CAPITULO II

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CAPITULO II

Luisa daba vueltas por la casa como animal enjaulado, a veces su hijo

era tan débil que no lo soportaba, estaba demasiado borracho para tenerse

en pie y, aunque le había ayudado a tumbarse sobre la cama, al rato se

había incorporado y caído, dándose un buen trompazo en la cabeza. Tuvo

que detener la sangre con agua oxigenada y estaba inquieta esperando que

la maldita herida dejara de sangrar, el muy bruto ni siquiera se había

enterado, había bebido tanta cerveza que el dolor estaba neutralizado y

dormía como un tronco.

¿Dónde estaría Violeta y dónde habría pasado la noche? se preguntó una

vez más.

Era casi mediodía y seguía desaparecida como si se la hubiese tragado la

tierra y sin dinero, ni tarjetas era muy difícil moverse por la ciudad.

¿Tendría algún conocido que tanto Mario como ella ignoraban? Era la

única explicación posible, solo así se entendería que no hubiera vuelto a

casa a recoger el bolso.

Se dirigió al dormitorio para echar un ojo a su hijo, seguía dormido

panza arriba y con la boca muy abierta emitiendo sonidos indescriptibles,

miró rápido la herida de la cabeza y, con gran alivio, comprobó que ya no

sangraba, la costra de sangre seca le impidió valorar la profundidad del

corte pero de todos modos se relajó. Sin hacer ruido salió del dormitorio y

se entretuvo limpiando, mientras veía en la tele una serie de humor que le

hizo soltar unas cuantas carcajadas.

Mario se despertó e hizo acto de presencia cuando ya tenía la comida

preparada y dispuesta sobre la mesa, su rostro aparecía blanco como el

papel, el ceño arrugado y los gruesos labios contraídos sobre su boca. Luisa

lo miró como si fuera un espectro y él se comportó como tal, sentándose a

la mesa sin decir nada. Antes observó el lugar donde reposaba el bolso de

Violeta y con gesto preocupado se derrumbó sobre la silla.

La mujer agarró el plato de Mario para servirle pero él, con gesto hosco,

negó con la cabeza.

- ¿No pensarás estar todo el día sin comer?

Respondió con una especie de gruñido y se encogió de hombros.

- Mario, deja ya de comportarte como un niño y empieza a afrontar los

hechos.

- ¿Afrontar los hechos? ¿Entiendes que ayer fue cuando...? ¡Maldita

sea!, a ti te da igual en realidad es un alivio, por fin te has librado de

Violeta, ¡no la soportabas!

Estaba enfurecido y la indiferencia de su madre lo enfurecía más aún,

parecía tan tranquila que se sintió más culpable.

Corazón De ArenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora