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¿Te digo algo? Lo primero que vino a mi mente fue echarte la culpa por dejarla sola, por abandonarla, por dejarte herir con sus malditas palabras que solamente eran espadas envenenadas de mentira, pero que al fin y al cabo terminaban hiriendo, pero echarte la culpa no la haría regresar. Era como llorar, pero para qué hacerlo si no obtienes nada, esa era mi razón para no romperme, para no dejar que el dolor rompiera mi corazón lentamente...pero siempre me equivocaba, ese era el error que siempre cometía una y otra y otra vez. Nunca aprendía a no tocar la rosa con espinas, porque siempre terminaba herido. Nunca aprendía.

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