Capítulo Unico

9 2 0
                                    

No es nuestro destino el papel que nos depara esta sociedad.
No estoy de acuerdo con mi patrón el señor Oswald, que dice que lo acepte, porque nunca cambiará.


La rutina no me agobia. Estoy acostumbrada. Tengo que tratar de llegar temprano. El bus de las 7.35 es mejor que el de las 7.50. Hay lugar para nosotros en la parte de atrás. Y al menos el chofer es agradable y no nos lanza comentarios fuera de lugar.


Siempre me levanto bien temprano, con o sin sueño, con o sin fiebre. No puedo darme el lujo de dormir mal o levantarme con la cabeza sudorosa.


Rápidamente voy al baño, hago mis necesidades, busco uno de los baldes grandes con agua que junté del aljibe la noche anterior y lo tiro en la letrina.


Prendo unos fósforos y lo pongo en el pequeño recipiente con las flores de eucalipto. Que aroma hermoso. Me quedo pensativa, dos, tres, cuatro segundos. Tampoco ese lujo puedo darme. Voy a la cocina, enciendo el mechero y hago el café para Raymond y chocolatada para los niños. Mi marido está cansado, el trabajo en la fábrica lo exige mucho. No hay paga adicional por horas extras, no hay sábados, no hay domingos.


Jessy es tan hermosa, imagino un futuro radiante para ella. Su cabellera ensortijada es una bendición. Siempre alerta, siempre sonriente. Llegará lejos.


Charles es como su abuelo, medio parco. Creo que no le gusta lo que vivimos. Siempre a la defensiva. No tolera las injusticias. Será combativo y luchará por sus creencias.


Los junto para desayunar, y luego de dar las gracias, comemos. Me apuro por dejar todo ordenado. Raymond los acompañará hoy a la escuela.


Estoy mareada, creo que hoy me levanté con fiebre. Y para peor estoy llegando a tomar el de las 7.50.
Que chofer tan despreciable.
El bus está extrañamente medio vacío. Aprovecho y tomo un asiento. Sé que está mal, que es ilegal. Pero no puedo más, me siento débil.

El viaje pareciera ser más lento de lo normal, pero mis pensamientos se desvanecen contemplando los frutales y sus hermosos aromas: naranjos, limoneros. Qué cambio respecto a nuestro vecindario, que delicia y que privilegio el estar en ese lugar en este momento. Pero es el vecindario de los blancos. Que injusta es la vida, todo es un sinsentido, no hay razón para que sea nuestro destino.

Vuelvo a la realidad cuando sube al bus un joven blanco, alto, desgarbado, cabello rubio, ojos claros.
Lo hace sin prisa y sin pausa. Parece que es un artista. Lleva libros y algo así como una regla extraña. Me mira con una sonrisa.

Inmediatamente me levanto, pero él, extrañamente, me hace una seña con la mano para que me quede sentada.


Le agradezco con la cabeza. Tal vez no todo esté perdido. Evidentemente no todos son como mi patrón. Será la excepción o la regla?. Como saberlo? Será que si denunciamos los atropellos este joven artista estará de nuestro lado?

Escucho de pronto la voz del repugnante chofer que me obliga a ceder el asiento.

- Hey, tu negra. Levántate y deja que el señor se siente. Vocifera cual cerdo que es.

El joven le repite una y mil veces que no es necesario. Que no lo necesita. El odioso oso colorado insiste, más de la cuenta. Frena, se levanta de su asiento con toda su humanidad producto del consumo de cerveza y bacon, camina hacia mí, casi escupiendo sus palabras

- No te lo diré otra vez, negra. Levántate

Ya está: no hay más claudicaciones, ni entregas. Ya no cederé más a las manipulaciones y los atropellos.

-Lo lamento, caballero - lo enfrento.
Me llamo Rosa Parks y no pienso ceder mi asiento.


El joven artista sonríe satisfecho.

FIN

Adaptación del valiente acto de Rosa Parks, quien llamó la atención de Martin Luther King, que todavía no sería el líder que recordamos actualmente. Juntos, durante 382 días, emprendieron protestas que llevarían a la Corte Suprema de Estados Unidos a declarar que la segregación racial en el transporte iba en contra de la constitución del país.

RosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora