Limpió cuidadosamente su cuchillo de carnicero con su lengua. «Está salado», dijo Sanders.
—Dime, ¿cuántos dedos tiene el ser humano?— le extendió sus palmas de las manos muy abiertas a los ojos aterrados de su víctima.
Con la dificultad de articular las siguientes palabras, el pobre hombre, por soportar el inimaginable dolor, apenas se mantenía consciente, dijo:
—Veinte.
—Qué mal que ahora eres un fenómeno y deformado. Yo sí tengo veinte dedos —Empezó a reír fuertemente; casi como fingida. Entonces, se acercó frente a frente con su muñeco de pruebas y abrió tanto los ojos que daba la idea que se saldrían de su rostro.
—¡¿QUIERES VER ALGO GRACIOSO?! —sale de la habitación del que estaba, y vuelve consigo con una cabra muy desnutrida—. Presta... atención.
Alza su cuchillo y lo entierra en el cuello del mamífero. Lo tira al suelo, pone una rodilla sobre su cuello, y siguió cortándolo. El animal movía locamente sus patas y gritaba. Después de un tiempo, dejó de hacerlo; la cabeza del animal al fin había sido amputado. Toma la cabeza y comienza a beber de la sangre que goteaba de ella. Entonces ve al otro tipo, y le dice:
—¿Quieres un poco? —Su voz pasó de ser el de un lunático al de alguien calmado. El otro hombre, sujetado por cuerdas en una silla y amordazado, no hizo más que verlo de horror a aquellos ojos inquietantes.
De repente, al ver que no obtuvo respuesta, le lanza la cabeza amputada de la cabra a su víctima, lastimándola con los huesos expuesto del miembro. El de la silla sólo gritaba por la lastimada reciente. Entonces siente el cuchillo sobre su cuello: el asesino frente a él.
—Ahora... —Se tapa el rostro sin cubrir su boca—. ¡ESTO TE VA A GUSTAR!
Va por la cabeza de la cabra y la toma de la mandíbula. Comienza a abrirla. Resonaba cómo los huesos al ser rotos. Ya teniéndola abierta lo suficiente, mete su boca y comienza a morder todo lo que había ahí: dientes, la lengua, la carne, huesos, todo. Se los devoraba , y a la vez, reía fuertemente. Vuelve a lanzar la cabeza al tipo en la silla, y éste comienza a llorar.
—¡SILENCIOOOOO! —Lo toma y lo arrastra, con todo y silla, al charco de sangre—. AHORA AQUÍ TE QUEDARÁS Y TOMARÁS DE ESO SI NO QUIERES MORIR —Lo tira encima del charco, y se va, dejándolo ahí.
Estuvo sollozando por el sufrimiento que había recibido y por lo que acababa de ver.
Se quedó encima del charco de sangre del pobre animal, y pensó, que algún día, así estaría de nuevo.
Solo que esta vez, la sangre sería de él.
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Asesinos
HorrorCortas historias de asesinos y de cómo mataban/torturaban a sus víctimas. + Contenido explícito. + Escenas de violencia y mutilación.