A veces discutíamos, solíamos hacerlo por tonterías, querer vernos y no encontrar el momento, no saber gestionar nuestras emociones, y al final, descargar y acabar haciéndonos daño. Lo cierto es que mi sensación de enfado nunca lograba durar más de 5 minutos, aunque a veces incluso lo intentara, se desvanecía irremediablemente para ser sustituida por una enorme sensación de culpa, no soportaba hacerle daño, ni verle dolido, frustrado o apagado. Se encontraba en una lucha interna contra él mismo, yo sabia que era capaz de soportar mucho más de lo que hasta él pensaba que podía, pero verle hundido, jodido y desesperanzado me partía el corazón. Intentaba animarle, darle fuerzas, escucharle, no siempre era fácil. Al principio su pesimismo me desesperaba y solo tenía ganas de apagar el móvil y llorar, era como si cada vez que me decía que todo era una mierda me dieran una dolorosa patada en el estómago. Pero un día esa sensación paró, fue la primera vez que le escuché decir, que se consumía, ya no se trataba de un jodido mal día o un tarde de frustración aislada, la persona más importante de mi vida sentía que se estaba consumiendo. Comprendí que no se trataba de dar una palmada en la espalda, o de decir que todo iba a ir bien, eso era frío y desolador, como si menospreciara sus problemas, y no era así. Decidí que iba a luchar contra mi por el, que aguantaría cada uno de sus días malos, de sus pensamientos negativos, y de sus enfados con el mundo. Porque estaba enamorada de él, porque él hacía lo mismo y porque merecía la pena recibir un mensaje de gracias a la media hora de enfadarnos, o uno de que había entendido todo en clase y que tenía un buen día.
Comprendí que sus problemas eran también los míos, y que solo quería que entendiera que íbamos a luchar juntos y que le quería. Que era muchísimo más y podía muchísimas más de lo que él imaginaba, yo lo sabia, porque me había enamorado de una persona fuerte e increíble y eso no había cambiado.⚛︎