Capitulo VI y Capitulo VII

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  • Dedicado a Ana Barbara Aleman Jimenez
                                    

CAPÍTULO VI

A Magda la reacción de Mario la tenía confundida, sus cambios de

humor, además de extraños, eran imprevisibles, parecía estar bien y,

repentinamente, se mostraba huraño y violento como si algún circuito en

su cerebro no hiciera la conexión correcta, debería mandarlo al infierno y

no perder un minuto de su tiempo pensando en él, pero lo veía deambular

por el departamento como perro sin dueño y la maldita lástima pensaba por

ella, parecía tan triste que se movía como un alma en pena y Magda,

defensora desde niña de las causas perdidas, no lograba sacarlo de la

cabeza. Quería acercarse a él, pero después de lo sucedido, debía parecer

un encuentro fortuito, y aunque discurrió distintas formas, ninguna le

pareció lo bastante convincente como para creer que fuera cosa del azar.

La jornada laboral llegaba a su fin y Magda seguía sin saber cómo

hacerlo.

Estaba recogiendo los papeles y apagando el ordenador, cuando notó que

alguien se paraba a su lado, giró la cabeza y se encontró con los tristes y

negros ojos de Mario detenidos sobre ella.

- Hola... ¿Tienes prisa?

Ella negó con la cabeza.

- Vayamos a tomar algo.

Un gramo de orgullo se coló por algún lado de su carácter que la llevó a

decir lo que no quería.

- ¿Para qué? Hemos quedado dos veces y las dos te has largado

mosqueadísimo.

- Ya... lo siento... estoy pasando un mal momento y me cabreo con

mucha facilidad.

Aceptó sus disculpas y salieron a enfrentarse al frío invierno antes de

encontrar una cafetería acogedora, en ella había un público variado que se

entretenía charlando, algunos jugaban al ajedrez o a las cartas, también la

mesa de billar estaba ocupada por un par de jóvenes e incluso había cuatro

ancianas jugando al parchís. Mario y Magda se tuvieron que sentar en la

única mesa disponible, estaba al lado de la puerta y cada vez que la abrían,

el intenso frío se les pegaba a los pies; a pesar de ello, ninguno dijo nada y

estuvieron charlando sobre el trabajo, la política y el paro, evitando ambos

la cuestión que los separaba y unía. Fue una tarde agradable, sin más

pretensiones que pasar un rato entretenido y, por fin, lograron estar sin que

Mario derramara rabia e ira sobre una Magda totalmente entregada y

pendiente de las distintas conversaciones que iban de un tema a otro.

Se despidieron hasta el día siguiente, ella feliz de haber podido entrever

al hombre divertido, de conversación hilarante y sin más preocupación que

pasar un rato agradable, él volcado en esa superficialidad para quitarse a

Corazón De ArenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora