- Te daremos de alta, y podrás regresar a casa, ¿que te parece? - pregunto una enfermera hacia mi, un tono de voz que no me gustó en lo absoluto, parecía de lástima. Algo parecido hasta a tono de burla.Frunci el ceño. Quizá solo era mi irritación del momento.
- Está bien. - contesté con simpleza.
- Hey, lamento ser irrespetuosa, y sobre todo no profesional, pero tengo que preguntarte, ¿el chico que te viene a ver, es soltero?
Me encogí de hombros al no saber que responder. - No lo sé, ni siquiera sé quién es. - dije, la enfermera no parecía conforme con mi respuesta, ya que hizo una mueca.
- Okay. - Dijo ella, y todo se puso en silencio.
Se escuchaban unos llantos a lo lejos, lo que hizo que me pusiera algo incómodo.
No es lindo estar aquí. Aquí inician vidas y se terminan al mismo tiempo.
La enfermera después de acomodar unos papeles y medicinas, se dirigió a la puerta para finalmente salir y dejarme solo como quería.
No quiero que me malentiendan, de vez en cuando es bueno estar solo desde que estoy aquí, tengo tiempo para acomodar mis pensamientos. Ya que ni siquiera sé el porqué estoy aquí, ni quien es ese chico que viene a verme, ni porque le intereso tanto.
Da igual, quisiera irme, pero tampoco tengo idea de donde pasaría las noches después de esto.
El rubio entró, haciendo que mi mente quede en blanco de nuevo.
- Hey... - trate de saludar. Dándole una pequeña sonrisa, el ambiente se notaba más tenso.
- Yo... - sorbió su nariz. - te llevare a casa.
Asentí.
(...)
La casa era bonita, por dentro y por fuera, me traía una sensación hogareña, aunque a la vez sentía un escalofrío la primera vez que entré.
- Perdón el desorden, no tenía humor para limpiar. Ya sabes. - trato de reír un poco.
Le sonreí solamente al no saber que responder.
- Está lindo, no te preocupes. - Le dije con una sonrisa. El me miró unos segundos y luego desvió su mirada.
- Te llevare a tu cuarto. - Dijo. - abrió una puerta que estaba al fondo de un pasillo, con un baño al lado derecho y otro cuarto a la izquerda, el cual parecia ser de el.
Paró en seco. - No sabes como me llamo, ¿cierto...? - no supe que contestar, aunque mi silencio había contestado por si solo. El solo suspiro algo dolido. - Soy Popee. - siguió con el recorrido.
Entre a la habitación, la cual estaba algo polvorienta, algunos muebles estaban levemente salpicados de un líquido oscuro, las paredes algo descuidadas.
- No es que me esté quejando pero, este cuarto da miedo, ¿yo vivía aquí antes? - pregunté con curiosidad.
Narrador omnisciente.
- S-si... Bueno, no... - tibuteo. - Bueno, más adelante te lo explico, compraremos muebles nuevos si gustas para que te acomode a tu gusto. - Afirmó para darle alivio al de menor altura.
- ¡Okay! - Acepto con inocencia.
Se paseo unos segundos por la habitación, analizando con sumo cuidado cada detalle de ella, las manchas desconocidas le traía cierto dolor de cabeza al tratar de averiguar que podría ser.
A Popee le temblaron las piernas. No se sentía cómodo. - ¡Hey! ¿Sabes que te tengo que mostrar? El baño. - Sonrió. Esa frase no encajaba con su sonrisa. Sonaba raro.
- Okay...- dijo alargando la "O" . Lo siguió al baño, y, nada emocionante en realidad.
Solo un baño.
- Tengo hambre. - soltó el rubio. - ¿Tienes hambre?
- Podría comer. - Contestó.