El olor de la muerte

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Si me preguntan directamente si me gusta un chico, yo diría que no, pues esa es la verdad, y nada más que la verdad. Nunca me he visto en aquella posición de estar entre la espada y la pared en donde debo contestar que me gustan los tipos, y honestamente creo que nadie en mi familia lo sea.

Ni primos, tíos, abuelos o cualquier figura masculina.

Habíamos sido criados en un entorno muy masculino, y no machista. Todos debían ser varones, actuar como varones y fijarse en las chicas, y eso... está bien.

Incluso sentí atracción por una que otra chica de las haciendas vecinas, en donde, por medio de mi bicicleta iba a rodearlas cuando se bañaban en el río y me ocultaba detrás de plantas de caña y veía como se bañaban desnudas o con vestidos ralos que dejaban ver sus pezones duros o la raya de su trasero.

En una de esas tardes, cuando estaba observándolas muy cuidadosamente escondido, un tipo me tocó el hombro. Apenas le conocía, le había visto unas cuantas veces merodeando por todas las haciendas, incluso creí que era uno de los trabajadores del padre de la chica que yo observaba y que iba a golpearme allí mismo y a exhibirme como un pervertido. Pero no.

Lo que dijo, me dejo sin palabras, con un nudo en la garganta y con una vida diferente para siempre

-Es tu paá... Murió. Lo siento. Dice tu madre que te regreses a la casa.

Tomé mi bicicleta y pedaleé lo más rápido que pude. El viento secaba as lagrimas pero algo en mi me decía que todo era una mentira.

Cuando llegué vi un sinnúmero de gente que lloraba y que se callaron cuando me vieron. Mi madre abrazaba a su hermano mayor y una señora venteaba a otra con una toalla de algodón para que no se desmayara.

No entré. Me quede allí parado asimilando todo. Todo.

Luego todo pasó muy rápido. Sé que lloré. Sé que tenía calor.

Me recosté en mi cama, me recuerdo haber vestido mi mejor camiseta y también haber cargado un ramo de flores hacia el cementerio. Sé que el ambiente era cálido con un matiz naranja y gris. Sé que todo se veía triste y se sentía un hueco y nudos en la garganta. El olor de velas, lagrimas, saliva, sudor, incienso y rosas muriendo solo hicieron ver todo real. 

NO SE LO DIGAS A TU MADRE...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora