Capítulo V

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Septiembre 09 1996

—Si pudiera pedir un deseo este sería que mi mamá despierte.  ¿Por qué despertar? Porque ella está en una pesadilla de la que no termina desde aquel día.

[...]
—Tock-Tock-Tock

—¿Que te pasó en el rostro?
Estás sangrando; déjame curarte!.
—Tengo algo mejor que mostrarte.

Seguí a Hyeon-U hasta el techo.
Él sostuvo unos papeles hasta llegar a la azotea y luego los puso en mis manos.

—Ves estos papeles.
—Si.
—Son las partituras que compuso mi madre.

Hyeon-U sangraba por sus cejas y sus labios. Parecía que una pandilla lo había golpeado.

Sus ojos estaban sollozos; podían competir con la luna. No sabía si mirar sus heridas o la enorme ilusión que erradiaba en su mirada.

—Las encontré  Suk-Ja. Por fin las encontré.

No pude decir una palabra enmudecí  al verlo. Me rompía el corazón  verlo abrazar esos papeles. Nunca vi a Hyeon-U llorar así en toda mi vida.

Él se arrodilló a abrazar esas partituras y  a llorar mientras decía: 
—Las encontré. Por fin las encontré.  

Era todo lo que le quedaba de su madre. Esa era su única manera de mantenerla viva.
Yo solo podía mirarlo mientras lloraba con él.

—Gracias mamá de Hyeon-U por dejarle ese enorme tesoro, por dejarle su alma en esas líneas. Gracias: por darle a Hyeon-U una razón, una esperanza.

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