Prólogo

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Mi nombre es Rocky Lynch... Y soy un grave error de la naturaleza.
¿Por qué? Bueno, eso lo sabrán después.
Dos años después de mi nacimiento, llegó mi hermana, Lizza. Una niña encantadora... que siempre ame hacer sufrir.
Los recuerdos de mi infancia se integran de eso.
Centenares de momentos en los que su miedo y su tristeza me daban un placer que más que culposo, era agradable.
Pasaron los años.
Yo descubrí lo que era y porque estaba ahí.
Un vil demonio, sembrando discordia en la tierra.
Descubrí que el odio y la ira de las personas eran mi alimento. Descubrí que el afecto no formaba parte de mi naturaleza. Y por último, descubrí que por alguna razón, lo que había empezado como un odio innato hacia Lizza, había ido a parar en un sentimiento que no me era permitido tener.
Me enamoré de ella. De sus miedos y sus rencores.
Me enamoré de su odio y su ira.
Me enamoré de su cuerpo y sus placeres, incluso aunque no los compartía conmigo.
Sin embargo, de alguna manera, yo podía sentir todo lo que le ocurría a su ser.
No cabe duda de que siempre hubo una clase de conexión, incluso después de su prematura muerte.

Fue en noviembre de 1906. Yo tenía diecinueve años entonces... Ella 17.
Aquella noche, la vibrante sensación de excitación que me anunciaba cuando ella estaba dándose placer, no me dejaba dormir. Me levanté de mi cama con una sola intención: acabar de una vez por todas con ese juego de seducción que compartíamos desde poco más de un año atrás.
Quería hacerla mía, tan mía que nunca desease retozar en la cama de ningún otro hombre.
Por supuesto, muchos pensarán que eso es algo inmoral... ¡Éramos hermanos! Pero deben entender que cuando se es como yo, no hay manera de detenerse. El cuerpo quiere lo que quiere y lo consigue a costa de todo.
Después de todo, eso es parte de la naturaleza demoniaca, ¿no?

En silencio me escabullí a su habitación, y entré en su cama con tanta suavidad, que ella solo notó mi presencia hasta que mi mano se sumergió debajo de su vestido, acompañando la suya que estaba ya dentro de su ropa íntima.
-¡Rocky!-exclamó en voz baja. Ambos sabíamos que si nuestros padres nos atrapaban, estábamos muertos.
-Calla- le susurré al oído, mordiendo el lóbulo de su oreja, lo que le hizo soltar un suspiro.
Con un firme movimiento, la voltee boca arriba y la obligue a sacar la mano de su intimidad. A partir de ese momento, las caricias iban de mi parte.
-Rocky... no debemos de...-me dijo ella, con un tono casi suplicante. Como es de esperarse no obedecí. Abrí sus labios con mis dedos y recorrí su clítoris con uno de ellos.
-Rocky, creo que esto no es correcto-insistió, tomando mi mano con toda la fuerza que tuvo y poniéndola fuera de sus bragas (si es que se le puede llamar así a la ropa que llevaba puesta).
Recuerdo el aroma de su sudor, combinado con el de su temor. Una embriagante sensación de adrenalina me inundo.
Yo deseaba a esa mujer.
-Nadie se enterará- prometí. Pero ella parecía decidida a poner resistencia.
-Yo me enteraré.
-Si... Y te juro que cuando terminemos, suplicarás por más.
Me agaché, hasta alcanzar con mi boca uno de sus senos aún envueltos en la tela de su suelto vestido que usaba a modo de pijama.
Lamí hasta dejar empapada la fina tela y despertar el pezón que ocultaba debajo de ella. Entonces, empezó el juego.
Lizza era reacia a cooperar, pero yo sabía que ella estaba deseándolo. Sentía su morbo vibrar por todo su cuerpo.
Mordí aquel montículo, mientras paseaba mi mano debajo del vestido, buscando su otro pecho. El cual, una vez encontré, empecé a pellizcar sin cuidado, lo que dio paso a una serie de excitantes jadeos que salían de los labios de Lizza.
Una vez que di servicio a ambos pezones, baje una de mis manos a explotar su zona sur.
Me tope con el vello de su monte de Venus y lo acaricié, antes de llegar de lleno a aquella zona en especial que de solo pensarla me volvía loco.
Apenas enterrar mis dedos entre aquellos carnosos labios, sentí el abundante líquido que los recorría y no pude evitar gruñir de gusto, al sentir como mi miembro cobraba aun mas dureza.
Tras recorrer una vez más su clítoris, hundí dos de mis dedos en su interior, ocasionando un profundo gemido de ella.
Saque casi por completo la extensión de mis dedos, y los volví a hundir, con fuerza.
Para ese momento, mi hermana ya estaba perdida entre la agonía del erotismo del momento.
Repetí el movimiento una última vez, antes de sacar mis dedos de su cavidad.
Me levanté de la cama, para quitarme el pantalón y mi prenda interior y me volví a acostar en la cama, con mi palpitante miembro desnudo.
Acosté a Lizza de tal forma en que me diera la espalda. Localicé su entrada y la penetré lentamente desde atrás.
Ella quería gritar de placer o dolor (eso nunca lo supe) pero no le permití hacerlo. Cubrí su boca con una de mis manos, mientras la otra empezaba a amasar uno de sus senos.
Hundí mi dureza hasta el fondo de su vagina, de tal forma que mis testículos golpeaban sus piernas.
Lizza dejo escapar un gemido cuando empecé a salir de ella, con la intensión de volver a entrar, esta vez con más intensidad.
En ese instante juré que jamás olvidaría ese momento.
Mi miembro escarbando entre sus piernas, y ella abierta para mi. Sus jugos derramándose de la excitación. Sus pezones rogando por atención y las sábanas impregnadas de nuestro sudor.
Percibí una de sus delicadas manos, masajeando la parte de mi miembro que se conectaba a su entrada, llenándose aquellos dedos de dama de su propia viscosidad. Paseándolos por su clítoris, cada vez con más fiereza, buscando desesperadamente el clímax, al mismo tiempo que yo bombeaba en su interior con más fuerza y velocidad. Hasta qué finalmente ella alcanzó el orgasmo.
Sentí sus músculos internos palpitar y fue entonces, cuando el éxtasis me alcanzó también. Liberé todo mi semen en su interior.
Lamentablemente, para ella había sido suficiente, así que una vez que las contracciones de sus paredes cesaron, se separó de mi, mirándome con repugnancia.
Tomó un abrigo de su armario y salió corriendo de la habitación, con lágrimas en los ojos.
Yo la seguí un par de minutos después, ya que tenía que vestirme.
Lamentablemente, no la alcancé. Al menos no a tiempo para evitar que se arrojara al caudaloso río.

Love me again -Rocky Lynch y tu- HOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora