CAPÍTULO SEGUNDO

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Por fin despierto, no estoy en mi habitación habitual, era cierto lo que dijo Elizabeth, me trasladaron de cuarto.

A mi no me molestaba mi antigua habitación, no mucho. Después de todo era blanca, mi color favorito, todo allí era blanco menos la pesada puerta metálica que había en  la entrada, era de color gris, y al igual que ésta los barrotes metálicos de la ventana. Esas dos cosas eran las únicas que no me gustaban.

Recuerdo todo lo que sucedió, me siento mal, no debí hablarle así a Elizabeth. Técnicamente ella nunca me ha hecho nada malo, pero sus comentarios duelen, lastiman. Ella no puede compararme con una persona normal, mucho más conociendo mi situación física y psicológica.

Me duele aún el cuello, siento mucho dolor en general, pero no solo físico, me duele el corazón, no me gusto, no me gusta mi vida, y mucho menos las personas de las que estoy rodeada. Me siento en mi cama y observo mi nueva habitación. Es más grande que la anterior pero ésta no es blanca, sus paredes son color lila, no es mi color favorito, obviamente, pero tampoco lo odio. Hay un mueble bajo la ventana, el mueble es pequeño, negro, sin espaldar y sin brazos. Al lado derecho de éstos estaba el escritorio, era de madera, se veía antiguo, eso me gustaba. Tenía varios cajoncitos para organizar todo lo que va en él.

Estoy tan emocionada, mi ventana no tiene barrotes, pero tampoco puedo abrirla, está cerrada con llave. Me gusta la vista desde mi ventana, me gusta mucho, por ésta se puede ver el jardín trasero del internado, mi lugar favorito. El patio trasero tiene árboles y el piso está cubierto de hierba siempre bien podada, todo el hospital está cercado por espesos arbustos altos, son muy lindos pero a la vez impenetrables.

Me gusta, cuándo no hace frío en extremo, bajar al jardín trasero con Axel y sentarme bajo un árbol junto a él a conversar, o a leer, o simplemente a hacernos esa compañía que tanto necesitamos.

La puerta del baño es blanca, igual que la puerta del baño de mi habitación anterior, todo el baño en su interior es blanco, me gusta, el blanco me da paz, esa paz que tanto me hace falta. Este baño es un poco más pequeño que el anterior pero no tengo problema con eso. Lo único que sigue sin gustarme es la pesada puerta de acero de la entrada.

Me dirijo hacia el mueble negro, encima de él se encuentra mi maleta con mis pertenencias. Abro mi maleta, saco toda mi ropa y la pongo sobre mi cama, voy a mi armario, es de madera y pequeño como el anterior. Acomodo toda mi ropa en su interior, guardo también en él mis zapatos y en un cajón pequeño dentro del closet sitúo mis collares, mis anillos y mis pendientes.

Vuelvo a mi maleta, saco mi shampoo, mi acondicionador y mis jabones. Me dirijo al baño y entro en la ducha, allí pongo mi shampoo , mi acondicionador y un jabón. Mi otro jabón lo pongo en el lavamanos. regreso dónde está mi maleta y tomo mi navaja, regreso al baño y remango las mangas de mi vestido, Axel al verme así y con la navaja en la mano intenta detenerme así que cierro la puerta del baño con seguro. Sigo viendo mis muñecas, mis brazos, algunas heridas seguían frescas, otras por el contrario estaban cicatrizando, tenía muchos cortes, ya no me cabía ni uno solo, mis brazos duelen y desde hace cuatro años que empecé a autolesionarme, mis brazos han perdido mucha fuerza y siempre los escondo con mi ropa. Tomo firmemente la navaja y la abro, la mayoría de mis cortes son de manera horizontal. Pongo la punta de mi navaja en mi muñeca y empiezo a bajar con ella verticalmente haciendo presión y pasando por la mayoría de mis anteriores cortes, ésta nueva herida es bastante grande y la sangre no tarda en comenzar a salir, retiro la navaja y la dejo en mi lavamanos, está llena de sangre así que la enjuago.

empecé a sentirme mareada, la sangre no paraba de salir, abro el agua del lavamanos y empiezo a enjuagar mi brazo, retirando la sangre y dejándome ver el corte, es largo y algo profundo. Me quito mi vestido como puedo y lo amarro en mi herida para que deje de sangrar. La presión hace que me duela más. pero sé que es mejor que dejarme mi brazo descubierto. El mareo cada vez aumenta. Me siento en el piso del baño y me recuesto hacia mi lado izquierdo. El dolor no desaparece, la sangre no deja de brotar y no quiero llamar a nadie.

Cuándo Las Estrellas Se ApaguenWhere stories live. Discover now