.- "No. No. No quiero que te vayas".

Siento que me tiembla la voz cuando digo, en voz muy baja:

- No quiero que te vayas.

Escucho un sollozo, y creo que definitivamente me he puesto a llorar. Pero no soy yo el que lo hace, sino Yachi-san, que se encoge de manera que su cuerpo parezca aún más pequeño. Lentamente, muy lentamente, se da la vuelta y me deja verla. Sus ojazos, más enormes que nunca, quebradizos. Su pelo aún mojado, todavía con la sudadera de Kageyama puesta. Es todo tan nuevo para mí, que en parte lo veo gracioso y en mi cara se dibuja una sonrisa. Me río, y eso hace que solloce.

- Yo –me sorprendo al volver a escuchar la voz de Yachi-san- tampoco quiero que te vayas.

"¿Por qué eres tan valiente?"

Poco a poco, me acerco a ella. Me tiembla todo el cuerpo cuando traspaso los pocos centímetros que nos separan. Al posar mis labios sobre los suyos, los noto secos y rotos como el papel. Ella parece sorprendida, pero se aferra a mi chaqueta para acercarse más y se aprieta contra mi boca. Es suave e inquieta como un pájaro, y yo no sé cómo hacerlo mejor, pero quiero que continúe.

Nos damos pequeños y cortos besos. Aunque ella es mejor que yo en esto, notamos mutuamente nuestra inexperiencia y nos reímos mientras seguimos besándonos. Ella me lame un poco los labios. Es tan dulce y tan excitante. Yo hago lo mismo, y hacemos que nuestras bocas se unan aún más. Nunca había sentido algo así, estoy muy excitado y noto cómo pierdo la razón y todo lo que nos rodea se convierte en sólo nosotros.

Nos abrazamos muy fuerte mientras seguimos besándonos y me excito otra vez. Ella lo nota y abre mucho los ojos. Ahora parece que tiene un poco de miedo, y eso hace que me llegue una sensación de culpa. "Pero no puedo evitarlo". Yo intento seguir como antes, pero ya no puedo estar normal, y noto cómo me duele. Ahí, bajo mis pantalones.

Yachi-san desliza muy despacio su mano hacia mi entrepierna y mi excitación viene a más. Mete las manos por debajo de mi bóxer, del que ahora me siento extrañamente avergonzado, porque tiene un infantil estampado de cuervecitos. "Debería haberme puesto los negros".

Ella no parece percatarse y la veo muy concentrada. Parece dudosa cuando toma entre sus dedos mi excitado miembro y empieza a acariciarlo. Aunque queda clara su inexperiencia, lo hace extrañamente bien y hace que me excite muchísimo más. Jadeo suavemente, una y otra vez. Y ella acelera un poco el movimiento de sus manos.

Yo también quiero tocarla a ella y que se sienta así. Quito un momento su mano de mi entrepierna, haciendo que ella se inquiete.

- Quiero que disfrutes tú también. –logro decir entre jadeos.

Ella se aparta un poco, y yo le levanto un poquito la falda del uniforme con ambas manos. Ella se revuelve al notar el contacto de mis manos extrañamente frías contra sus muslos. Eso me hace sentir genial. Veo sus braguitas blancas, también algo infantiles como mis bóxers, pero aún así las primeras que veo en mi vida, y eso hace que se me revuelvan las entrañas y todo mi interior. Deslizo el elástico poco a poco con mis dedos. Ella tiembla, pero no hace que me aparte.

Logro bajar sus bragas hasta la altura media de sus muslos. Intento no mirar porque puede darle mucha vergüenza y no quiero echarme atrás ahora. Con mi mano izquierda la palpo un poco. Noto sus vellos y su suave piel. Trago saliva, ahora más indeciso sobre cómo seguir. Para mi sorpresa, ella coge mi mano y me guía un poco. Con un dedo me hace tocar su interior, húmedo y ardiente. Ella gime.

"Dios".

Con cuidado empiezo a introducir el dedo. Su interior es líquido y blando. Noto cómo ella se contrae. Es una sensación tan increíble que yo mismo gimo. Saco y meto el dedo. Al principio muy lento y luego más rápido, mientras siento cómo todo su ser se excita por ese contacto. Ella se mueve para disfrutar más, mientras gime. Continúo, pero también noto cómo yo mismo quiero disfrutar y cojo su mano para que ella me toque también.

Nos damos placer mutuamente. Yachi-san abre un poco los ojos y nos miramos. Jadeamos. Y me noto como sudar por cada poro de mi cuerpo. Nos aferramos el uno al otro, y nos volvemos a besar, ya mucho mejor que al principio.

- Ya-Yachi...-digo entre sus labios.

- Hinata...

Me besa por toda la cara y mi cuello, yo le abro la camisa y la beso en el cuello y entre sus pechos. Le levanto el sujetador para verla. Ya no sé qué es lo que está bien y qué mal. Ella abre los ojos, pero no pone impedimento. Sus pezones son rosas y están duros y excitados cuando los muerdo. Ella gime y se descompone entre mis brazos, pero me pide más. Me abre la camisa y me besa también ahí. Ya ninguno de los dos tiene control y yo me corro entre sus dedos. Ella ha dejado de contraerse y respira más plácidamente. Poco a poco, retiro mis dedos de su interior. Gime por última vez y se corre un poquito.

Yo he vuelto a tener una noción de realidad y me siento muy avergonzado. Es ella la que ahora parece estar más normal.

- Eso... ha estado genial.

Me deja tan feliz con ese comentario que no puedo más que sonreír. Le contagio y ambos nos reímos y nos volvemos a besar.

Día azul de noviembre - HinaYachiWhere stories live. Discover now