Quinto Día

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XVIII December del 903 ad Urbe condita (a.U.c.)

Hoy tenemos planeado ir al circo. Como Emilio filius ya tiene más edad aprovecharemos para llevarlo, ya que antes lo considerábamos un poco violento para él. Aunque hoy no hay lucha de gladiadores, sino carreras. Decidimos venir en diciembre porque los carros los pintan de blanco, y lo considero un color increíblemente bonito (Emilio pater lo sabe y por ello vamos en esta época, le encanta complacernos. A veces pienso que nos consiente demasiado). Estoy ayudando a Emilio filius a vestirse con su toga adornada con tiras de color (que le encantan), tras ayudarlo me visto con mi stola de seda que me regalo mi adorado esposo recamada con plata (me lo compró en mi pasado cumpleaños y aprovecho para usarlo cada vez que puedo).

Llegados al circo nos colocamos en las gradas a la sombra (aún sigo sin entender porque Emilio pater paga por estos asientos si en invierno el sol apenas arde), en ese momento llega Tita con su hija de un año (luego de la pérdida de su hijo lo volvió a intentar, es una chica que no se rinde, también me contó que la señora le confirmó que esta vez la niña estará más sana que los dos anteriores) y nos saluda con la mano antes de sentarse a nuestro lado y darme un abrazo que me transmite que está feliz.

- No sabía que vendrías hoy al circo y menos con Quinta – digo dirigiéndome esta vez a Quinta – Hola hermosa, ¿cómo estás?

Quinta me sonríe con una cara muy dulce que me derrite. Emilio filius se da cuenta de que Tita y Quinta están aquí, se levanta de su lugar y abraza a Tita para luego darle la mano a Quinta.

- Hola Emilio, ¿cómo estás? - Le pregunta Tita a mi hijo.

- Yo estoy bien. ¡Vamos a ver una carrera de caballos blancos!

- No, cariño, de caballos blancos no. De carros blancos. - Le corrijo con cariño.

- Ah, ¡eso!

Tita ríe con la soltura y forma de ser de mi pequeño, es tan lindo...

La carrera está por empezar, Emilio filius se coloca en su lugar con nervios, cree que va a ser igual de sorprendente que el teatro, el detalle es que no será así.

***

Al salir Emilio filius no estaba contento, no le gusta el circo tanto como el teatro. Estoy considerando realmente el asunto de que quiera ser actor, ya que sigue con la misma idea desde que salió del teatro (de eso ya han pasado dos años) y pide ir siempre que puede.

Estoy hablando con Tita acerca de cómo contarle a Emilio que estoy esperando por segunda vez y cuando llegamos a la puerta de su casa me dice que yo sabré cuando contárselo. Me despido y me dirijo a mi casa con mi marido y mi hijo, mis dos amores. Al llegar a la puerta me encuentro con Emilia, que está con el rostro pálido y al verme se queda petrificada y no es capaz de mover un solo músculo. Ya consiguió que me preocupara...

- ¿Qué sucede Emilia? - pregunta Emilio pater preocupado. Al oír la voz de mi marido pestañea con velocidad y lo mira, luego me mira a mí y vuelve a mirar a Emilio pater y repite el proceso unas tres veces hasta que detrás se aparece mi madre con los ojos hinchados, rojos y el rostro húmedo a causa de las lágrimas.

- Hija... - empieza a decirme mi madre.

- ¡Madre! ¿Qué sucede? ¿Le sucedió algo a mi hermano o a padre?

- Hija.... - se interrumpe por el llanto. – Hija... Tu... Tu pa... Tu padre...

- ¡¿Qué le pasa a mi padre?! ¡¿Madre?!

- Tu padre... Ha... Ha muerto. - Suelta finalmente con dificultad.

- ¡¿Qué mi padre qué?!

En ese instante todo se desvanece y deja de tener sentido, siento como si una parte del alma, una del corazón y otra del cuerpo hubieran muerto. Con tal noticia mi cuerpo no resiste y me desvanezco en los brazos de mi adorado esposo que se encontraba a mi lado. 

Diario De Una Mujer RomanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora