C A P Í T U L O 2

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22 de mayo, 2012

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22 de mayo, 2012.

Las manecillas del reloj se movían de manera lenta y pausada, sin miedo a apresurarse o adelantarse al tiempo. Pero en momentos como aquéllos es que anhelaba el paso apresurado de aquellas manecillas, para que así dé por finalizada la insidiosa molestia de estar sentado sobre el banco de madera, escuchando a la profesora Jisoo relatar historias de la literatura clásica, como si a niños de diez años les importase escuchar tonterías como aquéllas. 

Suspiré por milésima vez aquella mañana. Tan sólo quería ir a casa, pero en ese entonces apenas podía observar el panorama del exterior por la ventana que se encontraba a mi derecha.

El sol se encumbró al medio día, en su punto más alto. Había hastío en el aire e invierno en mi vida. El salón se encontraba impregnado con el olor de la transpiración de más niños de los que podía contar, sofocados por el azotador calor del verano. Podía sentir como el sudor recorría el tramo más penoso entre mis mejillas y cuello, apretujados por un rubor digno de la más pura agonía al llevar un uniforme de lana en el verano con el índice de calor más alto en los últimos diez años. El efecto adormecedor del monólogo de cada mañana de la profesora Jisoo se sentía en el aire, en compañía del quemazón incandescente de los rayos del sol que se filtraban por los ventanales.

—Niños, no olviden que dentro de dos semanas es el día de la profesión y deben traer a sus padres —vociferó con voz dulce y severa la profesora Jisoo, llamando mi atención por primera vez en todo lo que llevaba de habla, palabra y desgaste de saliva—. Y por favor, tampoco olviden enseñarles el aviso que llevan en sus cuadernos a sus familiares, este viernes es la feria de comida y cada uno de ustedes debe aportar algo.

Resoplé y rodeé los ojos al techo, no iba a mostrar nada a mi madre. Mamá nunca aportaba nada a este tipo de eventos, ni acudía a los días de profesión, ni al de las madres y mucho menos a reuniones escolares. Ella declaraba firmemente que eran una pérdida de tiempo. Que las escuelas sólo debían mantenerse bajo la estricta norma de lo educativo y no malgastarlo en eventos y reuniones con el único fin de sacar dinero de los bolsillos de los padres.

Palabras suyas, no mías.

Al cabo de unos minutos y alboroto sin sentido por parte de aquellos infames que tenían como diminutivo la palabra niños, sonó la campana de salida. Me apresuré a recoger todas mis cosas y apretujarlas en mi pequeña mochila de Superman, y aceleré el paso para salir lo antes posible de aquel lugar, no sin antes despedirme de la profesora Jisoo con un ademán de manos.

Los niños pasaban a mi lado, de diferentes edades, estaturas, color de piel y sexo. Nadie volteaba. Nadie me miraba. Todos apresurándose con el único fin de llegar a la salida e irse junto con sus padres a sus hogares o quizás a otro sitio, quién sabe. Volteé la cabeza hacia diferentes direcciones, miré a cada niño que pasaba a mi lado y observé cada rostro del pasillo en busca de la pálida cara de mi hermano.

RAIN | TAEKOOK [+18]🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora