Capítulo 2 "Narra: Rocky"

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Desperté con un fuerte dolor de cabeza y un mareo constante, desnudo en la cama de un hotel.
Toda la habitación apestaba a alcohol y aquel característico olor a sexo.
Me estiré en el colchón hasta encontrar con la punta de mis dedos algo suave y cálido. La chica lanzó un quejido que quería decir que estaba despertándola. Intenté incorporarme por el otro lado de la cama, pero algo, o mejor dicho, alguien me estorbó.
Resoplando, me levanté por en medio de la cama, dejando a aquellas mujeres dormir un rato más.
La noche no debió de haber sido nada fácil para ellas.
Al atravesar la habitación, me encontré con dos chicas más, con tan poca ropa como las anteriores, dormidas en un par de sofás.
Entré en el cuarto de baño, para mojarme la cara, ya que mi mente no terminaba de trabajar con claridad.
En mi cabeza se mezclaban partes del sueño que había tenido y fragmentos de lo sucedido la noche anterior.
A momentos veía con claridad el sitio oscuro que alguna vez fue mi hogar: el infierno. Y luego, la imagen cambiaba drásticamente a los corchos de botellas de champaña, saliendo disparados por el impulso del contenido de la botella.
Mi propio destierro del mundo de las tinieblas.
Mujeres con poca ropa, retozando en mi cama.
Los primeros años de mi destierro, cuando no sabía nada acerca de quien era.
Putas haciéndome un delicioso sexo oral.
La cara de mi hermana Elizabeth antes de terminar en el orgasmo que yo mismo le había generado.
Perras entregándose a mi. Masturbándose entre sí y gimiendo tan alto que de solo pensarlo, mi miembro empezaba a despertar.
Y una frase latente: Ella está cerca... ¡Encuéntrala! Halla a los otros dos y luego, mátalos a todos.
Cerré los ojos, recordando lo que me había dicho aquel demonio que había encontrado en Houston.
«-Cuando te destierran es casi imposible volver a ser lo que eras antes.
-¿Por qué?- me interesé en saber.
-Porque hay una forma de volver, pero es casi imposible de lograr. Yo llevo intentándolo un par de siglos. Mi primer nacimiento en mi forma humana fue en una familia muy numerosa. Tenía diez hermanos... Y para mi desgracia, para volver al infierno y ser perdonado por mis faltas allá abajo, tenía que encontrar a todos los miembros de mi familia original, en sus nuevas vidas. Sus reencarnaciones, me refiero. Reunirlos en un mismo sitio, y matarlos.»
A partir de entonces, utilice todo mi poder en encontrar a mi familia original. Tardé varios años, pero al fin la hallé a ella. A Elizabeth.
Solo me faltaban dos.

Me miré en el espejo.
El alborotado cabello castaño rojizo, caía lacio, enmarcando mi cara.
Llevaba la barba crecida de unos tres días y mirada de maniático.
No entendía como era que las mujeres podían acercárseme tan fácilmente con aquella mirada, sin embargo, lo hacían.
Abrí el grifo del agua y me metí sin importar lo fría que estaba. Por un segundo, una ligera molestia me incomodó. Me volví lo suficiente para lograr ver los rasguños que atravesaban mi espalda de lado a lado. Aquellas marcas que considerando el trato que les había dado a esas mujeres, eran menos de lo que yo merecía.

Al salir de la ducha, solo encontré dos de las cuatro putas en la habitación.
Trataban de actuar con naturalidad, era parte de su trabajo estar listas para que yo las usara.
Aunque tenían miedo. Lo leía en su mirar.
Y no las culpaba. Una noche atrás, estuve cerca de follarlas hasta matarlas, sin embargo, por alguna razón no lo hice. Eso no quería decir que no fuese a suceder en ese momento. Después de todo, era un nuevo día.
Supongo que temían irse, porque les había pagado por adelantado, sin embargo, eso no detuvo a sus compañeras.
No me encontraría con Elizabeth sino hasta la noche y por mientras, tenía que entretenerme en algo.
La verdad era que en mi vida eterna, la soledad se había vuelto mi único miedo. Motivo por el cual, invertía mis fondos en prostitutas y hoteles.
Eran mi único pasatiempo.
Me acerqué a la cama con naturalidad, un segundo antes de preguntar:
-¿Quien va primero?

A las ocho de la noche tomé otra ducha para quitarme del cuerpo los fluidos de las putas con las que estuve teniendo sexo hasta que una de ellas perdió la conciencia a primeras horas de la tarde.
Y no, no la maté... Solo... se la llevaron en una ambulancia.
Después de ello, dejé a su compañera marcharse. Había tenido suficiente por el momento.
Al terminar de vestirme, salí disparado al local que había soñado hacia tres noches mientras dormía en Las Vegas, en el cual, auguraba la presencia de Lizza, la que alguna vez fue mi hermana.
Una vez que aparqué el auto, me di cuenta de que mis dos acompañantes ya habían llegado. Más que acompañantes, eran un par de matones que había encontrado en un barrio bajo y que necesitaban algo de dinero, así que los contraté por si las cosas se ponían un poco difíciles con la chica. Lamentablemente, si no podía convencerla de acompañarme, tendría que secuestrarla y para el trabajo sucio iba a necesitar dos pares más de manos y ojos.
Miré la hora.
Pasaban de las nueve y media.
Era la hora, o al menos, eso me dijo una voz dentro de mi cabeza.
Envié un mensaje a los que serían mis "guardaespaldas" por esa noche (si es que así se les puede llamar), avisándoles que iba a entrar.
Me alcanzaron a la entrada, compartimos un par de saludos e ingresamos al lugar.
Podía sentir que se apoderaba de mis manos un ligero temblor.
¡Coño! ¡¿Por qué estaba tan nervioso?!
Me abrí paso entre la multitud hasta llegar a la barra del bar.
En silencio, empecé a reflexionar. La verdad era que antes de esto, no había tenido un objetivo en esta estúpida vida inmortal, y el hecho de por fin encontrar una manera de recuperar el yo que yacía en mi interior, debajo de esa carne humana, me causaba extrañeza.
Lo que venía no sería fácil, pero valdría la pena, o al menos, así es como lo he esperado.
El caso es que aquella era la noche. Elizabeth estaba en algún sitio de ese bar, solo que no sabía que cuerpo tendría en esta vida, o con que nombre la encontraría.
Por lo que imaginaba, podía verse como cualquiera, menos en la manera en que la había conocido.
Cerré los ojos.
Podía sentir mucha energía dentro de aquel local... mucho sufrimiento y dolor en espera de ser apaciguados a manos del alcohol. ¡Estúpidos humanos! Si tan solo supieran que aquella sustancia no hace nada para contrarrestar sus males.
No fue hasta después de un par de minutos, que la sentí. Pude percibir su desesperación y una profunda pena.
Eran sus sentimientos, no me cabía ninguna duda.
No tardé mucho en hallarla y debo admitir que lo que vi, me sorprendió.
¿Enserio era ella?
Un mini vestido era lo único que la cubría de mi perversión, y la muy osada se atrevía a sostenerme la mirada desde la pista de baile, como si estuviera retándome a acercarme a ella.
Sin embargo, no lo hice.
Me mantuve donde estaba sentado. Mirándola fijamente.
Podría jurar que aquello le provocaba una excitación que ni siquiera ella lograba comprender.
Después de un rato, debió de haberse cansado de aquello y la vi dirigirse a la barra del bar.
Me levanté de mi asiento y seguí sus pasos, sin perderla de vista.
Una vez que estuve detrás de ella, me di la libertad de mirarla sin censura.
Repasé con la mirada su cuerpo, desde su largo cabello castaño con mechas californianas rosa pálido (algo esponjado por efecto del sudor), pero igualmente hermoso; su delgada espalda que se hacía angosta conforme mas al sur miraba, para después, volverse a ensanchar en una perfectas caderas; tenía un culo para morir, el cual daba paso a unas curvilíneas piernas, cubiertas por unas delegadas medias.
En definitiva, me iba a divertir mucho con esa muñeca, pero antes, debía dar el primer paso.
Respiré hondo.
Era hora de reencontrarme con mi vieja amante.
Mi hermana.

Love me again -Rocky Lynch y tu- HOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora