La camioneta tipo pick up modelo 96 desapareció por la carretera de asfalto que estaba justo al lado de la gran entrada del hospital, bajó la mano que tenía en alto en señal de despedirse, y suspiro —lo odiaba, lo odiaba sobre manera ese jodido gesto—, volvió sobre su propio eje y dejo caer sus hombros, cansino y harto, ahí estaba de nuevo, frente al gran edificio pulcro y blanco, ahí estaba frente a esa puerta de cristal grande e impecable, la puerta que traspasó miles de veces solamente para dirigirse a la oficina del moreno de tatuajes y observarlo mientras trabajaba, la puerta que traspasó un millón de ocasiones solamente para invitar al chico en plan de amigos a salir a cenar después de la guardia —aún cuando el pelirrojo hubiese tenido un día completamente agotador en la facultad, estuviera cubriendo su servicio social y tuviera un trabajo de medio tiempo, trabajo que tenía cerca de ahí por el mero hecho de observar a la distancia a ese médico que le había robado los suspiros—, la puerta que traspasaba cada día para ir a visitar a Trafalgar, que estaba postrado sobre aquella pulcra, blanca y fría calma del hospital, la puerta que traspasaba cada día para ver como el chico iba perdiendo más masa muscular con el trascurso de los días, como su tez morena se volvía cada vez más blanca, más pálida, más enferma, la puerta que traspasaba cada día para observar como la vida de Law se escapaba por ese gotero intravenoso que, según, lo mantenía con vida, que según, lo aferraba a este mundo.
Sin despegar aún la vista del imponente edificio, también recordó al chiquillo moreno de sombrero de paja con la risa extendida por todas sus mejillas, recordó las veces en que lo había visto junto a Law, preguntándole hasta el mínimo detalle, recordó las veces en que su boca formaba un exagerado puchero cuando Law le gastaba una broma, recordó las veces en que les llevaba un almuerzo de lo más soso pero hecho por él mismo para que los tres comieran en el descanso de Law, recordó las veces en que el chico se peleaba con ambos y comenzaban a gritar, y a gritar más alto y más alto, y, que al final los tres terminaran estallando en risas. Lo recordó risueño, alegre, feliz, enamorado. Aún con la penetrante y perdida mirada en el inmueble, recordó al chico con una risa falsa mientras se culpaba y una y otra y otra vez por la situación de Trafalgar, recordó al chico con la mirada inexpresiva mientras decía la razón porque no podía llorar, no podía reír libremente, recordó al chico cuando le insinuó que él no podía preocuparse, velar o tener alguna clase de sentimiento por él, porque perdió su capacidad para amar. Y le dolió, le dolió tan fuerte que rápidamente cayó de lleno en el piso, sostenido apenas por sus rodillas y una de sus manos, la derecha, y la izquierda se la llevo a la boca, aguantando las arcadas, tratando de aminorar el malestar en su estómago, evitando que, de nuevo, vomitará. El dolor se hizo más y más insoportable, más y más se extendió a lo largo y ancho de su pecho, por su tórax hasta llegar a su garganta. Ya no podía, no contenía las grandes ganas de devolver lo que retenía en su tráquea.
—¿Kid? —cuestionaron justo a su lado, con la voz neutra.
Movió su cabeza hacía donde provenía la voz, ya sabía de quien se trataba pero quería cerciorarse al cien por ciento que era el pequeño chico de infaltable sombreo raido de paja —¿Qué quieres, Mugiwara? —preguntó con dificultad por el dolor en su cuerpo.
—Quisiera decirte que estoy preocupado por ti —se detuvo un momento y dejo caer los hombros— pero no puedo hacer eso. Pero te ves algo... pálido —lo observo un minuto sin ápice de comprensión, sin ápice de empatía, solo lo observo unos segundos y lo tomó de la mano— vamos con el médico, seguro él sabe qué te pasa.
Kid quiso llorar, quiso llorar por las palabras y las acciones del menor, quiso llorar porque en ese instante recordó a ambos chicos, recordó la forma en que se enamoró de cada uno de ellos, recordó a los chicos, sus caras, sus facciones a veces infantiles, a veces serias, a veces preocupas. Recordó las veces en que él se quedó embobado observando al par de pelinegros, sin percatarse que también era observado y le preguntaban qué era lo que pasaba.
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El chico que vivió para escupir flores. 「Kid Law Luffy」
FanficEstaba maldito, lo estaba y renegaba, volvía a repetírselo y volvía a tomar sus pastillas azules. Estaba maldito, porque uno nació y el otro murió para escupir flores, a él solo le quedó la opción de vivir para escupirlas. No podía ser correspondido...