Con las manos temblorosas, me recogí el cabello para que no me estorbase y me incliné sobre aquella enorme pija con la intención de saciar a su dueño, con mi boca. Tal como el chico me había ordenado. Estaba asustada de lo que pasaría a continuación, y pensar que todo aquello estaba ocurriendo gracias a mis apresuradas decisiones, no me ayudó en nada.
Llegado a ese punto, si te dijera que hacia casi veinticuatro horas había sido solo una chica en un club nocturno, embriagándome para olvidar todo lo relacionado a mi compromiso, creerías que estoy mintiendo, pero no es así.
En efecto, hace poco menos de un día, mi padre y uno de sus más serviciales lacayos, festejaban un convenio por mi mano.
Una enorme cantidad de dinero y el nombre de una empresa a cambio de su única hija, era en definitiva para mi padre, una oferta que no se podía pasar por alto.
Él sabía de negocios, o al menos, eso presumía.
Por supuesto, mi prometido era un cerdo sexista que conseguía amantes por donde quiera que iba, aunque a mi padre dejó de importarle eso al momento de la oferta.
Yo estaba debastada. Solo tenía diecinueve años y bastantes expectativas de vida, y como era de esperarse, no iba a quedarme de brazos cruzados.
Decidí pedir permiso para salir a un centro nocturno (después de todo, era lo menos que mi padre podía hacer por mi, después de venderme), y seguí ese estúpido impulso latente de revelarme ante mi progenitor y el hombre que él me había escogido como prometido.
Había estado coqueteando estúpidamente con aquel desconocido, incitándolo a acercarse a mi en la pista de baile, sin importar el riesgo que implicaba.
Sus ojos no se separaban de mi y a mi me fascinaba sentirme observada por esa penetrante mirada olivada.
Me acerqué a la barra del bar con fin de refrescarme un momento y justo antes de pedir una bebida, aquel hombre se sentó a mi lado y se atravesó entre mi y el sujeto que atendía.
Sonrió.
Solo eso, sonrió y yo ya sentía que mi cerebro estaba sufriendo un corto circuito.
-¿Calor?- me preguntó, extendiéndome una copa llena de algún líquido transparente, bastante parecido al agua.
Sonreí ampliamente y dije con confianza:
-¿Sabes? Muchas personas desconfiarían de ese trago. Y yo también.
-No parecías tan convencida hace un momento, cuando me provocabas para acercarme a ti mientras bailabas.
-Eso era antes de que me invitaras esa bebida- dije, siguiendo su juego. Y sonriendo como si tuviera el control de la conversación.
-Bien-dijo tirando la copa por el borde de la barra y siguiendo con la mirada su trayecto hasta el suelo, donde el cristal se hizo añicos- ¿Ahora tu confianza ha vuelto?
-No estoy segura. Ni siquiera te conozco-contesté.
-Una respuesta diplomática...-comentó, tomando un trago a una nueva bebida que me pareció, ni siquiera había estado ahí hacía un segundo.- No has cambiado nada.
-¿Cambiado? ¿Acaso nos conocemos?- pregunté sonriendo. Jamás había sostenido una conversación más vaga e interesante con nadie.
Y justo al momento en que aquel pensamiento atravesó por mi mente, sentí una presencia a mis espaldas y vi como el chico cuyo nombre desconocía, se tensaba.
Voltee un poco, solo para encontrarme con el par de gorilas que me habían escoltado desde casa, por órdenes directas de mi padre.
Cuando regresé la mirada, descubrí con algo de sorpresa, que detrás del atractivo muchacho, estaban dos tipos fornidos y con mirada letal, que parecían dispuestos a despellejar a mis guardaespaldas si se atrevían a meterse con su amigo.
Con una mirada, les indiqué a los empleados de mi papá que se alejarán. Yo les haría saber si los necesitaba.
Lo último que quería era armar un escándalo, porque si eso sucedía, sabía que no podría conocer al misterioso muchacho que hacía que en mi interior las mariposas emprendieran el vuelo.
Los dos acompañantes de él también se marcharon. Y yo, le sonreí al sujeto.
-Parece que te cuidan mucho, princesa-me comentó.
-Es solo la punta del iceberg-confirmé vagamente, quitándole mucha importancia-¿Puedo saber tu nombre?- me incliné hacia él, mientras me dedicaba a curiosear con los dedos en el cuello de su camisa.
-¿Cuál es el tuyo?-apostilló y entendí que los nombres salían sobrando.
Igualmente yo quería que supiera el mío, porque sabía que cuando él lo pronunciase, en mi interior correría un río de excitación.
Y quería sentir aquello, en un lugar tan público como ese.
Me bajé del banco del bar y empecé a caminar de espaldas, directamente a una puerta que había detectado desde hacia varios minutos atrás.
-________... ________ Clarke- le mencioné, cuando él aún estaba cerca, y sin quitarle la mirada de encima, me escabullí por aquella puerta, desapareciendo de todos, menos de él.
El sitio era pequeño y con muy poca luz.
Entonces, hallé los escalones y a oscuras, los bajé.
Al llegar a la mitad de la escalera, una luz proveniente de la puerta por la que había entrado, se abrió paso por el lugar. Y vi la silueta de aquel joven, entrar.
Un segundo después, todo se quedó negro de nuevo.
Seguí mi camino escaleras abajo, escuchando los pasos del chico detrás de mi.
Al llegar al piso inferior, activé el interruptor que encontré en algún sitio de la pared y guié de la mano a aquel hermoso muchacho que había atraído desde la barra del bar.
Y cuando lo vi sonreír, pude asegurar estar perdida.
Haría lo que él me pidiera, con tal de mantener aquella sonrisa en su rostro.
Una parte de mi, me gritaba que saliera corriendo, pero no le hice caso. Aquellos ojos olivados me habían impedido hacerlo.
Además, sabía que al momento de salir por aquella puerta de madera, estaría de nuevo hundida en mi deplorable vida, comprometida con un hombre que apenas conocía.
Y aparte, estaba el hecho de que algo en mi interior me decía conocerlo, pero no encontraba manera de que lo hubiera visto con anterioridad y lo hubiese olvidado.
No parecía posible olvidar a alguien como él.
Así pues, deje que mi instinto suicida me guiara hasta una de las muchas mesas de billar que se encontraban en aquella sala y me recargué en ella, fingiendo sentir una confianza que a decir verdad, me había abandonado hacia ya unos segundos.
-¿Y bien?- pregunté, levantando una ceja.
-¿Y bien? Te recuerdo que fuiste tu la que me trajo aquí- comentó, con educación.
-Pensé que... sería interesante-mencioné estúpidamente.
-¿Y lo es?- me preguntó, sonriéndome.
-Dímelo tu.
-Podría ser el inicio de algo más que interesante. Claro, siempre y cuando tu accedieras.
-¿Acceder?- volví a cuestionar. Creía saber a donde se dirigía aquello y la verdad era que la idea no me parecía mal. Por supuesto, me había equivocado en mi deducción.
-Dime, _______, ¿eres una chica de acción? ¿Te interesaría, digamos, una aventura?
-Creo que eso depende. ¿Te implica a ti?- trate de usar la voz más seductora posible, y creo que lo conseguí. Nunca había flirteado de esa manera.
-Por supuesto, linda- contestó con aquella sonrisa que hacia que sus hoyuelos se marcaran en sus mejillas.
-Entonces si- me sonroje. Sabía perfectamente lo que vendría después... Bueno, eso pensaba.
-Entonces, ¿te irás conmigo?- cuestionó, tomándome completamente por sorpresa.
-¿Qué?
-Qué ¿Si te irás conmigo?- me repitió.
Yo sentí que el alma se me caía a los pies.
Pensaba que aquella conversación iría a parar a un poco de sexo sin compromisos en un rincón de aquella habitación, como todo lo que había leído, no a una descabellada fuga.
-¡No, no puedo irme simplemente contigo! No se quien eres...-dije tratando de que mi voz sonara firme, aunque sentí que fallé.
-¿Qué sientes?-me cuestionó con seriedad.
-¿Disculpa?
-¿Qué sientes al verme?
-No sabría como explicarlo...-dije. La verdad era que si que tenía una palabra que lo decía todo: Familiaridad. Pero eso no se lo iba a decir.
-Eso no puede ser posible- dijo, acercándose a mi, pasando una de sus manos detrás de mi cuello, sin dejar de lado el contacto visual.
Aquella acción me provocó un poco de temor, sin embargo, detrás de ese miedo se encontraba una sensación más fuerte y palpitante.
Me mantuve callada, incluso conteniendo la respiración.
-Miedo... Curiosidad... Deseo... Una extraña familiaridad que no entiendes- enlistó, taladrando mi cerebro con aquellos intensos ojos olivados.
Trague saliva. ¿Cómo lo había descubierto?
-Escucha...-empezó- que estés aquí no es una casualidad. Y si te vas conmigo ahora, te lo voy a demostrar-prometió.
-¿Cómo podrías demostrarme algo así?-quise saber.
Él guardó silencio y un segundo más tarde, volvió a deleitarme con su sonrisa.
Lo que me puso más nerviosa aún.
-¿Eres virgen?-me preguntó, acorralándome contra la mesa de billar en la que me encontraba recargada y volviéndome a tomar desprevenida. Aquella era la última pregunta que creía escuchar en aquel momento.
-¿Qué clase de pregunta es esa? No puedes ir por ahí cuestionando esas cosas...-empecé, evadiendo la contestación.
Esa vez, sé que pude ver la exasperación relucir en su mirar.
-Yo no hago preguntas a lo idiota. Las hago cuando en verdad quiero conocer su respuesta. Así que tu decides si quieres decirme, o si quieres que lo compruebe yo mismo-me amenazó. Se me aceleró el corazón.
Hubiese adorado no responder para que él se viese obligado a meterme mano, sin embargo, sabía que el hecho de contestar me provocaría más morbo.
Adoraba esa sensación de sumisión que me generaba aquello.
-Si, lo soy-respondí, bajando la mirada.
-Eso pensé-dijo, liberándome solo un poco -Y dime, _______: ¿Alguna vez te has preguntado como sería estar en los brazos de un hombre? Que sientas su respiración en tu cuello-explicó y dirigió sus dedos por encima de mi piel, aquella que va de mi barbilla al inicio de mi pecho- Que tus braguitas estén tan jodidamente mojadas que lo único que quieras es que él te las quite...- me tomó de la cintura, comprimiendo nuestros cuerpos-...e inicie de una vez por todas.-Me clavó su ya empalmado miembro, el que aun a través de la ropa era impresionantemente grande.
Usando un paso de baile, el chico me hizo dar un giro que me dejó de espaldas a él, aún muy pegada a su cuerpo-Imagina como sería la sensación...- tomo mi mano en la suya y levantó ambas, de tal modo que quedaron a plena vista de los dos, y empezó a jugar con mis dedos tiernamente, haciéndome palpitar el corazón por un sentimiento casi genuino-...la sensación de sus manos...-con delicadeza, bajo nuestras manos y dejó la mía reposando a un costado de mi cuerpo, mientras la suya siguió su camino hacia mis nalgas-...sobre tu culito o...-hizo subir ambas manos, una a cada lado, delineando perfectamente mi cuerpo -...en tus senos.- Con un simple y firme movimiento, me volteó una vez más, y me levantó hasta dejarme sentada en la mesa de billar- ¿Como sería saberse deseada?-con las yemas de sus dedos, remarcó la forma de mis labios- ¿Saber que hay alguien que fantasea con tu cuerpo tendido a su merced?
Mi respiración era pesada, pero en ningún momento me opuse a lo que él me hacia, por que aunque muchas pensaran que fui una zorra, a mi me encantaba lo que me hacia mientras hablaba de aquella maravillosa manera que me hacia sentir perdidamente excitada.
-Que te deseen, igual que yo hago justo ahora-sé sinceró, rozando mis labios al decirlo.
No pude resistirme y me aventuré a ser la primera en formalizar el beso, atrapando sus labios en los míos y pasando mis brazos detrás de su cuello. Por un instante, me olvidé de que aquel hombre era un completo desconocido.
Él sonrió y regresó el beso con ímpetu.
Sus labios se desplazaron sobre los míos, lo cuales se abrieron para dar acceso a su lengua, que parecía no querer detenerse hasta penetrar dentro de mi boca.
Mis dientes atrapan su labio inferior y él gruñe al sentir aquella excitante mordida.
Siento sus manos bajar, hasta quedar acomodadas en los huecos de su cintura, y las deja reposar ahí, mientras el beso sigue progresando. Excitante y salvaje como nunca llegue a imaginar que besaría a un extraño.
Fue entonces, cuando los guardaespaldas de mi padre entraron en tropel por la puerta y miraron con furia a «mi» extraño.
Me alejé del chico, con la boca seca.
Segura de que mi padre no estaría contento con eso que había tenido lugar. Después de todo, sus empleados siempre le contaban todo y no pasarían algo de tal importancia por alto.
Quise morir.
Ojalá lo hubiera hecho.
Los hombres se adelantaron, acercándose a nosotros.
-Señorita Clarke, suba a la planta baja y espere en el auto-me ordenó uno de los gorilas.
Pero yo no me moví.
No quería hacer eso.
Por detrás de ellos, vi aparecer por la puerta, a los dos sujetos que cuidaban del muy atractivo desconocido, en la barra del bar.
Cuando el primer matón atacó por sorpresa al empleado de mi padre, supe que tenía oportunidad de irme de aquel lugar y alejarme de todos mis problemas.
También me di cuenta de lo bien que sonaba la opción B: escapar con aquel desconocido. Después de todo, el tipo con el que iba a casarme era un completo extraño también, y en ese instante, el destino me dio la oportunidad de elegir.
-¿Reconsideraste mi oferta, muñeca?- me preguntó el joven, con la mandíbula tensa.
Lo miré a los ojos y sujeté su mano.
-Si, ¿Tienes alguna idea para escapar?- pregunté a modo de respuesta.
Pese al tenso momento, él sonrió.
-Sígueme. Conozco una salida por aquí abajo- indicó mientras me guiaba a trote entre las mesas de billar, hacia el rincón más alejado de la habitación.
Respiré hondo.
Ya que los dos bravucones mantenían ocupados a los guardias de mi padre, era ahora o nunca el momento de cambiar lo que me deparaba el destino.
ESTÁS LEYENDO
Love me again -Rocky Lynch y tu- HOT
Teen FictionEllos solían ser hermanos. Ella una simple mortal. Él un demonio. Ambos atraídos por el poder de un amor abstracto e inhumano. Cuando ________ Lynch cae en las garras de su hermano, enredándose en sus sábanas, sabe que no hay perdón para aquello...