Un día en casa.

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Aquí les dejo la ultima de hoy. 

Espero que les guste.

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Era día festivo, no me acuerdo exactamente que se celebraba, pero mis padres solían salir a comer esos días y ese día era uno de esos.

Me encontraba con mi hermano mellizo, viendo películas de terror (me acuerdo que a él le gustaban mucho pero le daban miedo al igual que a mi).

-Dormiremos juntos esta noche- dijo mi hermano.

Estaba asustado igual que yo. 

Pero todo cambio cuando recibimos una llamada de nuestros padres, los cuales nos avisaron que una chica nos iba a cuidar esa noche. La chica llegó y nos dejó ver la peli.

Nos sentíamos asegurados y con menos miedo, gracias a que ella estaba con nosotros.

-Iréis a la cama cuando termine la película- dijo ella.

Miré a su dirección pero no estaba: *de seguro fue a otro lado, mientras hablaba* pensé y seguí viendo la peli con mi hermano.

Teníamos todas las luces encendidas, pero todas se fueron apagando; una a una. No muy rápido ni muy lento, era como si la chica las iba apagando mientras pasaba por cada habitación (al menos eso quería pensar yo). La sala era enorme y conectaba con la cocina así que cuando se apagó la luz de ésta nos asustamos porque podíamos ver con claridad donde estaba el interruptor.

-Hannah, tengo miedo.

-¿Yessy?- le llamo a nuestra cuidadora.

-¿Qué pasa?- ella responde pero no puedo verla, no está en ningún lado visible.

-¿Dónde estás? las luces se apagaron- le dice Robin asustado.

Mi teléfono empieza a sonar y otra vez son mis padres. 

-¿Papá?

-Chicos, llegaremos más temprano, la niñera no llegará, se le presenta..

-Pero está aquí- miro a Robin y empiezo a temblar.

-No ¡salgan de la casa y vallan a la casa vecina, ahora!- nos exigió pero ya era muy tarde.

Robin mira hacia el techo y se echa hacia mi aterrado, yo le seguí la mirada para contemplar la figura aterradora que pegaba en el techo y nos observaba con una espeluznante sonrisa. Era ella y ya no era bonita como pensé haberla visto.

-Estoy aquí...

.......

Y pensé que ese era mi fin, pero desperté en mi cama y Robín estaba conmigo. Lo miré y ¡Por Dios! no era él, era ella, pero volví a despertar y ahora me encuentro escribiendo mi terrible pesadilla.

Por cierto, no desperté en la cama, desperté arriba de mi cama; pegada en el techo.



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