Capítulo 3 "Narra ______"

242 11 0
                                    

No paré de mirar atrás, incluso después de haber desaparecido detrás de la puerta a la que aquel desconocido me había guiado.
Nuestras manos seguían unidas ya que él seguía marcándome el camino entre la oscura habitación.
Había una gran cantidad de cables regados por el piso y colgando de las paredes. El aire tenía un intenso olor a polvo y yo no alcanzaba a ver nada.
-Aquí- comentó, deteniéndonos frente a un muro. Me soltó la mano, y lo escuché tomar un objeto antes de recomendarme:- ¡Cubre tu cara!
Lo hice y acto seguido, escuché el estruendo de un vidrio rompiéndose.
Una ráfaga de aire entró y me alborotó el cabello.
Abrí los ojos, para descubrir que el que pensé que era un muro frente a mi, había desaparecido.
El chico tomó mi mano una vez más y ésta ocasión no miré atrás al salir a la frescura de la noche.
No estaba segura de que mis guardaespaldas fueran a seguirnos, sin embargo el desconocido me hizo correr por varias calles.
La luna estaba sobre nosotros, y yo me sentía más libre de lo que nunca fui.
Solo corría. Sin pensar, sin tratar de entender nada. Solo siguiendo la corriente.
En cierto punto, me le adelante al muchacho, solo un poco, pero sin dejar de tomar su mano.
Olvidé mirar antes de cruzar la calle y el sonido de un claxon me sacó de mi ensueño.
Solo me cubrí el rostro con la mano que tenía libre.
Sabía que iba a morir, o como mínimo, salir herida de gravedad.
Pasó un segundo. Luego dos. Y tres.
Mis manos estaban temblando, pero yo seguía intacta, parada en el mismo sitio donde me había detenido.
Bajé la guardia hasta que él me jaló con fuerza.
El automóvil se había detenido a solo unos centímetros de nosotros.
Las luces apagadas y el motor totalmente muerto. Como sí siempre hubiese estado estacionado ahí.
El conductor, asustado por lo que acababa de suceder, se bajó de la camioneta.
-¿Están bien?-preguntó con voz temblorosa.
Solo asentí con la cabeza, al mismo instante en que percibí que el chico del bar había soltado mi mano y ya no se encontraba más a mi lado.
En una milésima de segundo, lo vi salir de las sombras de un edificio, acercándose rápida y silenciosamente hacia el hombre de la camioneta.
No tuve tiempo de decir nada, solo vi al conductor desplomarse en el suelo.
-Sube-me indicó el castaño.
Estaba asustada. No tenía ni idea de que había ocurrido, pero el brillo iracundo en los ojos del joven me dijo que no era una buena idea llevarle la contraria.
Subí a la camioneta y en un segundo, ya íbamos en marcha, como si nada de lo que acababa de pasar, hubiese ocurrido.

Durante aproximadamente tres cuartos de hora, no me atreví a hablar.
Es más, ni siquiera le dirigía la mirada al extraño sujeto con el que había decidido fugarme.
-Te arrepientes- comentó él, cortando el silencio, con un tono neutral en la voz.
-¿Qué?- no entendía como era que él podía leerme de esa forma. Y para ser sincera, no me atrevía a aceptar tal afirmación. Tenía miedo de lo que podía ocurrir si lo decía.
-Te arrepientes de haberme tomado la palabra y haber venido conmigo. Y tienes miedo de aceptarlo.
Solo pude reír.
-¿Qué?- preguntó con tono risueño, como sí le causará gracia mi reacción, y al oír su voz tan relajada e informal, solo pude imaginarlo en una situación normal.
Un chico enamorado, riendo de alguna estupidez que su chica le haya dicho.
En ese momento yo no comprendía muchas cosas, pero me daba la impresión de que en el interior, una parte de mi, deseaba ser esa chica.
Por otro lado, la otra mitad de mi ser (seguramente, la sensata) me decía que debía de escabullirme de él a la primera oportunidad. El destino era incierto a su lado.
Voltee a mirarlo y lo único que vi, fue a un mas que atractivo muchacho, al volante de una vieja camioneta, sonriéndole al camino, con aquella mirada confianzuda en sus ojos.
Su sonrisa me mataba.
Deje de lado la parte de mi que tenía miedo.
Había tomado una buena decisión a pesar de haber visto lo atroz que puede llegar a ser.
«Solo no lo haré enojar» me prometí con determinación.
-Es que, no logro comprender como es que lees mi pensamiento- expliqué, riendo también.
El suspiró.
-Hay muchas cosas que no vas a entender...- comentó, mirando por el retrovisor, sin perder su genuina sonrisa-...pero, eventualmente, lo harás.
Me quedé callada, pensando que realmente había demasiadas cosas que no lograba entender y de pronto, la felicidad que sentía se esfumó.
Acababa de ver como el hombre que iba al volante asesinaba a un inocente. ¿Cómo era posible que una cara bonita me comprara a tal grado de sentirme cómoda sentada a un costado de un hombre que era un asesino?
¿Cómo era que podía sentir el deseo de conocerlo más a fondo, si sabía lo que necesitaba saber: que era un peligro para mi?
-¿Lo mataste?- pregunté con un tono sombrío, cargado de miedo.
-¿Tu que crees?- me preguntó, con su voz impregnada de la tensión que ahora se respiraba en el ambiente.
No era casual ese cambio de humor tan repentino, al menos no en mi.
Arrojé un bufido, recargándome en el frío cristal de la ventana de la camioneta.
-¿A dónde vamos?- quise saber.
-Buena pregunta.
-¿Quieres decir que no sabes a donde vamos?- pregunté incrédula y casi al momento de haber terminado de pronunciar la última sílaba, sentimos como la camioneta perdía potencia y pronto estuvimos totalmente detenidos a mitad de la carretera.
-¡Carajo!- gritó Rocky golpeando el volante.
-¿Qué pasó?- fue mi milésima pregunta de la noche.
-¡Nos hemos quedado sin combustible!- exclamó molesto.
Cerré los ojos y me recargue en el sillón.
Era lo único que faltaba.
-Baja- me dijo- a unos cinco kilómetros hay una gasolinera.
No tenía ni idea de como era que lo sabía, pero no quería preguntar más.
Empezamos a caminar a la orilla de la carretera.
No cabía duda de que sería una larga noche.

Love me again -Rocky Lynch y tu- HOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora