-Mi pregunta es... ¿En que demonios trabajas para comprar el doble de cosas esenciales y no esenciales cada 3 semanas cuando todo está demasiado caro? - Popee llevó una cucharada de cereal a su boca para no contestar. - y además que compras tantas chucherías y no engordas.
- Magia. - Dijo mientras hacía un movimiento raro con sus manos. Cuando termino de masticar, inmediatamente llevó otra cucharada de cereal a su boca. - mi trabajo es super hiper mega secreto. Y pues por la misma razón por ser tan secreto gano mucho money. Y pues no engordo porque soy un papito y los papitos no engordan. - Explicó mientras enumeraba las razones con sus dedos. Tenía la boca llena de froot loops.
Levante una ceja mirándolo con confusión. - Eres raro.
- si, bueno... mira, en la caja vino una cuchara que además es popote. - Saco el objeto mencionado mientras chiflaba. - mira nomas esta belleza. - me miro y extendió la cuchara de plástico dos en uno. - Te lo regalo, un obsequio desde mi cora. -
-No quiero tu cochinada. - Dije riéndome, a lo que Popee respondió con una carcajada.
- después no te quejes porque ya es mía. - canturreo.
Se levantó para dejar sus platos en el lavaplatos y lavar los que había utilizado.
- Desayuna, ¿si? Tengo que ir a trabajar. -Asentí con simpleza.
- Espero que algún día me digas que tipo de trabajo haces. - Recargue mi codo en la mesa y apoye mi cabeza en mi mano. - Me da curiosidad.
- No creo que tenga permitido decirle a alguien. - Me sonrió con burla, con una pizca de verdad en su voz, arquee una ceja. - Es broma. - Aclaró por si las moscas.
- Ya vete - Rei - Con cuidado - me sonrió como respuesta. Y finalmente salió de la casa. - Okay, hora de ver que demonios tenia esa nota. - Murmure, me levanto decidido a checar la habitación de Popee.
Me acerque a la ventana que estaba enseguida de la entrada, para asegurarme si Popee se hubiese ido. Como esperaba, no estaba, ya se había ido. Camine hacia el pasillo, la primera habitación era la suya.
Lo admito, una parte de mi tenia miedo por lo que fuera a encontrar, era inexplicable ya que el se había portado más o menos bien, pero desconfiaba aun así. Agarre la perilla de su puerta, algo dudoso de entrar.
Quizá no sea una buena idea...
La curiosidad en serio me esta matando. Respire hondo.
Ni que tuviera un cuerpo.
Gire la perilla, un olor algo dudoso inundo mis fosas nasales, me cubrí la nariz ante el olor tan repentino. Prendí la luz, el suelo tenia algunas manchas muy oscuras, las paredes mostraban que las habían arañado o rasgado con las uñas. Me entraron unos escalofríos.
Di algunos pasos, me acerque a una montaña de ropa al parecer sucia. Sep, eso era el olor desagradable. Una cosa menos de que preocuparse. Voltee hacia una esquina de la habitación.
Tenia una mesa de noche, igual de malgastada que todo lo demás, tenia muchas libretas, basura y otras cosas en cada cajón. No me da confianza esculcar sus cosas... pero la curiosidad me mata.
Allí estaba, la nota echa bola, muchos garabatos y palabras tachada me hacía el trabajo más difícil de lo que debería, me costaba leer cosas con lógica por lo que trataba de reconstruir las palabras que veía al azar. Voltee la hoja al fallar en leer algo coherente, encontrando una nota totalmente legible.
- “descubrió el cuerpo en el sótano, pero es tan malditamente imbecil y crédulo así que no me costó nada decirle que era un muñeco para octubre, se lo creyó, o al menos eso parece. Sé que es demasiado estúpido como para decirle a alguien.
Todo esta bien por ahora. Pero no por mucho, debo de pensar en algo para hacer que nada haya pasado, y que mantenga la boca cerrada."
(...)
— Popee. — lo llamé. El volteo a verme con desinterés. — Tu trabajo implica algo ilegal, ¿cierto? — arquee una ceja con miedo de su reacción, parecía muy tranquilo.
— Estas raro. — contestó a secas. — cómo insistes con eso. — Rodeo los ojos con cansancio.
— ¿Hay una razón en particular por la que no querías que leyera esa hoja?
— Es una historia de ficción que hago en mis tiempos libres, digamos que es una porquería y no me gusta que lo lean. — desvíe la mirada para evitar que viera el terror reflejado en mis ojos. — ya vuelvo. — se levantó, antes de cruzar la puerta de la cocina, paró en seco. — Y no vuelvas a entrar en mi habitación, detesto que vean lo que no es de su incumbencia. — Empecé a sudar frío, abrí mis ojos con horror y un miedo indescriptible recorrió todo mi cuerpo ante esas simples palabras.
— ¿De que hablas? — fingí demencia, volteandolo a ver, en el intento de tragarme mi miedo. — Creo que no soy el único raro aquí. — Hablé, levante mi plato y empecé a lavarlo, pero aún así sentía su mirada penetrante en mi espalda.
No dijo nada más, se fue.
Detesto la sensación de horror recorrer toda mi espalda. Detesto esa mirada penetrante.