Mami: 4 de diciembre.

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    No era una noche cualquiera, Cass lo sabía bien

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    No era una noche cualquiera, Cass lo sabía bien.

    —911, ¿Cuál es su emergencia?

    No le había dedicado mucho tiempo a la llamada con la operadora, fue directa y concisa con su comunicado antes de que algunos de sus escrúpulos la traicionará. Así que se concentraba en su respiración y en como tragar saliva e ignoraba los pensamientos que podían guiarla a el arrepentimiento de sus futuros actos.

    No había ninguna clase de belleza en sus memorias.

    Ni un recuerdo feliz al que aferrarse.

    — ¿Tardaran mucho en llegar?

    La madre de Cass era una mujer tierna, acariciaba a sus hijas, compraba cuentos de segunda mano y se los leía con una lámpara encendida junto a la cama, de hecho, Cass y su hermana nunca fueron a la escuela, pero su madre se encargó de enseñarles a leer y escribir, hasta que un día, ella simplemente se... aisló.

    No es que aquella mujer de manos suaves y divinas se haya convertido en un monstruo que de repente decidió odiar a sus hijas, lo que sucedía era más delicado que eso: su cuerpo, lleno de hematomas y cicatrices, no podía levantarse.

    A veces sus ojos estaban tan hinchados y de color azul o morado que ni si quiera podía ver, en realidad, todo el cuerpo de aquella mujer estaba cubierta de manchas azules y moradas por la sangre acumulada debajo de la piel. Eso sí, la mujer salía de ese dormitorio una hora antes de que el causante de sus heridas llegará, les daba de comer a las niñas y luego las llevaba a su habitación para que durmiesen, echaba llave a esa puerta y luego esperaba con un plato caliente en la mesa del comedor a su esposo.

    Entonces, Cass y su hermana crecieron escuchando golpes y gritos, rechazando la idea de los finales felices de los cuentos que algún día su madre intentó hacerles creer que eran verdad.

    — ¿Quiénes están en tu casa?

     Pero esa noche, Cass tenía sus propios planes, siempre se había sentido inútil, ¿Qué era diferente ahora?

    Tenía que proteger a su hermana antes de que esta se perdiera, como su madre hizo.

    Así que, fue a hurtadillas a la sala con un cuchillo en su mano, iba a encontrar a esa persona en el sofá más grande, posiblemente durmiendo con una lámpara de noche encendida. Para ese momento, Cass tenía en la mente un único objetivo: matar.

   —Antes de cortar, prométanme que protegerán a mi hermana.

    Un recuerdo vivo de Cass, fue una noche muy parecida a esa, en que acarició y sostuvo la mano de su madre desconsolada toda la noche, mientras ella maldecía a su padre sintiendo todo ese odio crecer en su pecho...

     —Cass, quédate conmigo, no cortes.

     Pero Cass ya tenía todo calculado, así que cuando llegó a su destino: apuñaló. Apuñaló con rabia, con odio, con rencor, y sin darse cuenta, estaba llorando, ahora apuñalaba con el arrepentimiento del que había estado huyendo, con la tristeza de su vida miserable e injusta, con el abatimiento que la obligó a hacerlo.

     Así pues, otro recuerdo de Cass que su subconsciente repetía una y otra vez, era el día que los toques a la madera de la puerta obligaron a su madre salir de su guarida, cuando la abrió eran dos policías, ambos le informaron que alguien le había disparado a su esposo.

     Pero eso no afectó a la Cass que escuchaba y miraba en secreto a unos metros de distancia detrás de su madre. Lo que en verdad le impactó y causo que su corazón se removiera fue la reacción de devastación de su madre. Pues, su mamá cayó sobre sus rodillas llena de moretones, despidió lágrimas de sus ojos cansados, tuvo alaridos que su llanto atormentado soltó sin vergüenza de la presencia de los oficiales. Para Cass, eso fue simplemente incomprensible.

    Finalmente, la policía pateó la puerta, y encontró a Cass abrazando el cuerpo ensangrentado de su madre, mientras soltaba lágrimas con gemidos y espasmos, escondía su rostro en el cabello de su mamá, y aferraba sus manos al cuerpo de ella. Antes de que los policías la alejarán, esta vez para siempre, Cass susurró:

   —Tuve que hacerlo, mami. Perdóname.

    Los oficiales encontraron a la hermana de Cass dormida en su habitación. Resulta, que cuando el padre de familia murió, la madre se mudó con las hijas a un departamento más amplio y cerca de la ciudad, desde entonces, aquella mujer no pudo sobre llevar las heridas psicológicas, y de repente un día, odiaba a sus hijas, hasta el punto de causarles los moretones de los que alguna vez fue víctima. La policía aparte de los clarísimos hematomas que encontraron en las hijas, hallaron quemaduras y golpes con ciertos objetos rescatados de los testimonios de la hija menor.

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