Repasó sus nudillos con fuerza, exhaló por enésima vez el cálido aliento en su interior y volvió a negar. Negaba y negaba sin despegar sus orbes penetrantes de la camilla del hospital.
Negaba y volvía su vista al enérgico chico a su lado, mientras volvía a suspirar.
No lo entendía, realmente no comprendía que deuda estaba pagando con ese presente tan inapropiado —según él— que vivía.
Tomó el puente de su nariz y lo apretó, contó consecutivamente del uno al tres y expiró aún más profundo que las anteriores veces. Consultó el reloj analógico sobre la cabecera de la cama en el hospital, se alzó de hombros y negó, nuevamente. Ya había perdido la cuenta de cuantos veces lo había hecho en ese pequeño lapso de tiempo —¿Podrías quedarte aquí, enano? —preguntó al chico a su lado, quién no tardo en asentir efusivamente.
—¡Puedes confiar en mí, Kid!
—Ya lo sé, enano —lo observó colocar un mohín demasiado tierno en sus labios y no pudo ocultar el pequeño sonrojo que se colocó en sus mejillas— ya lo sé —volvió a repetir.
• • •
Tomó con fuerza su pecho por sobre su camiseta sin mangas y la estrujó, mientras recordaba a los dos chicos en la habitación del hospital. Le fue inevitable que un color escarlata y casi imperceptible surcara sus masculinas facciones y un repiqueteó retumbará en sus oídos.
Pronto se vio interrumpido por el llamado de una enfermera joven y atractiva. —¿Es usted el señor Eustass? —el chico asintió casi sin ganas y se levanto de su asiento. La chica solo pensó que el muchacho era realmente alto—. Es hora de su cita, ya puede pasar a consulta —el nombrado agradeció y caminó detrás de la chica, quién le guiaba el camino.
• • •
Estaba sentado sobre la pequeña camilla de la espaciosa consulta de aquel hospital, cuando iba a visitar a su amigo, —cuando repitió la palabra amigo en su mente, su pecho dolió ligeramente— no recordaba que fueran tan amplias. El médico en turno, le pidió amablemente que respirara mientras él le colocaba el frío estetoscopio en su espalda y le ordenaba que exhalara el aire retenido. Con una mueca de desagrado, acató la orden y lo repitió las veces en que el colocaron el helado instrumento en diversas partes del torso y pecho. —Y bien, doc, ¿podrá realizar algún diagnóstico efectivo con esto? —preguntó incrédulo por lo fácil y rápido del chequeo, mientras se vestía nuevamente.
—¿Podrías decirme como te has sentido y que es lo que te molesta? —cuestionó mientras caminaba hacía su ordenado escritorio—. También podrías decirme desde cuando estás así —añadió mientras se sentaba en la silla de cuero negro y rebuscaba algunos papeles en la pila de hojas perfectamente acomodadas por tamaño y color.
El chico tomó la silla de madera, corriéndola hacia atrás se hizo un espacio y se sentó en ella. Suspiró, otra vez y dejó caer sus manos sobre sus piernas, mientras las enlazaba las una con la otra, frotando sus palmas, corriendo el pulgar por el centro de la mano y regresando a la posición original, y repitiendo el paso con la otra mano, así consecutivamente, apremiando sus nervios para que pudiera contestar serenamente la pregunta que le realizaban.
—Me duele el pecho, mucho —comenzó a relatar, mientras enfrentaba la expectante mirada del médico, que escribía algunas cosas en una pequeña libreta— mi garganta arde —carraspeó— y mi espalda también. Arde demasiado —se calló un momento y se aventuró a abrir sus labios sin emitir algún sonido, el galeno lo observó con detenimiento sobre sus gafas de metal y lo apremió mudamente a continuar— y a veces, siento como si algo recorriera mi aparato respiratorio —terminó por decir ante la asombrada mirada.
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El chico que vivió para escupir flores. 「Kid Law Luffy」
FanfictionEstaba maldito, lo estaba y renegaba, volvía a repetírselo y volvía a tomar sus pastillas azules. Estaba maldito, porque uno nació y el otro murió para escupir flores, a él solo le quedó la opción de vivir para escupirlas. No podía ser correspondido...