Camila había alquilado un departamento en el doceavo nivel de un edificio de catorce pisos, era un lugar viejo pero barato... después de un largo fin de semana barriendo y fregando, Camila pudo inaugurar su nueva vida.
Decidió entonces, en medio de la inmensa ataraxia que la cubría, subir a tomar aire en la terraza del edificio, llevaba una camisa roja y zapatos azules con un pantalón negro cubierto de polvo. No obstante, algo la dejó sin aliento cuando abrió la puerta de la misma:
Había una mujer. Llevaba un vestido blanco y permanecía parada de espaldas sobre la cornisa, no se sujetaba de nada, volteó a ver a Camila, pero el viento azotó su cabello, cubriendo todo el rostro de la mujer, de modo que solo se pudieron ver los ojos rojos e irritados de aquella.
Y sin más, saltó. La mujer saltó hacia la nada.
Y la nada pareció robarle el corazón a Camila, porque su piel cambió a una intensa palidez y su cuerpo quedó petrificado, incluso no estaba en capacidad de parpadear.
Hasta que un pequeño alarido la sacó de su estado de paralización, y su sub-consciente revivía las imágenes de la mujer saltando una y otra vez hasta que el consciente entendiese lo que estaba aconteciendo. Camila corrió despavorida catorce pisos abajo, pero cuando alcanzó su destino, en el pavimento y el frío desolado de esa tarde nublada, no había ninguna mujer que yaciera muerta.
O alguien tan atónita como ella.
Desde ese día, Camila no durmió.
Empezó a vivir con el corazón acelerado y una intranquilidad sempiterna, de hecho, existían ocasiones que la respiración le faltaba. Su vida se había vuelto su propio agobio, cuando dormía tenía pesadillas de la mujer lanzándose al vacío, cuando despertaba, repetía esos sueños una y otra vez. Entonces, llegó el miércoles. A partir de ese miércoles sentiría un peso insoportable y agotante en los hombros, esa noche empezaron a tocar a su puerta en la madrugada, cuando abría no había nadie. Algo que Camila nunca se preguntó fue "¿Quién tocaría a esa hora?"
En las mañanas (que se ocupaban cocinando su desayuno mientras oía música), abrían y cerraban las puertas de otras habitaciones.
Y en las noches de insomnio, se oían pasos, tacones específicamente, acercándose y acercándose a su dormitorio, pero nadie llegaba.
No se dio cuenta de lo que le estaba sucediendo hasta un mes después, pues, por fin su mente aceptó que estaba espantada y aterrorizada. Los temblores de tal idea cobrando sentido, hasta convertirse en un hecho irrefutable, sucedieron en una mañana muy fría cuando estaba sentada en el suelo de su sala, sus manos y la punta de su nariz estaban heladas, y el vestido que usaba no ayudaba, no había lavado su ropa en todo el tiempo que su propia existencia en ese departamento empezó a atormentarla. De repente, el televisor se encendió, los canales se estaban cambiando solos...
Y la radio también, se prendió y estaba buscando que sintonizar por su propia voluntad.
E incluso, llegó a oír el temporizador del microondas y la licuadora encenderse.
Se levantó despavorida, y antes de que su mente la lleve a un estado de shock de nuevo, trataba de oír su propia respiración.
- ¡¿Quién está ahí?! -gritó, y alguien corriendo por los pasillos le respondió. - ¡Voy a llamar a la policía! -pero cuando iba a tomar su celular del bolsillo se dio cuenta que no estaba. Las luces empezaron a prenderse y apagarse, alguien seguía corriendo creando estruendo con grandes pasos, pero Camila no podía descifrar ni si quiera de donde provenían, entonces, algo empezó a jalarle mechones de cabello y rasguñarle los brazos.
Ella no lo puedo evitar, se quedó congelada mientras sus ojos lloraban de dolor y miedo.
Hasta que dio un grito de desesperación. Ese grito la ayudó a tomar la cantidad suficiente de fuerza para salir corriendo del departamento, sin embargo, ya era muy tarde, había perdido la razón. La locura que albergaba se confundía con el vestido blanco y arrugado y los nudos en el cabello, subió hacia la terraza mientras buscaba su voz para pedir ayuda a los otros inquilinos, mas, esta parecía haber sido asesinada por la desesperación que un principio la ayudó.
Su corazón le avisaba que algo la seguía.
Así que cuando llegó a la terraza, se paró sobre la cornisa, en aquel instante la puerta se abrió, por ella entró una mujer vestida con una camisa roja y pantalones negros, su cabello estaba recogido en una coleta, y usaba unos desgatados tenis azules...
Así que, impulsada por el viento, saltó al vacío. Necesitaba escapar.
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31 historias para Diciembre.
De TodoSobrevivir a Diciembre requiere de leche tibia, galletas, e historias que leer. He aquí 31 historias independientes que no requieren de un pensamiento filosófico para entenderlas o un estado emocional para criticarlas, puedes amar u odiar a la Navi...