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querido diario, creo no soy el único.

cualquiera diría que los quince años-casi dieciséis-es una edad para experimentar y descubrir cosas nuevas a raíz de esto, pero digamos que bakugo me respeta lo suficiente para no volver a tocar el tema indirectamente luego de notarme incómodo.sí, sí estoy en la edad de las hormonas revueltas pero no me interesaría probar cosas que me harían sentir mal, no sé si me explico.pero hablo del sexo.

sólo sé que me agobié cuando bakugo sacó eso y acabé pidiéndole que me dejase salir un poco a tomar el aire.necesitaba despejarme.

mientras daba un corto paseo por la calle en la que se encontraba la casa de bakugo, escuché un sollozo proveniente de cierto descampado el cual recordaba por haber jugando ahí de pequeño.

fue triste sentir como mi pecho aún se sentía oprimido al ver las imagines de un yo pequeño corriendo a esconderme tras unos barriles de metal, ya que los niños me decían "la chica que se cree chico" al superarles jugando al fútbol.irónico.

pero me vi ahí, con los ojos rojos de tanto llorar y los labios sangrando de tanto morderlos intentando callar mis sollozos y era muy doloroso, más de lo que me gustaría admitir.
las rodillas raspadas por haber caído una vez eché a correr de aquel juego y como mi niñez cada vez se manchaba más de dolor, tanto que aún siendo adolescentes y estando en una etapa de cambios iba a tener que arrastrar ese dolor.

aunque esta vez era diferente pues delante mía estaba yo, pero en realidad era una chica de cabellos rojizos como el fuego, la piel delicada como la nieve y sus inusuales ojos llenos de lágrimas.

azul y verde.así eran aquellos ojos que denotaban todo el dolor del mundo.

me vi a mi, pero también lo vi a él sufriendo.

esta vez alguien pudo abrazarme, o bueno, pudo abrazarlo a él para que la historia no se repitiese de la misma manera.

disforia; kiribakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora