La derrota

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Llegó la mañana, pero el basto oceano jamás se aclaró. Conciente de su único fin, decidió tomar la máxima decisión. Probablemente la única que habría válido la pena y la primera que debió tomar, desde el momento en que se subió a la balsa.

A pesar de la tormenta, un par de trozos de madera surgían como restos de lo que alguna vez fue una formidable y humilde embarcación. Sobre estos se encontraba de pie el capitán, con la mirada totalmente pérdida entre las olas y en el silencio de un mar cosmico. Ahora sabía la verdad: Nunca hubo destino. Todo lo experimentado fue solo producto de una fuerza ajena a su consciencia, la incontrolable e impredecible existencia. No habría necesidad de buscarle un sentido, pues el sentido mismo no reposaba sobre las experiencias mismas. Aquello que mereció su esfuerzo, su dolor, sus años y el deterioro de su cuerpo, era únicamente una parte más de eso que buscaba. La vida se presentó en el desde el principio, sin embargo un individuo que se adentra en un mar de oportunidades, termina perdido en un oceano de contradicciones. En Aquellos años de culta y disciplinada soledad, ninguna tormenta fue tan potente y certera, como aquella tranquila y pálida mañana.

Sin pensar más, con la mente en la plenitud de cada segundo y la capacidad divina de experimentar el presente, decidió lanzarse al océano. Allí el capitán se dio cuenta de que no era tal cosa, ni un Rey, ni un Héroe, ni un Dios...era un Hombre, con la capacidad única para tomar las riendas de su propia vida. Así lo decidió, y mientras su cuerpo se hundía hacia lo desconocido, empezó a vivir.

Un último pensamiento ronda su cabeza, mientras se acerca a las puertas de aquel lugar donde se unirá aquellos individuos que lograron vivir:

-Se que soy feliz, pues me siento plenamente infeliz.

Océano de contradicciones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora