Navidad es una época casi mágica, donde las fronteras se difuminan, los corazones se hinchan de alegría y el mundo parece un lugar mejor de lo que, en el día a día, es.
Deja las preocupaciones al otro lado de la puerta y disfruta con tus amigos y fa...
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Cuando Nami propuso celebrar la Navidad, la alegría y el deseo por la fiesta inundó el Thousand Sunny de forma inmediata. Tras su larga travesía por el mar, el simple hecho de poder vivir aquella experiencia entre nakamas, henchía los corazones de todos los piratas de Sombrero de Paja... salvo uno. Una de las chicas se mantuvo al margen, de forma modesta aunque sigilosa, durante todo el proceso de planificación y elaboración para convertir el barco en un lugar lleno de luz, risas, color y espíritu navideño.
Esta era Nico Robin.
No había celebrado aquello desde que era una niña y ahora esas festividades le dejaban plasmado una huella de agria nostalgia en su alma; sin embargo, la morena decidió no comentar nada y acompañar a sus amigos en su alocada algarabía: asistió al concierto navideño de Brook, participó un poco en la broma que le hicieron a Zoro (el cocinero le decoró el pelo de forma "navideña" mientras el espadachín dormitaba; al final, todo terminó en una pelea que la navegante rápidamente apaciguó. De la broma solo quedó algunas bolitas de colores y la purpurina plateada entre los mechones verdes del vice capitán), aplaudió en el baile improvisado que hicieron Luffy, Chopper y Usopp, y contempló cómo el carpintero encendía las luces que habían colocado en torno al mástil, el mascarón y sobre el techo de las habitaciones del barco. Tras todo esto, Robin decidió irse a la biblioteca para relajarse y probar a ver si encontraba algún cuento que leerle a Chopper cuando todos se fueran a dormir. Allí se encontró al carpintero de nuevo, colocando guirnaldas y bolas de colores.
—Carpintero-san —lo saludó cuando el cyborg notó su llegada y se giró para mirarla.
—Nico Robin, ¿por qué no estás celebrando con el resto?
—Preferí tener un rato de paz antes —contestó la mujer, pasando sus dedos por los libros de las estanterías, al mismo tiempo que sus ojos analizaban los títulos con una rapidez impresionante para el carpintero del barco. Franky había percibido la incomodidad de la morena mientras el resto festejaba y decoraba el barco, y no había que ser especialmente listo para suponer que a ella no le gustaba la Navidad como al resto.
—Oye, si no te gustan estas súper fiestas, no tienes que obligarte a nada —infirió el hombre de pelo azul—. Sé que el capitán lo comprendería si se lo dijeras.
Robin, por su parte, se giró para mirarlo de nuevo, con un par de libros en la mano. Se quedó unos momentos así, en silencio, antes de encaminarse a la mesa para dejar lo que había cogido y tomar asiento.
—No quiero arruinarles el ánimo. Cierto es que sé que capitán-san lo comprendería, pero también sé que se sentiría decepcionado por no poder celebrar en condiciones, con todos nosotros —objetó, abriendo uno de los libros—. No pasa nada, carpintero-san. Solo necesito un pequeño ratito y enseguida volveré con ustedes. Puede que estas fiestas no me gusten demasiado, pero vale la pena el sacrificio si puedo ver el brillo que adorna sus caras —añadió, sin notar apenas como en sus labios se dibujaba una sonrisa de completa ternura que encandiló por completo al hombre de pelo azul, que no dudó en acercarse a la arqueóloga para posar con cuidado una mano en su hombro.