El sol era tímido aquella mañana, no se asomaba a pesar de que la claridad se abría paso entre las sombras de la noche. El viento soplaba con ferocidad, silbando canciones que hacían bailar a las ramas de los árboles. El frío cobijaba las tierras de Rusia, adueñándose del poco calor que una reconocida figura luchaba por mantener.
Aquella solitaria casa yacía con todas su ventanas cerradas, al igual que sus largas cortinas, provocando que la total oscuridad reposara en su interior. Rusia, gruñó al sentir como el aire caliente escapaba de su cobija y lo abandonaba en la inmensidad de su habitación.
El silencio era notorio. No había cantos de aves, no habían grillos, no había voces o risas, ya no habían constantes crujidos de tablas al ser pisadas, o escándalos provocados por niños, que alguna vez llenaron aquel profundo silencio, alguna vez lo hicieron, pero ya no. Ahora, aquella vieja casa se hundía en el olvido y la nostalgia, ahora estaba vacía, no de forma literal, sin embargo, no emanaba la misma energía de hace tantos, tantos años.
Ha pasado un largo tiempo de cuando las paredes del lugar estaban llenas de vida y dibujos, de cuando sus ventanas y cortinas seguían abiertas. Los recuerdos de una quincena de niños durmiendo y compartiendo todas las noches eran valiosos, pues escasean en la mente del eslavo, mas lo llenaban de paz y tranquilidad los días en que se sentía mas abatido de lo normal. Triste era pensar, que aquellos recuerdos no opacaban los oscuros tiempos que vinieron después, los cuales - Para su desgracia - eran los más abundantes a través de su memoria.
Rusia, se levantó con pesadez después de intentar dormir algunos minutos más, sin embargo, no logró conciliar el sueño y permaneció sentado mientras miraba un zapato. Bostezó y talló sus ojos, frotó su brazo de forma leve, queriendo generar un poco de calor, el cual no consiguió, por lo que optó tomar una toalla y darse un baño, el cual seguramente tardaría mucho.
Abrió su closet sin muchas ganas e inició a buscar la ropa que usaría ese día. Entre-cerró sus ojos buscando las prendas en la oscuridad, ya que no se molestó en encender la luz, de todas formas no iba a complicarse demasiado y solo tomó lo primero que vio. El eslavo salió de su habitación, cruzó el extenso pasillo adornado con hermosos y polvorientos cuadros de toda la historia eslava, y por ende, lo que era su familia. Minutos después, llegó hasta el baño principal, en el cual se encerró por horas, igual, nadie más lo iba a necesitar.
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El tiempo pasó lento, el sol poco a poco tomó confianza y empezó a alzar su belleza al cielo. Finos hilos de luz recorrieron cada parte de aquella fría ciudad, incluso se filtraron a través de esas ventanas, las cuales, por alguna razón yacían abiertas, cosa que no pudo ser pasado por alto. Rusia, no había podido mover un solo músculo desde que abrió la puerta del baño y vio la luz invadir su casa. ¿Acaso habría sido él? No, imposible, el ruso no recordaba haberlas abierto antes.
¿Y si alguien más había entrado? Tampoco, nadie tiene las llaves. Quizá fue alguno de sus hermanos, quien entró con una vieja copia, sin embargo, el ruso desechó la idea al instante, considerando la delicada relación en la que se encontraban.
— ¿Hola? — Preguntó, mas sus palabras se desvanecieron en el aire —.
El eslavo, observó cada rincón del pasillo, el cual de repente daba la impresión de no estar tan vacío. Pequeñas basuritas danzaban al rededor de los hilos dorados, el aire no estaba pesado, y aquellas viejas paredes parecían volver años en el tiempo. Poco a poco, Rusia se adentro en aquel pasillo, el cual era lejano al de esta mañana, le costaba creer que era el mismo y ni siquiera sabía el por qué, ya que casi nada era distinto.
Fue entonces que los recuerdos llegaron de golpe, juraba ver como delante suyo habían escenas de él y sus hermanos jugando o haciendo alguna travesura. Sintió un leve ardor picar sus ojos, al ver cada una de los majestuosos cuadros ser exhibidos sin ninguna mota de polvo, recordando el momento en que algunos de ellos fueron colgados. Deslizó su mano en la barandilla mientras bajaba las escaleras con lentitud, admirando con ojos de búho el repentino cambio de su casa, la cual emanaba un aire de seguridad y nostalgia.
Sintió como el aroma de café recién hecho invadía la habitación. Una vez llegó al primer escalón, alzó la vista hacia el sillón de la sala, en el cual descansaba el posible responsable de todo aquello. Allí, de piernas cruzadas, se encontraba un hombre alto con ropas invernales, sostenía una tasa de café caliente con una de sus manos, mientras leía con suma atención las noticias del periódico. Alzó la vista al notar la presencia de su hijo, con el cual cruzó miradas, y a pesar del profundo silencio que hubo entre entre ambos, no pudo evitar regalarle una leve sonrisa.
— ¿Descansaste bien, Hijo? — Preguntó, sin cortar el contacto visual y dar otro sorbo a su café —.
Rusia no respondió, en su lugar, dejó caer su boca semi-abierra y aún así no pudo articular una sola palabra, podía sentir como las lágrimas se acumulaban en sus ojos, resbalando y cayendo sobre sus mejillas poco después.
De repente, sus pies se movieron solos, dando un par de dudosos pasos hacia delante. Quería acercarse, mas temía ver por segunda vez como su padre se fragmentaba en millones y millones de pedazos. ¿Esto era real? ¿Acaso era un sueño?
El mayor, al notar aquello, dejó el periódico sobre aquella mesita, se levantó de su asiento y mirando al tricolor, abrió sus brazos, algo inseguro. Rusia no lo dudó ni un segundo más y corrió hacia el comunista, sollozando en silencio una vez llegó abrazarlo y sentir que realmente estaba en sus brazos. URSS lo acogió como si fuera un niño pequeño, dándole leves caricias en su espalda y cabeza
- Está bien, Rusia. Tranquilo... - Susurró el soviético- Estoy aquí...
Rusia se preguntó si había perdido la cabeza, si por fin cayó en la locura o por alguna razón estaba alucinando. Escondió su rostro en el cuello del contrario, aferrándose más a los gruesos ropajes. Centró su atención en el cariño que estaba recibiendo de parte de su padre, las caricias y el calor que emanaba del inusual abrazo. Aquel fantasma le susurraba palabras dulces, palabras que nunca en su vida había dicho o si quiera pensado, y aún así necesitado.
No era mentira el decir que lo recordaba menos atento, sin embargo, no puso objeción alguna, bastó aquel fuerte abrazo para romper cualquier barrera de hielo y perdonar, tal vez, años de sufrimiento. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que sintió el calor fraternal invadir su pecho, que olvidó por completo toda lógica del momento. El espacio — o la casa en sí — era una perfecta combinación de ambas épocas, el tiempo pareció retroceder décadas, y a la misma vez, congelarse en el presente.
Las preguntas no tardaron en bombardear la mente del más bajo, mas se limitó a cerrar los ojos, sentir las caricias sobre su cabeza y por más aterrador que suene, abrazar a quien vió morir hace muchos años. La Unión Soviética también cerró sus ojos - o al menos el que le quedaba - para disfrutar de aquel momento que posiblemente jamás volverá a tener.
— ¿Estoy muerto? — Susurró el menor, escondiendo aún más su vista en el hombro de su padre. Después de meditar, llegó quizá a la conclusión más lógica que se le ocurrió —.
URSS, abrió su ojo de manera leve, buscando las palabras correctas para contestar.
— No. — Respondió. El comunista sabía que todavía no era el momento, por lo que decidió dejarlo así y callar —.
— ¿Entonces... e-estás vivo? — Volvió a preguntar, con la vaga esperanza de que su padre dijera que sí, a pesar de saber que aquello era imposible. Se separó levemente del abrazo, solo para mirar a su viejo padre a los ojos —.
Esta vez, el más alto no respondió y se limitó a soltar un largo suspiro. Acogió a Rusia una vez más en sus brazos, dejándolo entender de manera generosa que no era el momento para las preguntas. Él sabía que tarde o temprano debía dar alguna explicación, mas no planeaba hacerlo en ese momento.
Ninguno supo cuánto tiempo pasó, o si este mismo estaba corriendo realmente, ambos estaban tan sumidos en sus pensamiento y el tacto con el contrario que simplemente decidieron ignorarlo. Rusia logró regular su respiración, incluso las lágrimas dejaron de brotar, mas el rastro de estas permanecía fresco sobre su rostro; Urss sonrió de forma leve una vez notó que su hijo se había calmado un poco, entonces, una pizca de emoción recorrió sus adentros, al recordar la sorpresa que había preparado, y a pesar de no admitirlo, había puesto todo su cariño al momento de hacerla.
— Vamos...— Dijo el mayor, pasando uno de sus brazos sobre el hombro del más bajo— Te hice el desayuno.
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Welcome Home // Countryhumans
Fanfic"...No era un sueño. Por alguna razón ellos habían regresado, o al contrario, por fin, ambos habían partido de aquel mundo egoísta" ★Aclaraciones ★ • Los países se comunican entre sí a través de un 'lenguaje universal' porque a duras penas hablo el...