Capítulo 2

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No había día que pudiera dormir bien. Todas las noches me despertaba, por causa de un estruendoso grito que venía desde el pasillo que conecta mi habitación con la de mi hermano. Era un grito de mujer, que se notaba que se le desgarraban todas las cuerdas vocales, era más que claro que le estaban haciendo algo, pero quién era, si entre ese pasillo yo era la única mujer. Mi madre, dormía en el piso de abajo, imposible que ella fuera, aparte era un grito entre agudo y rasposo, la voz de mi mamá era suave, no alcanzaba el tono agudo, y podría diferenciar su voz a kilómetros de distancia. Además, en las mañanas ella estaba reluciente, siempre vistiendo bien, con el aroma a su perfume favorito y su cara con un poco de maquillaje, sirviendo un rico desayuno.

Parecía loca escuchando voces, pero de verdad que llega a ser desesperante. Me he preguntado si de verdad son de la casa, ja, realmente estúpido pensar eso, porque los escuchaba claramente, si fuera desde la casa de algún vecino, no sé entendería, posiblemente ni siquiera se escucharía. Aparte vecinos cerca no tengo, casi todos están apartados. Ash.

Recién son las seis de la mañana, no he podido dormir desde las tres. Traté de reconciliar el sueño, cerraba los ojos, me relajaba y nada, hasta llegué a contar ovejitas, al parecer no fue suficiente, así que no me quedo de otra que quedarme despierta mirando el techo.

Miro el reloj, esperando que haya avanzo, pero este sigue marcando seis con quince minutos. En mi familia tenemos una regla, "No se puede salir hasta las ocho de la habitación". Odio las malditas reglas que ponen, siempre buscan tener todo malditamente cuadrado.

Cuando papá estaba vivo hablaba con él todas las tardes por teléfono. Mi madre no me dejaba ir a verlo, según ella me iba a meter cosas en la cabeza. Papá me apoyaba en todo. Cuando lo veía nos reíamos a carcajadas, mientras comíamos un delicioso pastel o algún dulce que nos gustara a los dos. Con él podía hablar de todo, sin pudores.

Mi padre es una persona con un corazón humilde, con su sonrisa ilumina cualquier rincón oscuro, sus ojos color verdes, su cabello algo canoso. Tenemos un gran parecido, aunque lo único que cambia es el cabello y ojos. Mi cabello es más claro y mis ojos son color miel, además de tener unas cuantas pecas—eso lo saque de mi mamá—en las mejillas y nariz.

Me encantaba pasar tiempo con él. Pero todo cambio, él encontró a una mujer y dejamos de hablarnos.

"A veces el amor te aparta de las personas que más quieres"

Cuánta razón tenía esa frase y yo lo sabía más que nadie.

Me molestaba el hecho de que se hubiera enamorado. Porque ya no tenía ojos para mí, su hija, después de todos esos momentos que vivimos, prefirió reemplazarme por una mujer. Una mujer bastante hipócrita y estúpida. Bueno, estúpida para algunas cosas, porque cuando se trataba de dinero o salir, no tenía ni un pelo de tonta.

Cuando se murió mi papá, no podía creer que la primera palabra que dijo esa mujer fue "Yo me quedo con la casa", no me faltaban ganas para propinarles unos cuantos golpes, pero me las tuve que comer. No iba a discutir con esa.

Era la única que era cercana a él. Mi hermano le tenía un "odio", aunque se lo guardaba, porque era obligado a convivir con él. Parecerá contradictorio a lo que dije, pero mi madre obligaba a Owen a ir a verlo y estar con él. Según ella "Owen es hombre y no se deja manipular, en cambio yo sí". Bastante ilógico.

Miro nuevamente el reloj, para mi sorpresa son las siete y media. Siento que desde que lo miré por última vez, solo ha pasado un minuto Solo me distraje pensando en dicha época.

Tomo mi libreta, donde escribo todas las mañanas una frase.

"Deja de atormentarte con cosas, que te abren más una herida"

"Deja de atormentarte con cosas, que te abren más una herida"

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Las paredes se cierranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora