Él era diferente.
Desde el primer momento en que lo vi, supe perfectamente bien que no era igual a ningún otro hombre que yo habría conocido... o que podría llegar a conocer.
No solo era apuesto, incluso el aura que emanaba era distintiva y algo ¿extraña? Es raro de describir, provocaba en ti un sentimiento de tranquilidad y alivio... de confianza, aliviaba cualquier malestar. Traía la calma y la paz...
Incluso hasta el final. No era de extrañar que cualquiera posicionara sus ojos en él.
Chicas lindas, delgadas, altas, bajas, morenas y claras... incluso interesadas, a él no le importaba como fueran, siempre y cuando lo amaran profundamente... con cada parte de su alma.
Yo me había convertido en su objetivo, y él en el mío.
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Mis ojos.
Fueron mis ojos los que llamaron su atención. Me lo reveló una vez que empezamos a salir. Dijo también que no existía algo en específico que le atrajera de las mujeres, el simple hecho de ser amado era lo que le gustaba... y que lo enamoraba... pero siempre existía la casualidad de que algo le encantara demasiado en su nueva pareja.
Le conté todo de mí y lo mismo con él. No habría secretos.
Me sorprendió.
Me dijo que siempre que hablaba de él las chicas se alejaban o perdían total interés, por ello mejor optaba por guardarse todo... aunque era inevitable que se enteraran.
Cada que terminaban hacía hasta lo imposible para regresar con ellas, él confiaba en que los sentimientos de ambos eran completamente puros y verdaderos... no dejaría que algo tan simple como "su forma de ser" e incluso que sus pasatiempos arruinaran un gran romance...
- "No era para tanto"- siempre decía.
Mis manos temblaban mientras trataba de asimilar todo sobre él. Me extrañaba muchísimo... y justo cuando tuve la oportunidad de darle fin a todo...
- "Tú también te iras ¿cierto?"- preguntó con unos ojos a punto de estallar en llanto.
Toda esa inseguridad que me enrollaba desapareció por completo. Rápidamente y sin pensarlo me arrojé a su cuello para envolverlo en un cálido abrazo.
- "No me iré ¿bien? Hasta que llegue mi momento. –
Conocía el final de nuestra historia... y aun así me dispuse a que empezara.
Acepté todo de él. La sonrisa que siempre esbozaba era tan maravillosa y llena de una inmensa cantidad de amor que podría verla por siempre... Especialmente cuando hablaba de lo que tanto le apasionaba, era aún más resplandeciente, y sé que no importa la ocasión en que la tuviera, siempre traería tanta paz en mi interior.
-...........
- "Ya he subido al autobús ¿Tú dónde te encuentras?"-
- "Llegué a casa desde temprano. Tengo que terminar el trabajo de la noche anterior" -
- "Oh ¿eso? Debe ser un desastre desde ayer."-
- "Bastante, tuve que ocupar nuevas herramientas
¿sabes? Esta vez fue mucho más difícil que las otras. No solo bastó con el hacha, me vi en la necesidad de ocupar la sierra también"-
- "Suenas muy cansado. La verdad nunca entenderé estas cosas aunque siempre me las expliques- *risa
- "Lo siento, no quería molestarte...-
- "De molestia nada., me hace muy feliz escucharte... Por cierto ¿puedo ir a tu casa hoy? –
- "¿Estás segura? Creí que tu madre ya no te dejaba ir donde conmigo."
- "Si, se hace la difícil... pero quiero estar contigo..." -
La llamada terminó. No importaba si se negaba, de todas formas, ya iba de camino.
Bajé del autobús. Ya era muy tarde, la luz del día no era ya visible. Tenía que caminar una calle para llegar, pero cualquier esfuerzo valía la pena para ver a mi ser amado.
Por fin lo logré. Toqué la puerta e inmediatamente noté que estaba abierta. Siempre que está en sus cosas olvida por completo lo importante, pero ya me había acostumbrado, además de que su despiste era algo que también me encantaba. Le daba un toque de "inocencia" a su persona.
Entré. Justo como lo pensé, todo se encontraba hecho un desastre. Había sangre salpicada por todas partes, así como varios cuchillos y otros utensilios tirados en el pasillo. Nunca entenderé como lo hace, pero en definitiva creo que podría ser más limpio.
Comencé a limpiar para disminuir su carga.
30 minutos. Apenas un pasillo. El crujir de la madera fue provocado por unos pasos no tan lejanos.
Al fin salió del cuarto. Disimulé como si no le hubiese escuchado para hacerme la sorprendida... probablemente eso era lo que él quería y por ende sus pasos no eran tan fuertes.
"¡Ahora! "
Voltee a saludarle con gran entusiasmo, pero...
Al parecer, no pretendía lo mismo...
Disminuí mi sonrisa mientras lo observaba fijamente.
Yo en el piso, él recargado en la entrada de la sala... y entonces...
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Él me sonrió cálidamente como siempre hacía, teniendo como extra una dolorosa y melancólica mirada.
Prometí no sorprenderme, pero me fue inevitable.
Suspiré. Lo había entendido todo...
Esta vez era mi turno.
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Historias Cortas
AcakRecopilación de historias cortas originales, cada personaje me pertenece. Además de abarcar diferentes géneros para todos los gustos.