No mires

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Su piel es tocada con suma delicadeza, los labios delinean cada centímetro de ella degustando tal festín; la respiración caliente eriza sus terminaciones nerviosas.

Sus manos, que en ese momento se encuentran inmóviles a su costado se elevan de forma inconsciente para poder tocar a su amante, pero otras lo detienen haciéndolo fruncir el ceño; entonces recuerda todo como si un flash apuntara en su dirección y lo cegara.

-Detente.

Porque aquello está mal, porque quien lo toca no es la persona que ama y siente el peso de sus acciones en sus hombros. La tela que cubre sus ojos no es suficiente como para evitarle el ver lo incorrecto de la situación.

Regresa su visión y con ella la imagen de un adolescente sentado a horcajadas sobre él con sólo sus calzoncillos puestos; los ojos tan rojos como rubíes acarician sus facciones con miedo a su rechazo en tanto sus manos se aferran a su camisa blanca con fuerza.

-No puedo hacerlo.

Aquella declaración hace brotar lágrimas en los ojos tan atrayentes y aunque no escapan de su prisión lo hacen sentir un cobarde, porque lo prometió; porque en el fondo lo único que haría sería utilizarlo como un muñeco de remplazo, siendo no más que una salida para su putrefacta alma.

Y el arrepentimiento que siente no es suficiente como para terminar lo que empezó, quiere levantarse; huir de aquella habitación que está engullendo toda su desolación transformando su ser en un monstruo sin corazón.

Una pequeña mano acaricia un mechón de color plata capturando su atención, él parece tranquilo, no existe comparación con quien lo miraba segundos atrás; ahora la decisión esta marcada en sus pupilas y poco a poco se aproxima a su víctima.

Los dedos acarician sus párpados invitándolo a cerrar los ojos, en tanto ambas respiraciones chocan unas con otras. Y pierde, lo sabe cuando siente la pesadez llegar, casi como si una serpiente estuviera hipnotizando una parte de si que quiere sucumbir a la oscuridad y entregarse a algo prohibido.

Porque sólo basta con cerrar los ojos para que Steven se deje llevar, ocultarle a su corazón que aquel chico no es el hombre que ama y quien jamás corresponderá a sus sentimientos.

Ruby no es Wallace, pero es el único que comprende la soledad que representa el amar a alguien que jamás será tuyo.

-Cierra los ojos- la petición es un susurro, como el canto de una sirena atrayendo al incauto marino.

Y Steven cede, porque una parte de su alma ha encontrado refugio con sólo cerrar su corazón a la verdad.

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