-Liz, por favor.-pide su padre, un hombre de cincuenta años, alto, cabello castaño, fuerte y ojos marrones.
-¿Qué pasa?-pregunta, Elizabeth Rose, su hija. Una joven de estatura media, tez clara, cabello y ojos como los de su padre.
Es domingo, están en la casa de campo disfrutando de una reunión familiar. Tienen una familia enorme, su madre tiene cinco hermanos y su padre tiene tres hermanas y dos hermanos; todos tienen una familia formada. En la de ella es hija única, pero está rodeada de tíos y primos que la tratan como una más, como alguien a quien tienen que proteger, pero también alguien con quien salir de fiesta y tragos.
-Con tu abuelo queremos que formes una familia, que sientes cabeza.-dice Richard, su padre.
Se produjo un silencio sepulcral, todos miran a Richard, Elizabeth y Robert.
-Sé que quieren que sea como mis primas, las cuales son menores que yo y ya están casada esperando o ya con su primer hijo. Pero yo prefiero mi trabajo, mi libertad y seguir siendo la niña mimada de esta familia.-sentencia en tono calmado, con sus largas piernas cruzadas y su celular apoyado en la mesa, así poder prestar atención a lo que se avecina.
-Yo te apoyo, hija mía, pero quiero que te enamores, quiero que llegue alguien a tu vida que la llene, que te brinde la alegría que me brinda tu abuela y tu madre a tu padre. No quiero verte sola por siempre.-dice en tono suave su abuelo, todos saben que es su debilidad.
-No es justo.-reclama y todos sonríen saben que está consiguiendo que de su brazo a torcer.
-No te pido que te cases mañana mismo pero sí que pienses en tu futuro, ¿lo harías? ¿por mí?-sigue presionando el hombre de setenta y seis años, cabello blanco, ojos celestes, tierna sonrisa que remarca las arrugas de su rostro.
-Lo pensaré, pero no prometo nada.-dice y vuelve a tomar su teléfono, no es que quiera escaparse, sino que su asistente es incompetente y ha cometido errores gravísimos, imperdonables.
* * * * *
Él estaba de visita en la casa de sus padres, su familia es pequeña y humilde. Su hermana menor, Annette Black, vive con sus padres junto con su hija. Alexander Black ama a su sobrina, es la luz de sus ojos, una pequeña pelirroja llena de pecas.
-¿Cómo vas en el trabajo, hijo?-pregunta su tierna madre, tiene cuarenta y seis años, cabello castaño y ondulado, ojos miel y es la mujer más buena que conoce.
-Igual, mamá. Siento que nunca voy a progresar.-se queja, dejando a su pequeña sobrina de tres años, en el suelo.
Él es mensajero en una empresa, en la cual al ingresar le prometieron ascender, pero lleva más de un año en el mismo puesto.
-Yo creo que deberías buscar un nuevo trabajo, eres inteligente seguro conseguirás algo mejor.-opina su hermana, tiene veintitrés años, no supera el metro sesenta, cabello castaño claro, ojos miel. Se enamoro en la secundaria, quedo embarazada poco después de haber ingresado a la universidad, pero el muy cobarde de su novio de años, le dijo que no estaba listo para ser padre y las abandono, ni siquiera conoció a su hija; la cual es igualita a él.
-Yo opino igual que tu hermana.-dice su madre apareciendo con una bandeja en la cual trae cuatro tazas de café y unas galletitas recién horneadas.
-Hijo, sé que no quieres que nos metamos en tu vida pero podría averiguar si no necesitan a alguien en la empresa.-habla su padre por primera vez en varios minutos, es un hombre fuerte, cabello y ojos negros, manos que demuestran cuan trabajador es, es jefe de obreros en una constructora, lleva más de quince años en el misma empresa.
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Jefa, te deseo.
RomanceUna noche de copas, un asistente sexy, celos y el mismo departamento. ¿Qué podría salir mal? No es continuación, ni secuela de Deseo prohibido. Esta historia ocurre al mismo tiempo y junto a Deseo prohibido son antecesoras de curvas.