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|G O I N G  B A C K  T O  T H E 
P A S T|

Bajaron lentamente analizandonos y sonrieron al vernos de cerca.

— Han crecido demasiado desde la última vez que los vi — añadió, deteniéndose frente a nosotros.

En cambió, ella se abalanzó hacia mí a abrazarme.

— Regresaste — murmuró, en mi pecho.

Correspondí su abrazo con una sonrisa.

— Hola, Sarah — saludé, separandome un poco de ella para verla mejor.

Había crecido un poco más, su cabello estaba largo y ondulado, sus facciones se habían acentuado un poco más y sus ojos seguían siendo similares a los de Tom.

— Cuanto haz crecido —acaricié su mejilla con ternura.

Una sonrisa se formó en su rostro y se apartó para dejarme saludar a su madre.

Tom se acercó de un lado con una genuina sonrisa y Paddy del otro, mientras nos miraba sin expresión alguna.

— Es un placer volver a verte, Nikki — solté, dando un pequeño paso hacía ella.

Sonrió aún más.— Mi querida, Raven — murmuró, dulcemente, tomándome de los hombros.— No puedo creer cuán parecida te vez a tu madre — añadió, acariciando mi mejilla con la misma dulzura.

Sonreí con melancolía y me aparte un poco, mirando a mi hermano.

— ¿Y supongo que tu eres Jack? — preguntó, mirándole atenta.

Mi hermano asintió tímidamente.

Nikki sonrió tiernamente.— El pequeño Jack. Ahora todo un hombrecillo — añadió, soltando una pequeña risa.

Jack sonrió.

Nikki volvió su mirada a mi.— Vengan, tomen asiento. Están en su casa — señaló, el sofá detrás nuestro.

Camino hacía ahí, mostrando aquella elegancia y seguridad con cada paso que daba. Y se sentó cruzando la pierna encima de la otra. Sarah le siguió detrás alegremente y tomó asiento de un lado de ella.

— ¿Gustan algo de beber? — preguntó, amablemente.— ¿Agua? ¿Jugo? ¿Té? — añadió.

Asentí.— Algo de agua, esta bien — respondí.

Nikki asintió.— ¡Greta! — vocifero.— ¡Greta! — replicó, con firmeza.

Los pasos apresurados de alguien se hicieron escuchar por el pequeño pasillo de la cocina y de ahí, se asomó una muchacha.

Con las mejillas ligeramente sonrojadas y su uniforme un poco desordenado.
Su cabellera rojiza casi naranja, atada en una coleta alta–igual de desordenada–, llamaba la atención.

La mirada de la pequeña Sarah se volvió molesta y seria mientras negaba.

Ja, meine Dame? (¿Sí, mi señora?) — respondió, en aquel idioma que hablaban los chicos.

𝖉𝖎𝖊 𝖋𝖔𝖗 𝖞𝖔𝖚 | TOM HOLLAND [En Edición] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora