Parte 1. Rimas catastróficas.

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Taehyung relaja sus hombros. Lleva sentado frente la mesa ya horas, pues la rima que había comenzado el día anterior, no logra ser completada. Sus ojos recorren los versos ya escritos, no convenciéndole del todo. Se levanta, brusco, tomando entre sus manos el papel y arrugándolo, si no surge, no es arte, no es su estilo. Algo va mal con esa rima si no se logra completar a sí misma.

Está estresado. ¿Por qué hace esto? Gana una miseria. No le llega ni para pagar fin de mes. Su oficio de poeta es más que una afición, pero se le paga como si lo mismo fuera. Está agotado. Decide escribir un pareado, corto y sencillo, para hacer que su característica paz vuelva a su cuerpo, después del estrés de un escrito fallido.

Escribe sobre su musa. Aunque, realmente no tiene una. Es una criatura inexistente. A veces es morena, otras veces rubia. Realmente eso no importa, su musa, interiormente, siempre es igual. Un alma amorosa, tranquila. Con un buen sentido del humor, alguien completamente creado para él. Pero, es eso, su musa. Un ser que le inspira, desde sus sueños, desde su creación.

Recuerda entonces la primera vez que lo vió. Brillante, cálido, sonriéndole. Diciéndole que todo iría bien, que aunque la soledad lo abrumara, nunca estaría realmente solo. Cuando lo acarició, e hizo que su ataque de ansiedad cesara. Recuerda haber llorado de felicidad, pues llevaba tanto tiempo haciéndolo solo, sufriendo escondido, sin ningún ápice de luz. Y cuando finalmente se calmó, aquella luz desapareció.

Pero él estaba tan tranquilo. Como si su vida dependiera de un hilo, pero ese hilo fuera tan, pero tan fuerte, que sabía con certeza, que nunca se rompería.

Hoy, unos quince años después, esa fuerte cuerda lo sigue manteniendo, pero está tan desgastada. Las ojeras bajo sus ojos lo demuestran, y la soledad y angustia de su corazón cada vez más presentes. Entonces algunas lágrimas caen de sus ojos, se encuentra tan mal. Necesita esa luz, necesita que aparezca. Pero que se quede, y que le diga que siempre lo va a cuidar. Que se convierta en algo físico, en algo que pueda amar con todo su corazón, dando hasta su alma, para no sentirse tan solo.

Entonces se levanta. Algunos mechones, negros como el carbón, cubren de alguna manera sus ojos llorosos. Ceniza, su gato, asoma la cabeza en el marco de la cocina, acercándose rápidamente al ver a su dueño llorar.

— Siento que me tengas que ver así, cariño. Pero hace tanto frío dentro. — Le susurra, acariciando su cabeza. Y tomándolo entre sus brazos.

¿Musa, acaso mis sueños y mi vida, que dependen de tus ojos, vida mía, van a desvanecerse porque la soledad me abruma, y el dolor me mata?

La musa que lo cuida. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora