Capítulo cinco: No era un flor, sino dos en su interior.

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Jinbe, el extravagante y amigo mayor del pequeño pelinegro lo miraba con bastante desaprobación, estaba tomando una taza de té de manzanilla, lo sostuvo con su derecha, mientras que con la mano contraria —la izquierda— sostenía el pequeño platito de porcelana, por mero código de etiqueta más que por otra cosa en especial, había escuchado hasta el más mínimo detalle de la historia que le contaba el chico del sombrero de paja, como se había enamorado de aquellas chicas y luego como se enamoró de Trafalgar, también le había contado que Kid se le había confesado el día anterior; mientras se culpaba así mismo una y otra vez, para volver a encogerse sobre sí por mera costumbre, no podía observar ningún tipo de sentimiento en los ojos carentes de brillo, lo vio hacerse un ovillo en aquella poco concurrida cafetería de manera automática, lo observó tomar sus rodillas entre sus delgados brazos, subiendo sus pies aún con las sandalias puestas y valiéndole muy poco el ensuciar el acojinado asiento, lo miro hacerlo de manera tan mecánica, que se preguntó sí era el mismo chico enérgico que había conocido tiempo atrás —¿Por qué te culpas? —preguntó al fin, después de un pequeño rato en silencio, aún con la desaprobación en su mirada— ¿por qué no me contestas? —preguntó, de nuevo, al no obtener una respuesta del muchacho, que solo lo observaba con la mirada apagada.

Se tomó su tiempo en responder, bajando su pierna derecha, colocando la planta del pie sobre el suelo, rodeando con su brazo izquierdo su rodilla que aún mantenía alzada y colocando su cara ahí, sobre la pierna flexionada —¿Y no tengo yo la culpa, Jinbe? —cuestionó de manera tan apagada que la voz apenas y era audible— no debí meterme jamás en sus vidas, ni en la de Vivi, ni la de la profesora Robin, mucho menos la de Law ni Kid —se detuvo durante un instante, bajando su pierna izquierda, colocando ahora ambos pies sobre el piso, y estrelló las palmas de sus manos abiertas en la mesa de cristal de la cafetería— seguramente sí yo no existiera en sus vidas, nadie me miraría con lastima y hasta Law y Kid podrían ser felices ellos juntos —dejó caer su espalda en el respaldar del asiento y suspiró profundamente, liberando el oxígeno por su boca, de manera cansada— solo soy un estorbo y una maldición en sus vidas, Jinbe.

Su acompañante terminó su bebida de manera calmada y posó de nuevo su oscura mirada en el chico delante suyo, estaba cargando demasiado en sus espaldas, aún y cuando todos les decían que no debía culparse por las situaciones en las que estaba involucrados, al final el destino se lo forja uno mismo, con base en sus decisiones. Jinbe estaba seguro que no lograría nada hablándole de manera empática y cariñosa, Luffy necesitaba una voz fuerte y dura, una voz que lo hiciera recapacitar y que le hiciera entender que victimizarse no lo llevaría a ningún lugar, o tal vez, solo a uno, uno en donde perdería aquellas personas y cosas que aún tenían el mínimo valor para él.

El hombre mayor, suspiró, cansino.

¿Y has logrado algo culpándote? —dijo, después de un momento de permanecer callado, observando que el chico aún se mantenía en pie, recargando su peso en las palmas abiertas que apoyaba sobre la mesa de cristal. El chico lo miro con el rostro desencajado, reflejando —por primera vez en mucho tiempo— duda—. ¡Respóndeme, ¿qué es lo que has logrando victimizándote todo este tiempo?! ¿Trafalgar ha salido del coma? —el muchacho escurrió sus manos por la superficie de cristal, dejando que colgarán a cada lado de su cuerpo, tomó una bocanada de aire e inmediatamente negó con su cabeza— ¿Eustass ha sido dado de alta? —ahora el chico cerro sus manos en dos puños, con algo de brusquedad y volvió a dar una negativa— ¿Vivi, Kohza, Robin o Rebecca alguna vez te han llamado maldito? observó como el más joven abría su boca pero la cerraba casi al instante y, de nuevo, volvía a negar—. ¡No has logrado nada porque no tienes que lograr nada, Luffy! Nadie —se detuvo un instante, instante en que el pelinegro hacía contacto con su mirada— nadie elige a quien amar y nadie elige ser un enfermo. Sí tú decidiste que lo mejor era operarte por tercera vez, era tu decisión, sí Trafalgar se negó a la ayuda, aún sabiendo que tú no podías amar, es decisión de Trafalgar —el contrario se derrumbo en la banca, sintiéndose aún abatido y ligeramente aliviado, nadie lo entendía y solo pudo encontrar refugio en ser la única víctima, nadie lo entendía mejor que Jinbe, quien era uno de sus pocos amigos que le hablaba con mano dura y sin rodeos ni tapujos— y sí Kid está enamorado de ustedes dos, él es el único que puede decidir su destino. Tú no puedes entrometerte en la vida de los demás y mandar sobre ella, Luffy.

El chico que vivió para escupir flores. 「Kid Law Luffy」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora