Vigésima carta.

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Lloras con ruina y espina.

Te echas más polvo en la herida.

No quieres hablar del tiempo.

Aunque este de nuestro lado.

Lloras para no oírme,

no doy tregua a este encierro.

Te lamentas para no leerme.

No te escribo con maldad,

lo juro.

Ojos azulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora