Capítulo II: Primeros pasos

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Los sueños no son más que eso, sueños. Un mundo protagonizado por los mayores deseos de las personas. En ellos hay de todo, la imaginación posee menos límites que en la propia realidad, pero por ello muchos sueños son tan reales.

-Vaya… ¿Me he quedado dormida otra vez?- Alice estuvo observando sus alrededores. Pensaba que había vuelto a caminar en sueños.

A veces los sueños pueden ser compartidos por dos personas, por ello es que puedes hablar con cualquiera sin siquiera conocerlo… Puedes incluso enamorarte…

Desde el día del accidente unos meses antes, parecía despertar en lugares en los que no conocía. Sin embargo nunca recordaba haberse dormido.

Alice se levantó de la roca donde estaba sentada. No recordaba haber visto aquel lugar en sus numerosos viajes por el jardín de su tío. -Debo haber andado muchísimo… ¿Dónde estaré exactamente?-

Pero hasta los mejores sueños… Pueden  volverse las peores pesadillas…

Alice comenzó a andar. Observaba curiosa sus alrededores. La rodeaba un gran rosal negro que parecía serpentear a su alrededor. Los arboles cercanos daban impresión de estar completamente calcinados. La poca vida que había a los alrededores se camuflaba a la perfección hasta desaparecer poco a poco entre los matojos. Aquello era un mundo desolado, pero a la vez hermoso

Poco a poco, la joven comenzaba a adentrarse en aquel mundo. Ni ella misma sabía si era curiosidad o la necesidad de volver a casa, pero tenía la necesidad de no quedarse quieta y adentrarse en aquel mundo a buscar respuestas.

‘Espero que te guste esta pesadilla. He puesto mucho empeño en este último acto. El teatro de tu vida llega a un punto clave… ¿Sabrás divertirnos?’

Alice notó como un escalofrío recorrió su espalda. De repente parecían sonar muchas voces a su alrededor, pero solo una amenazadora voz de niña se escuchaba con claridad. Alice, aterrorizada, salió corriendo sin darse cuenta de que al poco perdió ambos zapatos y estaba pisando las ramas de un enorme rosal, haciendo que le sangraran los pies. Al no poder dejar las voces atrás y a causa del dolor, dejó de correr y se dejó caer sobre una roca, tapándose los oídos y tratando de callarlas en su mente.

Poco a poco se fueron apagando una tras otra. La última en desaparecer fue la de la niña, la cual cada vez parecía menos comprensible y lejana. Alice permaneció en la misma posición durante un rato. Solo el sonido de unas pisadas entre la maleza la sacó de su estado de terror para sumergirla en uno mayor.

-¿Quién anda ahí?- Preguntó Alice aterrada. -¡Aléjate!-

Nadie contestó a los gritos de la joven, pero las pisadas continuaban acercándose. Con cada una de ellas se escuchaban los crujidos de las hojas secas al partirse. Parecían sonar como las últimas súplicas del bosque de aferrarse a la vida.

Alice quería huir. Levantarse y salir corriendo, pero no podía debido a las heridas en los pies. Ahora que había pasado un rato comenzaba a notar las punzadas de dolor que la ataban al suelo. Estaba a punto de rendirse cuando vio aparecer entre las ramas secas a un apuesto joven.

Este iba vestido con un hermoso traje. Estaba compuesto por unas mallas negras metidas por dentro de unas botas altas de cazador y una elegante camisa blanca cubierta por un chaleco grisáceo. Se veía una larga cadena que iba desde la cintura hasta un bolsillo, probablemente perteneciente a un reloj de bolsillo.

Un gran sombrero que llevaba bajo el brazo llamó la mayor parte de la atención de Alice. Se trataba de un sombrero de copa algo más grande de lo habitual, hecho con tela negra y decorado con una larga cinta blanca y roja que ataba un par de largas plumas de faisán y un papel en el que se podía ver escritos unos números “10/6”.

-Oh, vaya… Me he vuelto a equivocar de animal…- El joven se puso el sombrero y se acercó a ella. -Disculpa, no habrás escuchado gritar a un conejo por aquí cerca, ¿verdad?-A la joven Alice no le dio tiempo a responder -¿Qué te ha pasado en los pies?- ya se ha portado mal ese rosal otra vez… Tendría que haberlo podado ya…-

Alice no sabía que decir. Se miró los pies y luego lo miró a él.

-¿Te ha comido la lengua un muerdesombras?- El joven se acercó a ella y se arrodilló a su lado. -Te invito a mi casa, no está muy lejos y podrás curarte los pies-

Alice se lo pensó un rato pero luego asintió. -Me llamo Hatta, pero todos me conocen como Sombrerero- Hatta pasó un brazo de Alice alrededor de su cuello y la acogió entre sus brazos para poder llevarla con comodidad a lo largo del camino.

Hasta que no la rozó con su brazo, Alice no se percató de que el Sombrerero llevaba una escopeta a su espalda. “Por eso buscaba un conejo” rumió en su mente Alice.

Hatta trataba de darle conversación, pero ella estaba demasiado asustada como para hablar, por lo que desistió en el intento. Por el camino, Alice estaba más pendiente de los árboles que le rodeaban. Ahora ya no tenía duda de que no se encontraba en el jardín de su tío, todo estaba demasiado desaseado como para ser parte de un jardín que mostraba la última moda londinense.

Unos 15 minutos después llegaron al límite del bosque. Un poco más allá se observaba un molino algo desgarbado, de unos tres pisos de altura y rodeado de una verja negra. Casi todos los hierros estaban doblados. Todo el conjunto parecía siniestro, pero a la vez dotaban a la casa de gran belleza.

Además de ello, era la primera vez que Alice notó que el cielo estaba totalmente nublado, aumentando la impresión que aquel molino causó en la chica.

Cuando entraron, Hatta dejó a la joven en un elegante sillón rojo de respaldo irregular situado en el salón de entrada. -Voy a por un poco de agua, no tardo- El hombre salió de aquella habitación. Con gran curiosidad, Alice observó cada rincón. Se fijó especialmente en los grandes retratos y en los llamativos muebles.

-Ya he vuelto- Llevaba un barreño lleno de agua caliente, el cual colocó a los pies de Alice para poder lavarle y curarle los pies.

-Yo… Soy Alice…- Dijo por fin la joven, pero fue todo lo que salió de su boca.

-Buen nombre- Le respondió el Sombrerero. -Debes de estar cansada…- añadió.

Cuando el Sombrerero terminó su labor, cogió el barreño y se levantó. -Te dejaré descansar- dijo, y Salió del salón. Alice no tardó en dormirse.

‘Que patética corriendo por el bosque… Te está bien empleado’ Se oye la voz de niña acompañada de sus risillas infantiles. ‘No podrás huir de mí ni de este teatro, está especialmente creado por y para ti, y nunca dejaremos de estar unidas…’

Nightmare in WonderlandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora