Capítulo 1. Me miraste y atrapaste mi corazón.

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Dibujo de portada: Lily de Wakabayashi.

Nuevas emociones.


Capítulo 1. Me miraste y atrapaste mi corazón.

Alemania.

El avión aterrizó sin contratiempos en el Aeropuerto Internacional de Fráncfort del Meno, en Alemania, proveniente de la Ciudad de México; por fortuna, la potente nevada que por unas horas amenazó con cerrar el aeropuerto había amainado ya y sus pasajeros suspiraron aliviados al comprobar que su vuelo no sería desviado hacia otra ciudad. Estaban ya en el primer día de diciembre y el invierno se había dejado sentir con toda su potencia sobre Europa, cubriéndola ya con su gélido manto blanco.

Una vez en tierra, los pasajeros se apresuraron a pasar por las oficinas de Inmigración para hacer los trámites correspondientes que les permitieran volver a pisar el suelo alemán; muchos de ellos se arrebujaban en sus abrigos pues el cambio de clima había resultado muy contrastante entre las tierras templadas de México y las gélidas de Alemania. Entre los viajantes se encontraba Genzo Wakabayashi, el flamante portero del Bayern Múnich y representante de la Selección de Japón, quien después de haber disputado un partido amistoso contra la Selección de México, volvía a su hogar en Alemania para pasar las vacaciones de invierno, ahora que el torneo de la Bundesliga había llegado a la pausa invernal. El joven durante un tiempo estuvo considerando la idea de viajar a Japón para convivir unos días con su familia pero, tras tantos años de estar lejos de ellos, Genzo no sentía que sus lazos fuesen lo suficientemente fuertes como para que valiera la pena atravesar el mundo sólo para verlos; llegó a pensar también en visitar a los Draxler, la familia alemana que lo acogió cuando estuvo en el equipo juvenil de Hamburgo, pero ellos solían viajar a otra ciudad para visitar a sus parientes durante esas épocas y a Genzo no le agradaba la idea de estorbar en casa ajena, así que para las fiestas decembrinas seguramente haría lo mismo que hizo en años anteriores: quedarse en Múnich y celebrar en casa de algún amigo.

Tras el largo viaje lo más que deseaba Genzo era recoger su automóvil, que había dejado en una pensión cercana al aeropuerto, para buscar después una habitación en algún buen hotel de Fráncfort, dormir hasta que la cama lo soltara y después irse a su departamento en Múnich. Si bien el vuelo no llegó muy tarde, Genzo deseaba descansar porque se le habían juntado el problema del jet lag y el cansancio del partido jugado. Dice el dicho que "No es lo mismo los Tres Mosqueteros que Veinte Años Después" y el portero comenzaba a darse cuenta de que su cuerpo ya no resistía como antes, cuando era un joven adulto de veinte años que podía atravesar el mundo y jugar varios partidos sin problemas. Cumpliría los treinta años en unos cuantos días y, para un futbolista, alcanzar la tercera década de la vida era casi como llegar a la vejez, según las palabras de su amigo Hermann Kaltz. Wakabayashi siempre replicaba que para un portero las cosas son diferentes y que él podría continuar jugando hasta que tuviera cuarenta, pero lo cierto era que su fisiología no pensaba lo mismo que él.

"Espero que el ya no soportar estos viajes como antes no sea el primer síntoma de la vejez", pensó. "También es verdad que los últimos partidos de la Bundesliga fueron pesados y que no he tenido tiempo de reponerme adecuadamente...".

Genzo se acercó al encargado de la pensión en donde tenía su BMW negro para pagar el monto de los días que mantuvo el auto a resguardo con una de sus tarjetas bancarias. El hombre lo miró con cierta curiosidad como si lo hubiera reconocido, tras lo cual tomó la tarjeta que el joven le ofrecía para realizar el cobro correspondiente, pero en cuanto la introdujo en la terminal bancaria, ésta pitó de una forma en la que Wakabayashi no había escuchado antes.

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