I. El encantamiento de la oscuridad

681 16 1
                                    

      Los famosos entraron al bar buscando diversión, así como ella, quien sostenía su vaso de Bourbon y tapeaba con sus delicadas uñas el vidrio, mirando hacia la puerta de entrada en donde se armaba un gran escándalo.

—¡Eh, día de suerte! —uno de sus amigos corrió por una foto mientras sacaba de su bolsillo trasero un lápiz, ¿Cómo es que andaba con un lápiz en los jeans en un día de fiesta? La chica rió y meneó la cabeza, conocía vagamente a los famosos, tenían una banda, viajaban por el mundo, eran guapos, ajá, todo eso, lo típico, y si hubiera sido otra noche se hubiera ahogado con su bebida al verlos pero estaba demasiado preocupada ahogándose en su realidad.

—Mira, pequeña, si no te animas un poco nada te saldrá bien, todos los problemas pasan y la vida es una sola —el segundo de sus amigos, un poco más mesurado, que se había quedado a su lado pese a ser fanático de los tipos que entraban, le habló sobre filosofías extrañas que ella no entendía, y no, no le entraban en la cabeza, ¿Por qué tendría que animarse? ¿Quién dijo que todos los problemas pasan? ¿Quién dice que la vida es una sola y que por ese motivo hay que vivirla fingiendo ser feliz? La chica bufó, al menos el hombre lo estaba intentando.

—¿Dónde está Mel? —Melanie Harrison era algo distraída, se iba donde su corazón le decía y su corazón le decía que la pista de baile y esa canción de los noventa eran donde debía estar. La chica del Bourbon la localizó sin tener que escuchar la respuesta a su pregunta, Harrison se meneaba como si nadie la estuviera mirando junto a un muchacho de cabellos en punta.

Siempre le agradaron los más llamativos.

—Mierda, no te encorves y sonríe —su amigo le dio un codazo que casi le hace botar todo el contenido de su vaso y ella frunció el ceño levemente antes de hacerle caso y buscar el motivo, era extraño pero siempre era así, primero hacerle caso, luego revisar el por qué le pedía lo que le pedía, confiaba demasiado en él como para desobedecer.

—Uno de absenta —el motivo estaba a su lado pidiendo una de absenta, cabello largo pero no tanto, negro como la oscuridad del bar, ojos color ámbar, grandes, brillantes, piel morena, dos tatuajes en el brazo derecho que tenía descubierto porque llevaba una camiseta arremangada de Star Wars.

—¿Esa bebida no es ilegal? —no se pudo contener, se volteó y apoyó sus codos en la barra, jugueteando con el vaso casi vacío de bourbon.

Pediría otro.

—No, ya no —el joven la miró de reojo, no pudo evitar fijarse en sus ojeras y esas pequeñas imperfecciones que la hacían ver algo demacrada pese a su belleza, la curiosidad le picó por la espalda pero él no sabía si hacer caso o seguir esperando por su hada verde, su absenta, en silencio. Sus ojos grises eran como la niebla de una mañana londinense y lo miraban, sabía que lo miraban escrutándolo como siempre lo hacía todo el mundo—. De todos modos, es la bebida de los artistas ¿Sabías?

—Los del siglo diecinueve, y estamos en el siglo veintiuno —apuntó ella, haciéndolo reír levemente y girarse. Sí, definitivamente había atendido al llamado de la curiosidad—. Un bourbon doble y con hielo, por favor —la oyó pedir mientras dejaba su vaso vacío a un costado.

—Los hielos son cortesía, te los darán sin que los pidas —comentó.

—Gracias por el dato, no suelo frecuentar bares —explicó la ojigris, pasándose una ansiosa mano por su liso cabello color almendra, el cual le caía hasta un poco más debajo de los hombros, desordenado.

—¿Cómo te llamas? —él achinó los ojos, dudando de lo que estaba haciendo, eso de conocer chicas en bares de ciudades que probablemente no visitaría nunca más en su vida le provocaba una disyuntiva: por un lado se divertía, sí que lo hacía; por otro, todo eso reafirmaba más lo solo que estaba y lo solo que estaría cada mañana luego de una noche de bar.

Era como su destino, de todos modos.

—Marla.

—Marla, la gran turista —recitó, el club de la pelea probablemente era y sería su película favorita, ¿Cuántas probabilidades en el mundo tenía de encontrarse a una chica con el nombre del personaje de Helena Bonham Carter en el filme? Bueno, una.

—Es algo curioso, pero nací en el 1993, seis años antes del estreno de la película, tres años antes de la creación del libro que la inspiró —él boqueó ante la declaración, ella había captado la referencia con creces—. De todos modos me gusta que me asocien a ella, es una de culto ¿No?

—La mejor de todas —le aseguró él con una media sonrisa sin enseñar los dientes, ella se la devolvió y recibió su bebida así como él su querida y extraña absenta—. ¿Y qué haces aquí, sola, bebiendo?

—Yo no estoy so... —miró hacia todos lados, Melanie bailaba con un tipo diferente, el chico del lápiz, Ronald, charlaba con el baterista de la banda por otro lado de la barra, y el chico mesurado que le había pedido que sonriera para el joven con el que hablaba, Bradley, en ese momento estaba tragándose a una muchacha cerca de donde Melanie bailaba.

Todo se había movido tan rápido que no sabía cuánto tiempo había pasado realmente desde que el vocalista se había sentado a un lado y Bradley había desaparecido del otro.

—Olvídalo —retomó lo que estaba diciendo.

—Presumiendo que no estás sola, pero que estás sola en la barra momentáneamente —él volvió a intentarlo—. ¿Qué haces?

—El bourbon es mi bebida favorita y la estoy bebiendo —contestó ella con seriedad para luego abandonarse a una sonrisa amigable y volátil—. No deberías preguntarle esas cosas a alguien como yo, probablemente te conteste que intento agarrar valor para suicidarme con algunas copas encima.

—¿Ah sí? —él la picó, jugando a no tomarla en serio.

—Probablemente tengo mucho en común con Marla Singer, cantante, Solo deseo llamar la atención.

—Lo logras —se miraron.

Un mix de Dimitri Vegas comenzó a sonar.

—¿Bailas? —él terminó su brebaje de artistas.

—¿Debería?

—Debemos prevenir ese suicidio esta noche de alguna manera.

Marla le dio su mano al joven de ojos color ámbar y él la arrastró a la pista con una sonrisa.

El vaso medio vacío de bourbon dejó de acompañarla, había encontrado un reemplazante. 

Los amantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora