Tercera: Es imposible decirle que no.

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Me sumerjo en el agua con lentitud

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Me sumerjo en el agua con lentitud. 

Desde la piscina puedo observar las estrellas. El cielo está bastante oscuro por la falta de luna, hoy es uno de esos días en que ella decide fundirse en la oscuridad, convirtiéndose en un satélite invisible al ojo humano.

Pero aún están las estrellas, tan bellas y luciendo magnificas como siempre. 

Admiro el cielo por unos largos minutos, perdiéndome en él. Me encantaría nadar en una piscina de estrellas, o volar sobre ellas. Debe ser algo tan increíble como inolvidable. 

Sería fantástico. 

—Hey —la voz suave de Adora me hace girar, su cabello rubio se encuentra atrapado en dos bonitas trenzas cocidas. Lleva un lindo vestido veraniego color salmón, que hace juego con el color de sus mejillas. Es tan linda. 

—Hola —saludo, mientras me acerco a la orilla. Fue bueno aún no empezar a nadar e irme a la parte profunda, porque ahora me costaría más llegar a ella. 

—Me dijeron que estabas aquí —explica, mientras se agacha para quedar más o menos a mi altura. Obviamente ella parece más alta porque está fuera de la piscina. 

Me pierdo unos largos segundos en sus ojos aceitunados, tantos, que puedo divisar como el rubor se esparce desde el centro de sus mejillas, hasta contornear todo su rostro. Es tan bella. 

Puedo ver como se mueve incomoda, por la vergüenza que siente al ser admirada. Suelto una risa suave y ella me sonríe. 

—¿Qué necesitas? —pregunto, mientras poso mis manos en la punta de la pileta. Doy un salto para que me de fuerza, logrando alzar mi cuerpo y sentarme a su lado. Ella deja de estar en cuclillas y se sienta. Hombro con hombro. 

—Te extrañaba —admite—, en la escuela aún me evitas. ¿Por qué? 

—No te evito —digo a la defensiva y puedo divisar como alza una ceja, juzgándome por querer mentirle—. Bueno, puede que a veces te evite, pero...

—Solo quiero saber por qué. 

Dejo de observar su rostro, para llevar mi vista hacía el final de la habitación. Ella me mira con intensidad, como si pudiera encontrar, de alguna forma ilógica, una razón a mis actos.

No sé qué decirle. 

Y ella lo sabe, porqué se levanta rápidamente y se aleja unos pasos. No tengo la valentía de ver si se irá o el por qué decidió alejarse de mí.

—Catra, entiendo que tengas miedos de decir tus sentimientos —dice, detrás de mí—. Pero necesito que pongas un poco de tu parte, ¿está bien? Si vamos a estar en una relación oculta, al menos dime algo. Sé sincera conmigo. 

—Yo... no lo sé —confieso—. Tal vez se me hizo costumbre, por estos tres meses. 

—¿Sí? ¿Segura? —se vuelve a acomodar a mi lado y me giro para admirarla. Me sorprende un poco verla en ropa interior, pero toda sorpresa se disipa cuando se lanza al agua—. Ven. 

Doce razones [Catradora]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora