Un demonio llamado Jake

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Mamá estaba obnubilada por él, y nunca supe a ciencia cierta si lo amaba o no. Como ella decía: "le daba seguridad" y la verdad es que yo pienso que también le daba otras cosas que nunca logró confiarme. Siento que luego de perder al amor de tu vida, luego de 20 años de haberlo conocido, llega un agujero profundo en el alma, y bueno, ese agujero mi madre lo había llenado con Jake. La Basura Jake, como solía llamarle cuando él no estaba cerca ni mamá, pues la diferencias y el odio eran mutuos, sin embargo, yo nunca le reclamé nada por no molestar a mi padre, puesto que desde hace seis o siete meses le habían diagnosticado dos pre infartos y debía estar emocionalmente estable. Por ese entonces yo tenía los finales de los dieciséis años de edad y llevábamos tres conviviendo sobre el mismo techo.

Jake era un hombre casi violento, temperamental, oportunista y deshonesto. Era agresivo y mal educado. Era un tipo de unos 45 años, bastante menor que mamá.

Su aspecto era desaliñado, de contextura corpulenta, alto, de músculos definidos, barba desprolija que siempre tenía de dos o tres días de crecida a un mes. Casi siempre se lo solía ver vestido en camiseta musculosa blanca, haciendo ostentación de su transpiración que mojaba la tela y transparentaba sus vellosidades y pectorales. De rasgos duros, viriles, casi de boxeador, era la imagen misma del macho desinhibido y desarreglado. Con una pobreza de educación y modales toscos, el único trabajo que había hecho toda su vida era el de repartidor mayorista de embutidos. Salía por la mañana con su camioneta a hacer las entregas, y volvía a media tarde a casa, momento que para mí era insufrible.

Yo pasaba horas haciendo mis cosas y dividía el poco tiempo en mis tareas y en mis hobbies: sembrar cactus.

En el patio de atrás, cerca de unos arbustos, yo tenía cactus colgados, me relajaba y me gustaba pasar tiempo cuidando de ellos, mientras mi madre veía. Ella era la mejor madre del mundo.

En casa, la vida era muy rutinaria. La típica familia de barrios pobres de fuera de la ciudad que aparentaban ser quienes no eran, y es que desde que mi padre había muerto y había sido reemplazado por el patético de Jake, todo había cambiado. Si bien no éramos una familia feliz, mamá se empeñaba en esforzarse cada día para que eso no se notara, fingiendo muchas veces y haciéndome constantes ruegos cada día con respecto a la mala relación que yo tenía con mi padrastro:

─Pero Tom, tienes que comprender un poco a tu padre... él trabaja todo el día y viene cansado, y...

─Mamá─ le respondía con una mezcla de angustia e ira ─¡Ya te dije mil veces que él no es mi padre! Nunca lo será, sencillamente porque yo no lo puedo sentir así. No me puedes obligar a quererlo si es un don nadie que me mira como una basura....

Mi madre se encomendaba a los santos y alzaba los brazos siempre que yo iba a encerrarme en mi cuarto. Desde allí, yo escuchaba la llegada de mi padrastro.

─¿Y el vago de tu hijo? ¿Otra vez metido en su cuarto?

¿Cuándo va a ir a trabajar? ¿Pero se puede saber qué hace ahí metido todo el día?

Desde mi cuarto escuchaba las justificaciones tímidas de mamá a media voz para no despertar la cólera de ese hombre tan imprevisible. Lo odiaba.

En ausencia de mi madre, me trataba mal, siempre a los gritos y hasta empujones para hacerse entender. Se creía con derecho a tenerme como su esclavo, es así que yo iba a comprarle su cerveza, cigarrillos, lavaba su camioneta, y todo lo que se le viniera en ganas, pues aducía que yo era un vago que no hacía nada en todo el día. Llegaba a casa y de manera autoritaria me dejaba la lista de cosas que debía hacerle y cumplirle en menos de cinco minutos, lava mis zapatos, búscame la camiseta, clava la tabla de porche, se ha despegado y bla bla bla.

Yo, que había terminado el colegio secundario, aún tenía materias pendientes, y hacía todo lo posible por seguir estudiando y poder entrar a la universidad. Mi sueño tan solo era obtener un cupo para ingresar a la uni y luego de eso, sabía que tenía un futuro casi asegurado. Y esa era otra oposición de mi padrastro, pues no quería saber nada de que yo estudiase, y aprovechaba cualquier oportunidad para explotarme como mano de obra gratuita en algunos de sus negocios.

NO SE LO DIGAS A TU MADRE...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora