5. Árbol

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Si has llegado aquí preguntándote dónde está el reto 4, siempre quise hacer este reto por orden, pero he decidido esperar un poco más para hacer esa palabra, mi idea es hacer esa palabra más tarde, espero que sigáis igualmente disfrutando del reto.

La joven hija del emperador cosía en su jardín, bordaba un mantel para el té, con encajes en la tela de seda. Llevaba el pelo suelto, una flor en el pelo y un kimono blanco, iba de luto por una de sus hermanas, el blanco no era un color que le agradase pues le recordaba a la palidez de la muerte, su familia se mantenía en silencio todo el tiempo posible en señal de respeto, siempre estaban rezando. Después de un año de luto, su padre decidió quitarle el luto pues ya era hora de que su hija tomase un marido y se casase. Eso no era algo que a la chica le apasionara, pero sabía que era su destino. Notó una mano en su hombro, su madre se sentó de rodillas a su lado.

-Hola mi pequeña flor.-la saludó apartando el pelo de su cara.

-¿Puedo ayudarte, madre?

-Me gustaría que fueses a que te lavaran y que por fin tirases ese dichoso traje.

-¿No llevaré más este kimono?

-No, ya es hora de que vuelvas al dorado y al rojo, siempre han sido tus colores.

Yumi sonrió y abrazó a su madre, aunque no sabía porqué su progenitora se lo decía, la joven princesa se levantó y corrió hacia el baño, su madre miró al suelo y se agarró el pecho ahogando un grito, notó como la tristeza se invadía de ella, sabía que en dos días se llevarían a su hija para siempre, se convertiría en una concubina de algún emperador, faraón, califa, rey, o como quisieran llamarlo, solo un hombre que la utilizaría como un útero con piernas. Nunca más sería una niña que bailaba en el jardín, con un carácter introvertido, la favorita de sus hijas, la más parecida a su madre. Akiko se puso la mano en el corazón, como si quisiera darse cuenta de que seguía latiendo.

Por otro lado, en un coche de caballos, el joven príncipe de Alemania miraba a su hermano mayor, Derek Stern, él era diez años mayor que él, si Ulrich tenía catorce años, su hermano estaba cerca del cuarto de vida. Era un hombre alto, gordo, pues jamás se había privado de los privilegios de ser un príncipe y mucho más, un heredero. Con barba sin cuidar, el pelo largo por los hombros, jamás dejaba el vino a un lado. El más joven de los príncipes seguía leyendo sus notas de japonés básico. Quería expresar su respeto hacia al familia de quien se convertiría en su cuñada.

-¿Cuándo va a empezar este niño a beber? ¡Ya tiene edad!-dijo su hermano.

-Cuando tú no te lo bebas todo.-respondió el adolescente de mala gana.

-¡Ulrich! No hables así.-le regañó su madre.

Ulrich hizo oídos sordos y siguió leyendo sus notas. Descubrió que los idiomas no se le daban para nada mal, que de hecho, había aprendido una lengua tan complicada como el japonés en menos de un año, cierto era que había estudiado todas las mañanas y tardes, cuando no tenía otras obligaciones como asistir a sus clases de lucha, a la iglesia o a sus varias obligaciones como hijo del rey, pero al no ser el heredero, estaba bastante libre, además, contar con un profesor nativo, estaba muy bien también.

-¿Qué será lo primero que hagamos al llegar? Comeremos algo, ¿No?

-Espero que tengan reservas de arroz para un titán cuando llegues tú.-murmuró el joven hacia su hermano.

-Ulrich.-volvió a llamarle la atención su madre.

A la misma vez, el emperador lo preparaba todo para recibir a la familia real alemana, su mujer se acercó a él y puso la mano sobre su hombre.

veinticinco momentos. Ulrich y YumiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora