Corte de uñas

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Cuando volví a la habitación vi a Jake recostado en la cama. Se había quitado el pantalón y solo estaba vestido con un blanco slip. Yo no sabía qué hacer. No había otro sitio para sentarse en la habitación que la cama donde él estaba.

─Ven. ¿Me tienes miedo?

─No.

─No seas estúpido, ven...

─Estoy bien así.

─Te digo que vengas.

Por primera vez temí que iba a suceder algo que me asustaba mucho. Sin mirarlo, me acerqué a la cama y me senté a su lado, intentando concentrarme en el programa de televisión.

─Lo siento, Tom, pero ya ves. Vamos a tener que compartir la cama─ me dijo casi irónicamente. Y después de un rato me dijo: ─supongo que "al señor" no le molesta, ¿no?

─No, para nada─ mentí.

─Bueno, entonces acuéstate. Mañana nos tenemos que levantar temprano, si quieres come alguno de los sándwiches que nos hizo tu madre.

─No tengo hambre.

─Yo tampoco. Esta mierda de camioneta me quitó el apetito, carajo.

Al ver que yo me quedaba con la mirada en el piso, me dijo: ─¿Entonces? ¿Vas a comer algo?

─No, Jake.

─"Jake"...─ repitió con voz burlona ─¿Sabes que tu mamá quiere que me digas papá, no?

─Sí.

─Bueno, mira... haz lo que quieras, eres siempre el mismo idiota, pero la pobre piensa que en este viaje nosotros íbamos a congeniar. Y tú no entiendes que para mí eres como un hijo propio. ¿O acaso no te das cuenta?

Yo escuchaba sin dar crédito a sus palabras. Supongo que decía todo esto por sentir alguna culpa hacia mí.

─Pero tú, claro, te quedas callado, mudo... ¿Así como voy a saber lo que estás pensado?

Él decía todo esto mientras miraba la televisión y mi vista estaba quieta en el piso.

Jake se estiró en la cama y puso sus brazos por debajo de la cabeza. Yo podía oler su sudor axilar.

─Me quedé pensando en lo que dijiste, que tenía que estar presentable para la entrevista con mi cliente. Mañana me voy a dar un baño y me voy a afeitar.

Yo había ido hasta la cómoda de la habitación, donde empecé a sacarme la ropa.

─Te vas a meter en la cama, ¿no?

─Sí.

Mientras me desvestía, lo miré de reojo. Había dejado de mirar la televisión y ahora me miraba fijamente. Yo me avergoncé tanto que aceleré mis movimientos. Quedé vestido con mi slip.

─Desde que fuimos a veranear hace dos años, no te veía en bolas. ¡Mira como creciste! Estás hecho todo un hombre. ¿Desde cuando tienes tantos pelos?

Yo no tenía tantos pelos, pero sí me estaban creciendo entre mis tetillas y en mi ombligo.

─¿Ves lo que te digo? Si con esas patas peludas, es como si fueras un hijo mío...

Jake estaba intentando ser amable. Eso era claro. Yo temblaba, pues esas señales de amabilidad nunca presagiaban buenas cosas. Estaba tenso y nervioso, y él seguía mirándome descaradamente.

─Ven, acércate, así te puedo ver a la luz.

Yo fui hasta la cama, y enseguida quise meterme dentro de las sábanas para terminar con esa tortura.

─¡Momentito!─ me dijo, con una irónica sonrisa ─Como tengo que "estar presentable" para la entrevista con mi cliente, me vas a ayudar. En el bolso hay unas tijeras─ e indicándome sus pies prosiguió ─córtame las uñas, que a mí me dan mucho trabajo.

Yo obedecí maldiciendo internamente. Me daba asco solo pensar en tocar sus pies olorosos.

Jake se quitó las medias y se puso cómodo, siempre con las manos detrás de su cabeza. Mientras yo me sentaba a sus pies, él retomó la atención en la pantalla de televisión. Me puso un pié sobre mi muslo y yo comencé a cortarle el dedo meñique. Para eso tuve que separarlo un poco. Su larga pierna pesaba mucho. Sus pies estaban sucios, y cada tanto me venían arcadas que tenía que contener con mucho trabajo. Así iba pasando de dedo en dedo. Jake se había relajado y había abierto extremadamente sus piernas. No sé lo que me pasó en ese momento, pero no pude evitar dirigir mi vista hacia sus pesadas y velludas piernas. Mi mirada siguió ascendiendo y aprovechando que él no me miraba, me fijé con asombro en su entrepierna. El slip a duras penas podía contener su enorme carga. Un bulto enorme se le marcaba ahí, era una montaña que se alzaba por entre sus muslos abiertos y grandes. Al abrir las piernas, por entre las aberturas de la prenda salían parte de sus testículos que se marcaban perfectamente en toda la zona. Podría distinguir también su miembro, estaba ladeado a un costado. La anchura me impresionó. Sendas ingles estaban cubiertas de oscuros pelos, gruesos como alambre. La piel más suave de sus tremendas pelotas también estaba tapizada de vello, que se esparcía como una continuación de la vellosidad de sus muslos. Esa visión me dejó perplejo. Yo sentía una gran repulsión por ese individuo, sin embargo, lo que veía me era irresistiblemente atractivo. Cuando terminé con su pié, enseguida me dio el otro, diciéndome:

─Muy bien, muy bien, mi hijito, así. ¿Están muy largas?

─Bastante.

─Bueno, concéntrate bien, no vaya a ser que me cortes un dedo...

Yo seguí la tarea, pero apenas me podía concentrar en ella tal era la vista que me ofrecía aquel tipejo. Subí más mi vista, disimuladamente para que él no se diera cuenta. Debajo de sus brazos estirados sobresalía la oscuridad de las axilas. El vello se separaba en dos partes, un mechón hacia arriba y otro hacia abajo, y en el medio, un valle de piel blanca que los separaba. Siempre había tenido de oportunidad de ver su torso desnudo, pero ahora me llamaba mucho la atención. Sus dos pectorales eran como tetas de mujer, amplias, redondas, carnosas. Los pezones eran generosos, nada en ese hombre era sobrio y delicado, tenía la sensación de que todo se presentaba en él de una manera grosera y contundente.

Todo era grande en él, y yo a su lado me sentía como un pequeño hobbit. Esas tetillas oscuras y bien redondas, estaban coronadas por unos pezones que medirían como dos centímetros, sobresaliendo por encima del vello espeso que los rodeaba.

NO SE LO DIGAS A TU MADRE...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora