Capítulo 2. Yo que nunca en mi vida perdí el control.

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Capítulo 2. Yo que nunca en mi vida perdí el control.

Cuando Wakabayashi volvió a abrir los ojos ya había oscurecido y por un momento se sintió desorientado. No sabía si acababa de oscurecer o si estaba por amanecer, no recordaba en qué lugar se encontraba, no sabía ni siquiera qué día era y además un peso desconocido le oprimía el pecho. ¿Qué estaba sucediendo? Su cerebro agotado tardó en reproducir la cinta de sus últimos recuerdos, siendo así como todo le cayó de golpe: cada uno de los miembros de su familia, incluyéndolo, estaban acusados de fraude y las cuentas bancarias e inmuebles que estuviesen a nombre de un Wakabayashi estaban momentáneamente incautados, así que por eso él estaba viviendo en un departamento prestado con un gato que se encontró en la calle.

– ¡Es verdad! –soltó Genzo, en voz alta–. ¿En dónde está ese gato?

Un par de luces verdes destellaron en la oscuridad sobre su pecho, justo encima del sitio en donde sentía la opresión. Genzo tomó su celular y encendió la lámpara, viendo sobre sí al felino, el cual era el causante de dicha opresión. Al ver que su nuevo humano estaba despierto, el minino maulló con protesta.

– Ah, aquí estás –le dijo Wakabayashi–. ¿No encontraste un mejor lugar en dónde dormir?

– ¡Miau! –replicó el gato, tras lo cual enseñó los dientes y se relamió los bigotes.

– Supongo que tienes hambre –continuó él, incorporándose–. Yo también.

Al revisar su teléfono, el portero vio que eran las siete de la mañana del día siguiente a su llegada a Alemania, así que había dormido más de doce horas corridas. Negándose a creer que eso era a causa del inminente "envejecimiento", el portero decidió levantarse para darse una ducha y cambiarse de ropa. Por fortuna, al menos todavía tenía la que se había llevado a México así que no tendría que tomar prestada la de Leo (la cual no le habría quedado de cualquier manera pues su amigo era más delgado, más alto y menos ancho de espalda que él), aunque tendría que enviarla a la lavandería cuanto antes. Tras haberse bañado, Genzo se despidió del gato y se marchó hacia la tienda de comestibles para surtirse de comida, no sin antes pasar a la gasolinera para llenar el tanque de su automóvil. Sin embargo, una vez que estuvo en la tienda, se quedó parado sin tener una idea exacta de qué debía comprar, pues siempre había tenido a alguien que le hiciera las compras y que también le preparara la comida así que no sabía que llevarse. Tras pensarlo un rato, decidió tomar lo primero que se le antojara así que agarró una lata de anchoas, un paquete de donas, fideos secos, dos cebollas, un paquete de seis cervezas, un frasco de pimienta negra, tres sopas instantáneas de ramens, una curiosa versión de pan enlatado y un frasco de salsa de soya. Ya en el camino se le ocurrió que también necesitaba ciertos artículos de limpieza y se llevó tres paquetes de navajas para afeitar, un jabón y una botella en cuya etiqueta decía "shampoo". Justo antes de llegar a la caja, se acordó también de su nuevo amigo y adquirió un paquete de seis kilos de alimento seco para gato y una botella de leche. La cajera lo miró con extrañeza pero no le hizo ningún comentario sobre sus compras y Genzo regresó al departamento con la sensación de que acababa de entrar a un mundo nuevo y desconocido para él, pues durante toda su vida siempre tuvo a alguien que se hiciera cargo de esas tareas tan simples: de niño, era la servidumbre quien compraba todo lo indispensable; de adolescente, eran Mikami o los Draxler quienes lo hacían y cuando se fue a vivir solo, Genzo siempre le pagó a alguien para que se hiciera cargo de esas cosas para las que no tenía tiempo.

– Debí de haber puesto más atención cuando acompañé a Mikami a hacer las compras durante el tiempo que estuvimos viviendo en Hamburgo –suspiró Genzo.

Ya en el departamento, el gato lo recibió con maullidos que eran una mezcla de hambre e indignación. Genzo le sirvió una porción de comida para gatos en el primer plato que encontró y después recordó la comida que Lily le había dado el día anterior y que había dejado descuidadamente sobre la mesa de la cocina. Por fortuna para él, había estado haciendo frío durante toda la noche y por eso no se había echado a perder, así que Wakabayashi se dispuso a comérsela dentro del mismo empaque. El gato se acercó y, al oler el pollo que contenía la comida, se puso a maullarle a Genzo con mucha insistencia.

Nuevas emociones [Captain Tsubasa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora